19/02/2017, 14:21
Raiyōbi, 19 de Primera Flor del año 217
Las clases se habían suspendido durante todo el día. Así se lo habían hecho saber los recepcionistas a Ayame cuando intentó, como todas las mañanas, acudir a la Torre de la Academia para seguir su instrucción. Extrañada ante aquel extraño acontecimiento, Ayame había preguntado el por qué pero no había recibido ningún tipo de respuesta en claro.
«Ya verás cuando se lo diga a papá. Se va a pensar que me he inventado una excusa, o algo así» Meditaba, con los hombros hundidos, mientras salía de la recepción para entregarse de nuevo al abrazo de la siempre presente lluvia de su aldea natal. «Y encima se me ha vuelto a olvidar el paraguas. Ahora sí que me va a matar.»
—¡Vamos, hombre! ¡Mueve ese culo, vamos a llegar tarde!
—¡Hiyoshi, el Torreón de Prueba no se va a mover del sitio!
Aquellas dos voces lograron sacarla de su ensimismamiento. Ayame ahogó un grito cuando dos chicos jóvenes pasaron a toda velocidad junto a ella, y de milagro no acabaron los tres en el suelo.
—¡Ay, perdona, no te he visto! —exclamó el primero, volteándose un instante para mirarla antes de reanudar su ritmo. El otro, más rechoncho y bajito, le seguía a duras penas entre resoplidos de angustia.
«¿El Torreón de Prueba?» Pensaba Ayame, confundida.
Justo entonces una sombra se cernió sobre ella, cubriendo la ya escasa luz ambiental.
—¿No deberías estar en clase? —preguntó una voz que ella ya conocía muy bien.
Rígida como una tabla, Ayame se volvió para encontrarse con los gélidos ojos de su hermano, observándola fijamente. Unos ojos faltos de emoción alguna, inexpresivos como una máscara de hielo, pero en los que Ayame supo ver el interrogante. La penumbra provenía de un paraguas blanco con el que la había puesto a cubierto.
—Las han suspendido —respondió.
Pero el semblante de Kōri no cambió ni un ápice. Levantó la mirada hacia la academia, y después la devolvió hacia ella.
—Entonces, vámonos.
Ayame estaba convencida de que se estaba refiriendo a volver a casa, pero sus pasos titubearon cuando Kōri tomó un camino muy distinto. Concretamente, en la misma dirección por la que habían desaparecido los dos chicos de antes.
—A entrenar. Vamos al Torreón de Prueba.
...
Pero Kōri no había sido el único que había tenido aquella idea, comprendió Ayame cuando llegaron al lugar.
A medida que se habían ido acercando al torreón, el acúmulo de gente en las calles había ido creciendo más y más. Y todos parecían dirigirse en la misma dirección. Al principio, Ayame había pensado que se trataba de una mera casualidad, pero cuando entraron en la recepción del torreón y después subieron a la última planta, se dio cuenta con horror de que no era así.
—¿Han organizado algún tipo de evento? —preguntó en voz alta, al tiempo que se ajustaba la cinta de tela sobre la frente.
—No, que yo sepa —respondió Kōri, y aunque su rostro seguía tan impertérrito como siempre, sus ojos recorrían el lugar y a cada una de las personas que se encontraba allí.
Era un lugar amplio, pero en aquellos instantes era casi asfixiante con tanta gente. Adultos, niños, ninjas y kunoichis con sus respectivas bandanas de metal relucientes y mojadas, estudiantes de la academia que daban torpes golpes al aire... Incluso algún que otro civil se había acercado al lugar a curiosear. Varias personas se congregaban en las gradas, observando el panorama, mientras otros tantos se repartían por el terreno en parejas o grupos que llevaban a cabo entrenamientos de todo tipo. En uno de los rincones, un auténtico corrillo de ninjas jaleaba a los combatientes que se encontraban en su centro y que Ayame no llegaba a ver.
—Vamos —la instó Kōri, antes de conducirla a un pequeño rincón que estaba más o menos libre.
—¿Aquí? ¿Con tanta gente? —preguntó Ayame, angustiada.
Pero Kōri ya estaba adoptando una pose defensiva.
—En una misión o en un combate no siempre vas a encontrarte a solas con tu enemigo. Muchas veces, incluso, tendrás que luchar en multitud —replicó, antes de alzar la mano hacia ella con el dorso por delante. Flexionó los dedos un par de veces, en una clara invitación—. Y ahora, golpéame.