6/10/2017, 16:32
Ayame señaló que ella también venía desde casa. Sí, pensó Daruu, pero Koori solía estar mucho tiempo fuera, a Kiroe él la veía continuamente. Podría haberle avisado. Enfurruñado, bajó la vista, se cruzó de brazos y echó a caminar hacia la pastelería cuando Ayame lo sugirió.
—Si la hacemos esperar, que se aguante —dijo, infantil—. Hubieran acabado antes diciéndonoslo directamente en lugar de haciendo el paripé este.
Daruu y Ayame entraron en la pastelería. Cliring clin clín, hicieron las campanillas del recibidor. Su madre giró a la vista hacia ellos, sonriendo traviesamente.
—Ji-jiiiií —rió.
—¡Nada de jijís! —espetó Daruu, y colgó el kasa y la capa en un perchero de plástico cercano a la puerta, junto a la cristalera—. Hemos tardado más para nada. ¡Vivimos en este bloque!
Kiroe se aclaró la garganta, se puso recta como un palo e hizo una reverencia.
—¡El protocolo es el protocolo! —anunció, rimbombante. Unas chicas en una mesa cercana cuchicheaban y se reían. Daruu las miró de reojo con cara de malos amigos, y, rojas como un tomate, apartaron la mirada—. Oh, ninjas, bienvenidos a la Pastelería de Kiroe-chan. Estáaabamos esperando su ayuuuda.
Daruu suspiró y pasó al lado de su madre.
—Córtalo ya, mamá —imploró—. Vamos a la cocina, y nos cuentas lo que tenemos que hacer, ¿sí? La gente nos está mirando y me pone ner-vio-so.
—Claro, claro —rio Kiroe—. Vamos, Ayame-chan, por aquí.
La mujer apremió a Ayame para que les siguiera. Ella nunca había estado allá adentro, pero Daruu conocía el camino y no tenía vergüenza alguna, ni tenía que pedir permiso. Quizás, por protocolo, sí. Pero a Daruu, sinceramente, le daba igual. Empujó la puerta de mal humor y los tres se adentraron en la cocina, una sala amplia con el suelo de azulejos negros y blancos, como el tablero de un ajedrez. Allí adentro hacía un calor agradable, fruto de la multitud de hornos que había a ambos lados de la sala.
Y el olor. Oh, dios, el olor.
Daruu estaba acostumbrado al olor empalagoso de las cocinas, pero para Ayame, el cálido vapor cargado de partículas de chocolate sería como entrar en el cielo.
...Ayame acababa de descubrir la respuesta a la pregunta que un bebé chocolatina le haría a sus padres cuando le estuviesen empezando a crecer más onzas: "¿mamá, mamá, de dónde vienen los dulces?" 1.
(1): Imaginad a un pequeño brownie preguntándole a un par de pasteles de chocolate hechos y derechos.
—Si la hacemos esperar, que se aguante —dijo, infantil—. Hubieran acabado antes diciéndonoslo directamente en lugar de haciendo el paripé este.
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Daruu y Ayame entraron en la pastelería. Cliring clin clín, hicieron las campanillas del recibidor. Su madre giró a la vista hacia ellos, sonriendo traviesamente.
—Ji-jiiiií —rió.
—¡Nada de jijís! —espetó Daruu, y colgó el kasa y la capa en un perchero de plástico cercano a la puerta, junto a la cristalera—. Hemos tardado más para nada. ¡Vivimos en este bloque!
Kiroe se aclaró la garganta, se puso recta como un palo e hizo una reverencia.
—¡El protocolo es el protocolo! —anunció, rimbombante. Unas chicas en una mesa cercana cuchicheaban y se reían. Daruu las miró de reojo con cara de malos amigos, y, rojas como un tomate, apartaron la mirada—. Oh, ninjas, bienvenidos a la Pastelería de Kiroe-chan. Estáaabamos esperando su ayuuuda.
Daruu suspiró y pasó al lado de su madre.
—Córtalo ya, mamá —imploró—. Vamos a la cocina, y nos cuentas lo que tenemos que hacer, ¿sí? La gente nos está mirando y me pone ner-vio-so.
—Claro, claro —rio Kiroe—. Vamos, Ayame-chan, por aquí.
La mujer apremió a Ayame para que les siguiera. Ella nunca había estado allá adentro, pero Daruu conocía el camino y no tenía vergüenza alguna, ni tenía que pedir permiso. Quizás, por protocolo, sí. Pero a Daruu, sinceramente, le daba igual. Empujó la puerta de mal humor y los tres se adentraron en la cocina, una sala amplia con el suelo de azulejos negros y blancos, como el tablero de un ajedrez. Allí adentro hacía un calor agradable, fruto de la multitud de hornos que había a ambos lados de la sala.
Y el olor. Oh, dios, el olor.
Daruu estaba acostumbrado al olor empalagoso de las cocinas, pero para Ayame, el cálido vapor cargado de partículas de chocolate sería como entrar en el cielo.
...Ayame acababa de descubrir la respuesta a la pregunta que un bebé chocolatina le haría a sus padres cuando le estuviesen empezando a crecer más onzas: "¿mamá, mamá, de dónde vienen los dulces?" 1.
(1): Imaginad a un pequeño brownie preguntándole a un par de pasteles de chocolate hechos y derechos.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)