12/10/2017, 03:36
Desasosiego. Fue lo que percibió el gyojin en cuanto observó los rostros de Daruu y el jonin, cuyos temples no cambiaron a pesar del mordaz recibimiento del escualo. En cambio, Amedama Daruu mantuvo la compostura y decidió, de un momento a otro; cortar directamente por la tangente, compartiendo de forma escueta la verdadera razón por la cuál Mogura y él se encontraban ahí frente a la puerta de su casa.
—Será mejor que te guardes los motes para otro momento, Kaido. Han secuestrado a Ayame, tenemos que irnos —dijo él, antes de darse vuelta y perderse por el lúgubre pasillo.
Entonces, Kaido tuvo que debatirse internamente sobre el cómo debía reaccionar ante la súbita revelación del Hyūga. ¿Es que se trataba de una broma, acaso, o Ayame realmente se encontraba en peligro?; y, en todo caso, ¿qué tenía que ver él con todo aquello? ¿Era un sospechoso, o...
«Por los ovarios de Yui-sama, si es que el pergamino está firmado y todo. Entonces es verdad, se han llevado a la pobre Ayame...»
Leyó detenidamente la información del rollo, y luego alzó la vista. Se encontró de golpe con la gélida y experimentada mirada de Kori, quién aprovechó la oportunidad de explicar un poco la situación.
—Necesitamos que te prepares y vengas con nosotros, Umikiba-kun —ordenó, y apenas el hielo habló, Kaido sintió la necesidad de asentir sin una pizca de rechiste. Buscó sus armas y utensilios, y volvió tan pronto como pudo en busca de más respuestas—. Ayame desapareció ayer por la mañana. Lo último que sabemos de ella es que se dirigió a las Playas de Amenokami, así que ese será nuestro primer destino para buscar cualquier pista y reunirnos con Aotsuki Zetsuo y Amedama Kiroe, ambos Jonin.
—¿Jonin? ¿pero quién coño ha cogido a Ayame entonces, un puto criminal supermega peligroso o qué? ¿y por qué, que quieren de ella? ¡aghh! mierda, no importa, no hay tiempo. Vámonos, me iréis explicando en el camino mejor.
Cerró la puerta detrás, y se encaminó hasta la salida. A la plaza en donde Daruu aguardaba con algo del trabajo ya adelantado. Fue llegar y conseguir dos pájaros coloridos formados de dulce perfectamente dispuestos para alzar vuelo en cualquier momento.
—Koori-sensei —dijo Daruu—. ¿Cabemos los dos en uno de tus búhos?
«¿Buhos? ésto se pone cada vez más extraño»
»Así me concentraré en mantener el jutsu y volarán más rápidos con ellos encima.
—Sólo hay una forma de saberlo.
Así pues, ni corto ni perezoso; el "sensei" llevó uno de sus dedos hasta los linderos de su boca y lo mordió hasta hacerlo sangrar. El aroma a hierro le hizo torcer la nariz al tiburón cuyas fosas eran especialmente sensibles a la sangre, aunque no quitó la mirada de todo aquel proceso que se le antojaba algo familiar. En algún lugar había leído alguna vez acerca de ese tipo de rituales de kuchiyose donde la sangre era un precio a pagar para ejecutar el llamado, una técnica bastante útil y versátil, desde luego.
Un enorme buho de prestigiosas alas y grandes orbes oculares apareció tras una nube de humo.
—Yukyō, sé que es un esfuerzo para ti, ¿pero te ves capaz de llevarnos a Daruu-kun y a mí hasta la playa de Amenokami sobre tu lomo?
—Las playas no quedan lejos, uuh uuh. Pero no podré volar tan rápido con el peso de ambos, uuh uuh.
Kaido se quedó viendo a la bestia alada, desafiante. Todo mientras tomaba su lugar en el pájaro morado, esperando que no se fuera a desmoronar mientras estuviesen en pleno vuelo.
—Un pez que vuela, no te jode... —dijo para sí, apenas lo suficientemente duro como para escucharse a sí mismo.
—Será mejor que te guardes los motes para otro momento, Kaido. Han secuestrado a Ayame, tenemos que irnos —dijo él, antes de darse vuelta y perderse por el lúgubre pasillo.
Entonces, Kaido tuvo que debatirse internamente sobre el cómo debía reaccionar ante la súbita revelación del Hyūga. ¿Es que se trataba de una broma, acaso, o Ayame realmente se encontraba en peligro?; y, en todo caso, ¿qué tenía que ver él con todo aquello? ¿Era un sospechoso, o...
«Por los ovarios de Yui-sama, si es que el pergamino está firmado y todo. Entonces es verdad, se han llevado a la pobre Ayame...»
Leyó detenidamente la información del rollo, y luego alzó la vista. Se encontró de golpe con la gélida y experimentada mirada de Kori, quién aprovechó la oportunidad de explicar un poco la situación.
—Necesitamos que te prepares y vengas con nosotros, Umikiba-kun —ordenó, y apenas el hielo habló, Kaido sintió la necesidad de asentir sin una pizca de rechiste. Buscó sus armas y utensilios, y volvió tan pronto como pudo en busca de más respuestas—. Ayame desapareció ayer por la mañana. Lo último que sabemos de ella es que se dirigió a las Playas de Amenokami, así que ese será nuestro primer destino para buscar cualquier pista y reunirnos con Aotsuki Zetsuo y Amedama Kiroe, ambos Jonin.
—¿Jonin? ¿pero quién coño ha cogido a Ayame entonces, un puto criminal supermega peligroso o qué? ¿y por qué, que quieren de ella? ¡aghh! mierda, no importa, no hay tiempo. Vámonos, me iréis explicando en el camino mejor.
Cerró la puerta detrás, y se encaminó hasta la salida. A la plaza en donde Daruu aguardaba con algo del trabajo ya adelantado. Fue llegar y conseguir dos pájaros coloridos formados de dulce perfectamente dispuestos para alzar vuelo en cualquier momento.
—Koori-sensei —dijo Daruu—. ¿Cabemos los dos en uno de tus búhos?
«¿Buhos? ésto se pone cada vez más extraño»
»Así me concentraré en mantener el jutsu y volarán más rápidos con ellos encima.
—Sólo hay una forma de saberlo.
Así pues, ni corto ni perezoso; el "sensei" llevó uno de sus dedos hasta los linderos de su boca y lo mordió hasta hacerlo sangrar. El aroma a hierro le hizo torcer la nariz al tiburón cuyas fosas eran especialmente sensibles a la sangre, aunque no quitó la mirada de todo aquel proceso que se le antojaba algo familiar. En algún lugar había leído alguna vez acerca de ese tipo de rituales de kuchiyose donde la sangre era un precio a pagar para ejecutar el llamado, una técnica bastante útil y versátil, desde luego.
Un enorme buho de prestigiosas alas y grandes orbes oculares apareció tras una nube de humo.
—Yukyō, sé que es un esfuerzo para ti, ¿pero te ves capaz de llevarnos a Daruu-kun y a mí hasta la playa de Amenokami sobre tu lomo?
—Las playas no quedan lejos, uuh uuh. Pero no podré volar tan rápido con el peso de ambos, uuh uuh.
Kaido se quedó viendo a la bestia alada, desafiante. Todo mientras tomaba su lugar en el pájaro morado, esperando que no se fuera a desmoronar mientras estuviesen en pleno vuelo.
—Un pez que vuela, no te jode... —dijo para sí, apenas lo suficientemente duro como para escucharse a sí mismo.