1/10/2017, 20:12
(Última modificación: 1/10/2017, 21:20 por Aotsuki Ayame.)
Viento Gris había llegado a Ōnindo, y con él los fríos vientos del norte. Sin embargo, parecía que aquella mañana, el Invierno caía con toda su fuerza sobre Amegakure. Las fuertes ráfagas de viento impulsaban una lluvia que, si ya de por sí caía con fuerza, habían convertido en auténticas cortinas de agua que ocultaban todo lo que quedaba a unos pocos metros de distancia mientras Amenokami restallaba sus látigos de rayos por encima de los impotentes rascacielos que soportaban como podían la tormenta del siglo. Y debajo de ellos, las aguas corrían por unas calles completamente desiertas y ahora casi inundadas. Aún siendo habitantes de Amegakure, nadie se había atrevido a desafiar a la feroz tormenta.
Y como un reflejo de la tormenta exterior, Aotsuki Zetsuo aporreó la puerta con puños de hierro.
¡BAM! ¡BAM! ¡BAM!
—¡AMEDAMA, ABRE LA PUERTA! —vociferó, y el tono de su voz nada tuvo que envidiar a los truenos que estallaban en el exterior.
Junto a él, Kōri se mantenía a una distancia prudencial. El shinobi parecía mantener una gélida calma que su padre estaba lejos de sentir, pero si alguien se fijaba lo suficiente en él, podría darse cuenta de que su habitual desangelado rostro estaba cubierto por un gesto sombrío.