5/10/2017, 23:28
Unos y otros estaban actuando de una forma muy extraña. Zetsuo parecía tremendamente decaído, y ese rostro desangelado característico de Koori se había convertido en una especie de mohín a medio formar. Su madre se estaba mordiendo el labio inferior, y, cruzada de brazos, golpeaba repetidamente el parqué del suelo.
Daruu estaba en medio de todo aquello. Miró a su madre, se acercó y le dio dos suaves toques en el brazo.
—Mamá, ¿qué... qué pasa?
—Koori, ve a avisar a Arashikage-sama. Yo me acercaré a las Playas de Amenokami y te esperaré allí buscando cualquier rastro.
Kiroe tendió la falsa carta a Daruu, quien la recorrió con los ojos. Le recorrió un sudor frío, y cayó al suelo de culo.
—Pero... por qué... ¿quién...?
Koori desapareció en apenas un suspiro helado. Zetsuo se dirigió a toda prisa hacia las calles. Kiroe avanzó junto a él.
—¡Espera, Zetsuo! —dijo, pero Daruu la alcanzó y la agarró de la manga.
—¡Quiero ir!
—¡No irás! —su madre se giró y vio a Daruu, con lágrimas en los ojos.
—¡Quiero ir, te he dicho!
—Jovenci... ¡Ah!
Daruu liberó una ráfaga de chakra por todo su cuerpo y derribó a la mujer. Formuló el sello del carnero y se movió con una agilidad tremenda, escapando e internándose en un callejón cercano...
...en dirección al edificio de la Arashikage, para reunirse con Koori.
Kiroe chasqueó la lengua y se levantó de un salto. Estaba claro que no podría detener a su hijo. A decir verdad, pensándolo fríamente, ella hubiera hecho lo mismo de joven. Preocuparse de él no tendría sentido, porque perdería más tiempo convenciéndole que buscando a Ayame. La mujer subió un momento y se cambió de ropa.
Estaba oxidada, pero Kiroe la jounin volvería a actuar.
Cuando Zetsuo atravesó el umbral de la puerta de entrada, una sombra se cruzó por delante de él. Era Kiroe, que le agarró el brazo con firmeza.
—¡Te he dicho que esperes, Zetsuo! —Kiroe iba vestida con el chaleco oficial de la villa, y por debajo llevaba un jersey de cuello alto púrpura con mangas anchas y largas. El pantalón era de color negro, y llegaba hasta sus tobillos. Llevaba dos portaobjetos: uno en el muslo derecho y otro detrás del chaleco, cosido a él.
»Cierra los ojos.
Hubo un breve destello rojizo. Y los pies de los dos jounin despegaron del suelo.
—¡Koori-sensei! —Daruu jadeaba. Perseguir a Koori durante una urgencia como aquella no tenía nada que ver con perseguirlo durante las misiones, cuando el jounin se dejaba alcanzar para darles un respiro. Apoyó las manos en las rodillas y se permitió tomar el aliento—. ¡Koori-sensei! —repitió, insistente—. ¡Déjame ir contigo, por favor! ¡Tengo que ir...! Ayame es mi... —vaciló un momento—. ¡Es mi compañera de equipo! ¡Somos un equipo! ¡Por favor...!
Hizo una reverencia.
Koori estaba al otro lado del pasillo, sujetando ya la puerta que llevaba al despacho de Yui.
—Por favor.
ZZZZZZUP. Otro destello rojo. Y Kiroe y Zetsuo aterrizaron en la arena con un estrepitoso golpe. Menos mal que la arena era blandita, pensó Kiroe. Quiso reír, pero el momento no lo merecía.
Se levantó y se sacudió la arena de la ropa. Observó con orgullo la marca sonriente que había dejado en la roca, allí en el risco. Todavía seguía intacta. Un buen rastro de sangre puede tardar años en desaparecer.
Y sin embargo, como si se estuviese evaporando poco a poco, la marca se desvanecería en unos segundos.
—Bien. Lo siento por el susto, creo... Creo que nunca te enseñé el Chiishio Kuchiyose... En fin, supongo que cuando descubras donde estamos me lo perdonarás —dijo Kiroe, alegre—. Bienvenido a la Playa de Amenokami.
Daruu estaba en medio de todo aquello. Miró a su madre, se acercó y le dio dos suaves toques en el brazo.
—Mamá, ¿qué... qué pasa?
—Koori, ve a avisar a Arashikage-sama. Yo me acercaré a las Playas de Amenokami y te esperaré allí buscando cualquier rastro.
Kiroe tendió la falsa carta a Daruu, quien la recorrió con los ojos. Le recorrió un sudor frío, y cayó al suelo de culo.
—Pero... por qué... ¿quién...?
Koori desapareció en apenas un suspiro helado. Zetsuo se dirigió a toda prisa hacia las calles. Kiroe avanzó junto a él.
—¡Espera, Zetsuo! —dijo, pero Daruu la alcanzó y la agarró de la manga.
—¡Quiero ir!
—¡No irás! —su madre se giró y vio a Daruu, con lágrimas en los ojos.
—¡Quiero ir, te he dicho!
—Jovenci... ¡Ah!
Daruu liberó una ráfaga de chakra por todo su cuerpo y derribó a la mujer. Formuló el sello del carnero y se movió con una agilidad tremenda, escapando e internándose en un callejón cercano...
...en dirección al edificio de la Arashikage, para reunirse con Koori.
Kiroe chasqueó la lengua y se levantó de un salto. Estaba claro que no podría detener a su hijo. A decir verdad, pensándolo fríamente, ella hubiera hecho lo mismo de joven. Preocuparse de él no tendría sentido, porque perdería más tiempo convenciéndole que buscando a Ayame. La mujer subió un momento y se cambió de ropa.
Estaba oxidada, pero Kiroe la jounin volvería a actuar.
· · ·
Cuando Zetsuo atravesó el umbral de la puerta de entrada, una sombra se cruzó por delante de él. Era Kiroe, que le agarró el brazo con firmeza.
—¡Te he dicho que esperes, Zetsuo! —Kiroe iba vestida con el chaleco oficial de la villa, y por debajo llevaba un jersey de cuello alto púrpura con mangas anchas y largas. El pantalón era de color negro, y llegaba hasta sus tobillos. Llevaba dos portaobjetos: uno en el muslo derecho y otro detrás del chaleco, cosido a él.
»Cierra los ojos.
Hubo un breve destello rojizo. Y los pies de los dos jounin despegaron del suelo.
· · ·
—¡Koori-sensei! —Daruu jadeaba. Perseguir a Koori durante una urgencia como aquella no tenía nada que ver con perseguirlo durante las misiones, cuando el jounin se dejaba alcanzar para darles un respiro. Apoyó las manos en las rodillas y se permitió tomar el aliento—. ¡Koori-sensei! —repitió, insistente—. ¡Déjame ir contigo, por favor! ¡Tengo que ir...! Ayame es mi... —vaciló un momento—. ¡Es mi compañera de equipo! ¡Somos un equipo! ¡Por favor...!
Hizo una reverencia.
Koori estaba al otro lado del pasillo, sujetando ya la puerta que llevaba al despacho de Yui.
—Por favor.
· · ·
ZZZZZZUP. Otro destello rojo. Y Kiroe y Zetsuo aterrizaron en la arena con un estrepitoso golpe. Menos mal que la arena era blandita, pensó Kiroe. Quiso reír, pero el momento no lo merecía.
Se levantó y se sacudió la arena de la ropa. Observó con orgullo la marca sonriente que había dejado en la roca, allí en el risco. Todavía seguía intacta. Un buen rastro de sangre puede tardar años en desaparecer.
Y sin embargo, como si se estuviese evaporando poco a poco, la marca se desvanecería en unos segundos.
—Bien. Lo siento por el susto, creo... Creo que nunca te enseñé el Chiishio Kuchiyose... En fin, supongo que cuando descubras donde estamos me lo perdonarás —dijo Kiroe, alegre—. Bienvenido a la Playa de Amenokami.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)