15/10/2017, 12:45
—Ya... ¿Sabes qué? Lo que me preocupa es quién va a ofrecer esas muestras. ¿Sabes lo que te digo, no?
Ayame se estremeció.
—No... ¿No estarás pensando en...? —murmuró, mirándole de reojo. Si Kiroe había solicitado sus servicios porque estaba tan ocupada con la tienda que no podía hacerse cargo de los bollitos, cabía la terrible posibilidad de que...—. No... ¿Nosotros...?
Tragó saliva, con la terrorífica imagen en su cabeza de ella, vestida con el ridículo disfraz de un bollito de calabaza, ofreciendo a los viandantes las muestras de su duro trabajo con una sonrisa forzada. Y entre esa gente pronto apareció la desaprobadora mirada de su padre y el rostro inexpresivo de su hermano.
Gimoteó para sus adentros. ¿Qué clase de misión era aquella? ¿En qué momento les iban a enviar a una misión de verdad y no de simples recaderos...? No terminaba de entender aquella forma de llevar las cosas. ¡Se suponía que eran ninja! ¿Cómo iban a mejorar así sus habilidades?
—No pasa nada —dijo su compañero, interviniendo de nuevo para ayudarla con su torpeza con los bollitos—. Si no te sale a la primera puedes intentar darle la forma después.
—S... sí, lo siento —respondió, ruborizada hasta las orejas, antes de tomar un poco más de masa y volverlo a intentar. Con una risilla, señaló hacia las bandejas apiladas. Cinco, no veinte—. Sólo espero que Kiroe-san se haya equivocado de verdad con el número y no tenga más bandejas escondidas por ahí...
Tomó un poco de ralladura de fresa, lo mezcló bien y tras rebozarlo en el azúcar volvió a amasarlo para darle forma redondeada. En aquella ocasión, le salió una esfera perfecta, y no pudo evitar pegar un saltito de alegría:
—¡Mira, mira! ¡Este es PERFECTO!
Ayame se estremeció.
—No... ¿No estarás pensando en...? —murmuró, mirándole de reojo. Si Kiroe había solicitado sus servicios porque estaba tan ocupada con la tienda que no podía hacerse cargo de los bollitos, cabía la terrible posibilidad de que...—. No... ¿Nosotros...?
Tragó saliva, con la terrorífica imagen en su cabeza de ella, vestida con el ridículo disfraz de un bollito de calabaza, ofreciendo a los viandantes las muestras de su duro trabajo con una sonrisa forzada. Y entre esa gente pronto apareció la desaprobadora mirada de su padre y el rostro inexpresivo de su hermano.
Gimoteó para sus adentros. ¿Qué clase de misión era aquella? ¿En qué momento les iban a enviar a una misión de verdad y no de simples recaderos...? No terminaba de entender aquella forma de llevar las cosas. ¡Se suponía que eran ninja! ¿Cómo iban a mejorar así sus habilidades?
—No pasa nada —dijo su compañero, interviniendo de nuevo para ayudarla con su torpeza con los bollitos—. Si no te sale a la primera puedes intentar darle la forma después.
—S... sí, lo siento —respondió, ruborizada hasta las orejas, antes de tomar un poco más de masa y volverlo a intentar. Con una risilla, señaló hacia las bandejas apiladas. Cinco, no veinte—. Sólo espero que Kiroe-san se haya equivocado de verdad con el número y no tenga más bandejas escondidas por ahí...
Tomó un poco de ralladura de fresa, lo mezcló bien y tras rebozarlo en el azúcar volvió a amasarlo para darle forma redondeada. En aquella ocasión, le salió una esfera perfecta, y no pudo evitar pegar un saltito de alegría:
—¡Mira, mira! ¡Este es PERFECTO!