31/03/2017, 18:39
El fuego de aquel espectáculo se acercaba a su punto máximo y por regla natural de las cosas, de ahí en más solo quedaba que comenzase a menguar hasta extinguirse. Pero antes de que eso último pasase, tendría que resolverse lo que estaba pasando.
Primero una neblina gélida y fantasmal se manifestó entre los protagonistas de aquel teatro improvisado, de esta salió un hombre con una mirada no más cálida o más viva que la niebla, para nada. Su fría mirada se posó sobre cada uno de los involucrados hasta aquel instante.
Seguidamente un montón de papeles se abrieron paso entre la gente y llegaron a espaldas del chico armado con la wakizashi, fue entonces que Watasashi Aiko volvió a recomponerse y haciendo gala de sus habilidades puso en jaque la yugular del desalineado muchacho con una espada de papel, espada que parecía no tener nada que envidiar a una de verdad.
Estáis jodiendo mas de la cuenta, enanos. Si no dejáis las gilipolleces, vais a terminar en una puta cajita de pino.
Exclamó la fémina. Mientras tanto el grueso de los espectadores comenzaban a perder los ánimos de ver a dos colegas peleándose y en cambio ese sentimiento era rápidamente reemplazado por un poco de incomodidad y hasta temor, temor por verse involucrados en un problema gordo.
Nadie va a terminar en ningún sitio. Bajad las armas. Todos. O pasaréis una buena temporada en los calabozos de Arashikage-sama
Aquellas palabras no parecían ser nada para tomarse a la ligera. Mientras algunos como Keisuke, Reika y Mogura se acercaban a ver que estaba pasando exactamente. Por otro lado había gente que comenzaba a retirarse disimuladamente tras ser advertidos de la identidad de aquel hombre, quizá por alguno de esos shinobi con chaleco o vaya a saberse quien.
Hombre, me parece que lo mejor será no hacer problemas. No veo esto muy bien para el que quiera ir en contra de ese tipo.
Las palabras del cenobita guiaron al joven a desistir de la idea de continuar aquel combate, claro estaba que lo que estaba ocurriendo en aquel instante también ayudaba a hacerle cambiar de parecer.
Esta aquí llegamos hoy, Urasaki. Me costo mucho conseguir mi bandana como para perderla y terminar en los calabozos...
Fueron aquellas las palabras que tenía el muchacho para su rival, mientras que lentamente bajaba las manos y guardaba sus shuriken.
¡No es justo!
Gritó Urasaki, azotando su wakizashi contra el piso, un par de pasos delante suyo. No aguantaba el escuchar las tonterías que todos decían, a sus ojos él y su oponente no estaban haciendo nada malo. Pero aún así no solo había interferido sino que además los amenazaban con encarcelarles.
¡¿Quienes se creen que son para interrumpir mi combate?!
Mogura en aquel instante había podido aprovechar la retirada de varios para avanzar poco a poco hasta el frente de todo. La rabieta del muchacho, persona que había cruzado un par de veces durante su tiempo en la academia, no le hacía quedar nada bien.
Urasaki-san. Es obvio que la persona que tienes delante tuyo es un superior, no deberías levantar tu voz de esa manera.
A lo mejor el tono del joven médico podría haber sido un poco más amable pero en aquel instante era el tono que tenía para una situación como esa. Poco a poco el publico comenzaba a renovarse, entre los presentes podía distinguir a un par de conocidos y otros tantos desconocidos, lo cierta era que la presencia de nadie en especial parecía hacer mas llevadera la situación.
Primero una neblina gélida y fantasmal se manifestó entre los protagonistas de aquel teatro improvisado, de esta salió un hombre con una mirada no más cálida o más viva que la niebla, para nada. Su fría mirada se posó sobre cada uno de los involucrados hasta aquel instante.
Seguidamente un montón de papeles se abrieron paso entre la gente y llegaron a espaldas del chico armado con la wakizashi, fue entonces que Watasashi Aiko volvió a recomponerse y haciendo gala de sus habilidades puso en jaque la yugular del desalineado muchacho con una espada de papel, espada que parecía no tener nada que envidiar a una de verdad.
Estáis jodiendo mas de la cuenta, enanos. Si no dejáis las gilipolleces, vais a terminar en una puta cajita de pino.
Exclamó la fémina. Mientras tanto el grueso de los espectadores comenzaban a perder los ánimos de ver a dos colegas peleándose y en cambio ese sentimiento era rápidamente reemplazado por un poco de incomodidad y hasta temor, temor por verse involucrados en un problema gordo.
Nadie va a terminar en ningún sitio. Bajad las armas. Todos. O pasaréis una buena temporada en los calabozos de Arashikage-sama
Aquellas palabras no parecían ser nada para tomarse a la ligera. Mientras algunos como Keisuke, Reika y Mogura se acercaban a ver que estaba pasando exactamente. Por otro lado había gente que comenzaba a retirarse disimuladamente tras ser advertidos de la identidad de aquel hombre, quizá por alguno de esos shinobi con chaleco o vaya a saberse quien.
Hombre, me parece que lo mejor será no hacer problemas. No veo esto muy bien para el que quiera ir en contra de ese tipo.
Las palabras del cenobita guiaron al joven a desistir de la idea de continuar aquel combate, claro estaba que lo que estaba ocurriendo en aquel instante también ayudaba a hacerle cambiar de parecer.
Esta aquí llegamos hoy, Urasaki. Me costo mucho conseguir mi bandana como para perderla y terminar en los calabozos...
Fueron aquellas las palabras que tenía el muchacho para su rival, mientras que lentamente bajaba las manos y guardaba sus shuriken.
¡No es justo!
Gritó Urasaki, azotando su wakizashi contra el piso, un par de pasos delante suyo. No aguantaba el escuchar las tonterías que todos decían, a sus ojos él y su oponente no estaban haciendo nada malo. Pero aún así no solo había interferido sino que además los amenazaban con encarcelarles.
¡¿Quienes se creen que son para interrumpir mi combate?!
Mogura en aquel instante había podido aprovechar la retirada de varios para avanzar poco a poco hasta el frente de todo. La rabieta del muchacho, persona que había cruzado un par de veces durante su tiempo en la academia, no le hacía quedar nada bien.
Urasaki-san. Es obvio que la persona que tienes delante tuyo es un superior, no deberías levantar tu voz de esa manera.
A lo mejor el tono del joven médico podría haber sido un poco más amable pero en aquel instante era el tono que tenía para una situación como esa. Poco a poco el publico comenzaba a renovarse, entre los presentes podía distinguir a un par de conocidos y otros tantos desconocidos, lo cierta era que la presencia de nadie en especial parecía hacer mas llevadera la situación.
Hablo - Pienso