31/08/2017, 19:46
Aiko afirmó que su caso era similar. También parecía estar más que de acuerdo con que Juro la acompañase en aquella tarde apagada. Aun así, ellos no estaban para nada triste. Continuaban con las sonrisas y las bromas...
No creo que haya un límite de edad similar para la entrada, imagina a la de ancianas que encontraríamos ahí tomando copas y hablando de sus difuntos maridos.... jajajaja.
Juro sacó otra de sus genuinas sonrisas. Pensó en algo ingenioso que contestarle, pero la chica no le dio tiempo; se dirigió hacia la puerta de entra al local. Juro se encogió de hombros y la siguió. Tras la puerta corrediza, se toparon un pasillo, donde tendrían que descalzarse — por la cantidad de zapatos parecía haber gente, y no solo viejas —, y tras avanzar por un pequeño escalón, había una tarima pulida.
Un hombre adulto, con moño y kimono rojo, que parecía ser el encargado, estaba dispuesto a recibirles.
—Buenas tardes, y bienvenidos a la carpa dorada.
— Buenas tardes — saludó, a la par que Aiko.
Los dos se descalzaron. Mientas Juro se quitaba las sandalias, Aiko le susurró unas palabras, probablemente para que el señor no les oyese.
Se ve un buen sitio.
— Parece que tiene clase — asintió Juro.
Al entrar se toparon con un enorme salon de suelo claro y paredes de color marfil. Sobre las cuatro paredes no había más que la madera como forma de ornamentación, dispuesta en pequeñas estructuras armónicas. Al lado izquierdo, estaban los baños, distinguidos según hombre y mujer. Al frente, un enorme mostrador, con una gran cantidad de copas, platos y licores. La barra, supuso Juro. En ella había una carta con numerosos productos y un par de camareros que atendían a los clientes. También contaban con una caja registradora. Al lado derecho, la entrada a las cocinas.
El lugar estaba repleto de mesas y sillas. Había bastante gente — tanta que Juro no pudo contar —, pero vio alrededor de doce mesas ocupadas.
—Me gusta esa mesa, nos sentaremos ahí, Juro.
El chico se fijó en la que Aiko decía. Era una de las mesas centrales, inexplicablemente vacía. Por alguna razón la gente había pasado de ella. Asintió y la siguió, hasta sentarse junto a ellas.
— ¡Este sitio es enorme! — exclamó, aunque luego se tapó la boca. No quería gritar. De hecho, imaginaba que un niño ahí ya podría llamar bastante la atención —. Definitivamente nunca había estado en un lugar así. Es como haber entrado en un mundo distinto a esas calles llenas de puestos ambulantes.
No creo que haya un límite de edad similar para la entrada, imagina a la de ancianas que encontraríamos ahí tomando copas y hablando de sus difuntos maridos.... jajajaja.
Juro sacó otra de sus genuinas sonrisas. Pensó en algo ingenioso que contestarle, pero la chica no le dio tiempo; se dirigió hacia la puerta de entra al local. Juro se encogió de hombros y la siguió. Tras la puerta corrediza, se toparon un pasillo, donde tendrían que descalzarse — por la cantidad de zapatos parecía haber gente, y no solo viejas —, y tras avanzar por un pequeño escalón, había una tarima pulida.
Un hombre adulto, con moño y kimono rojo, que parecía ser el encargado, estaba dispuesto a recibirles.
—Buenas tardes, y bienvenidos a la carpa dorada.
— Buenas tardes — saludó, a la par que Aiko.
Los dos se descalzaron. Mientas Juro se quitaba las sandalias, Aiko le susurró unas palabras, probablemente para que el señor no les oyese.
Se ve un buen sitio.
— Parece que tiene clase — asintió Juro.
Al entrar se toparon con un enorme salon de suelo claro y paredes de color marfil. Sobre las cuatro paredes no había más que la madera como forma de ornamentación, dispuesta en pequeñas estructuras armónicas. Al lado izquierdo, estaban los baños, distinguidos según hombre y mujer. Al frente, un enorme mostrador, con una gran cantidad de copas, platos y licores. La barra, supuso Juro. En ella había una carta con numerosos productos y un par de camareros que atendían a los clientes. También contaban con una caja registradora. Al lado derecho, la entrada a las cocinas.
El lugar estaba repleto de mesas y sillas. Había bastante gente — tanta que Juro no pudo contar —, pero vio alrededor de doce mesas ocupadas.
—Me gusta esa mesa, nos sentaremos ahí, Juro.
El chico se fijó en la que Aiko decía. Era una de las mesas centrales, inexplicablemente vacía. Por alguna razón la gente había pasado de ella. Asintió y la siguió, hasta sentarse junto a ellas.
— ¡Este sitio es enorme! — exclamó, aunque luego se tapó la boca. No quería gritar. De hecho, imaginaba que un niño ahí ya podría llamar bastante la atención —. Definitivamente nunca había estado en un lugar así. Es como haber entrado en un mundo distinto a esas calles llenas de puestos ambulantes.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60