31/03/2017, 19:35
La aparición de la pelirroja con una espada hacia el yugular del joven no fue para nada esperada, pero eso no hizo demasiada mella en el rencor que ambos se sentían. Por si fuese poco, había un pelado y el hermano de Ayame; éste último hizo aparición entre una neblina casi más gélida que sus ojos. Había dado el chico una entrada realmente digna de un superior, calando los huesos de todos los presentes, hasta que abrió la boca. El chico, que parecía curtido en el trabajo, se limitó a amenazar con dar conocimiento a la Arashikage y mandar a los calabozos a los niños malos.
«¿Esto va en serio? ¿De verdad piensa chivarse como el empollón de la clase? Pfff... supongo que las apariencias engañan...»
En un abrir y cerrar de ojos, para la chica, el gélido antagonista había perdido todo el interés. ¿Podía caer aún mas bajo? Mejor ni esperar para verlo...
El chico que estaba al otro lado, el antagonista del que retenía aún Aiko con su espada, no tardó en decidir; la bandana que llevaba consigo era mucho mas importante que esa disputa. Pero para el que retenía Aiko, todo era un disparate. Agitó la espada de un lado a otro un par de veces, incluso teniendo la espada de la pelirroja a escasos centímetros del cuello, incluso se adelantó un par de pasos. Sin duda, la rabia le consumía. ¿Qué habría hecho ese otro para tenerlo así?
Fuere como fuere, la pelirroja dejó caer un suspiro, y cerró los ojos mientras dejaba oídos sordos a lo que le rodeaba. Poco a poco, dejó descender su brazo mientras que la espada se volatilizaba en papeles, al igual que de nuevo comenzó a hacer su cuerpo. Rápidamente, la vorágine de papeles saldría del ruedo en que la situación se había convertido.
Malditos males de amor...
«¿Esto va en serio? ¿De verdad piensa chivarse como el empollón de la clase? Pfff... supongo que las apariencias engañan...»
En un abrir y cerrar de ojos, para la chica, el gélido antagonista había perdido todo el interés. ¿Podía caer aún mas bajo? Mejor ni esperar para verlo...
El chico que estaba al otro lado, el antagonista del que retenía aún Aiko con su espada, no tardó en decidir; la bandana que llevaba consigo era mucho mas importante que esa disputa. Pero para el que retenía Aiko, todo era un disparate. Agitó la espada de un lado a otro un par de veces, incluso teniendo la espada de la pelirroja a escasos centímetros del cuello, incluso se adelantó un par de pasos. Sin duda, la rabia le consumía. ¿Qué habría hecho ese otro para tenerlo así?
Fuere como fuere, la pelirroja dejó caer un suspiro, y cerró los ojos mientras dejaba oídos sordos a lo que le rodeaba. Poco a poco, dejó descender su brazo mientras que la espada se volatilizaba en papeles, al igual que de nuevo comenzó a hacer su cuerpo. Rápidamente, la vorágine de papeles saldría del ruedo en que la situación se había convertido.
Malditos males de amor...