14/10/2017, 12:42
«Veinte bandejas... por unos cincuenta bollitos en cada bandeja...» Ayame palideció de sólo echar cuentas. ¡¿Cómo les iba a dar tiempo a hacer MIL bollitos?! ¡¡Morirían de viejos antes de terminarlos!!
Y aquel pensamiento fue el preludio de la tragedia.
—¡AH! —Ayame se apartó con una exclamación cuando sus dedos apenas rozaron el contenedor de la ralladura de las fresas Shiroshimo y Daruu se acercó a toda prisa y colocó una de sus manos sobre su espalda.
—¡Cuidado, Ayame-chan! Despacio. Da igual que tardes un poco más que yo, pero las ralladuras de la fresa queman al contacto por el frío. Tienes que tener mucho cuidado.
Ayame agachó la mirada, compungida, y murmuró una disculpa al aire.
—No te preocupes, Ayame. Me ha pasado más de una vez. Tú ten cuidado y no te hagas daño, que tampoco hay tanta prisa —añadió Kiroe, que se quitó el delantal y se acercó a la puerta de la cocina—. Bien. Llenad las bandejas. Cuando hayáis terminado, buscadme en la pastelería. Yo atenderé a la clientela mientras, ¿vale?
—¡Vale, mamá!
La pastelera los dejó a solas, Daruu cogió un poco más de pasta de calabaza y vainilla y Ayame le imitó.
—¿Qué piensa hacer con tantos bollos...?
—Pues no lo sé, la verdad... —respondió, sacudiendo ligeramente la cabeza. Con mucho más cuidado, cogió un poco de ralladura de fresa y suspiró con alivio al conseguirlo. Rápidamente, lo envolvió con la masa y la mezcló en el banco de cocina—. Pero si necesita tantos y quiere probar si a la gente le gusta antes de que llegue la temporada de fiestas de Viento Gris...
La bombilla se le encendió en el momento en el que rebozó la bola que había formado en el azúcar.
—¡Quizás quiere usarlos como muestras! —exclamó, al tiempo que dejaba su propia obra sobre la bandeja. Torció ligeramente el gesto al comprobar que no le había salido tan esférico como el de Kiroe o el de Daruu—. Oh...
Pero no se dejó amilanar por ello y volvió a tomar más masa.
Y aquel pensamiento fue el preludio de la tragedia.
—¡AH! —Ayame se apartó con una exclamación cuando sus dedos apenas rozaron el contenedor de la ralladura de las fresas Shiroshimo y Daruu se acercó a toda prisa y colocó una de sus manos sobre su espalda.
—¡Cuidado, Ayame-chan! Despacio. Da igual que tardes un poco más que yo, pero las ralladuras de la fresa queman al contacto por el frío. Tienes que tener mucho cuidado.
Ayame agachó la mirada, compungida, y murmuró una disculpa al aire.
—No te preocupes, Ayame. Me ha pasado más de una vez. Tú ten cuidado y no te hagas daño, que tampoco hay tanta prisa —añadió Kiroe, que se quitó el delantal y se acercó a la puerta de la cocina—. Bien. Llenad las bandejas. Cuando hayáis terminado, buscadme en la pastelería. Yo atenderé a la clientela mientras, ¿vale?
—¡Vale, mamá!
La pastelera los dejó a solas, Daruu cogió un poco más de pasta de calabaza y vainilla y Ayame le imitó.
—¿Qué piensa hacer con tantos bollos...?
—Pues no lo sé, la verdad... —respondió, sacudiendo ligeramente la cabeza. Con mucho más cuidado, cogió un poco de ralladura de fresa y suspiró con alivio al conseguirlo. Rápidamente, lo envolvió con la masa y la mezcló en el banco de cocina—. Pero si necesita tantos y quiere probar si a la gente le gusta antes de que llegue la temporada de fiestas de Viento Gris...
La bombilla se le encendió en el momento en el que rebozó la bola que había formado en el azúcar.
—¡Quizás quiere usarlos como muestras! —exclamó, al tiempo que dejaba su propia obra sobre la bandeja. Torció ligeramente el gesto al comprobar que no le había salido tan esférico como el de Kiroe o el de Daruu—. Oh...
Pero no se dejó amilanar por ello y volvió a tomar más masa.