18/10/2017, 12:42
—Ya veremos, ya... —respondió Daruu, frotándose las manos, y Ayame alzó la barbilla en un gesto orgulloso.
Aquel intercambio de frases constituyeron el pistoletazo de salida. Ambos se pusieron de nuevo manos a la obra, y Ayame se esforzó con todas sus ganas en alcanzar a su compañero. Sin embargo, la diferencia de experiencia en aquella labor era una brecha insalvable entre ambos. Y aunque poco a poco fue ganando velocidad y confianza en sus movimientos, pronto comprobó que Daruu hacía aquello casi de manera mecánica, sus dos manos coordinándose de manera perfecta y, desde luego, mucho más eficiente y rápida que ella.
«¿Pero es que no se cansa?» Pensó en un momento que se vio obligada a detenerse. Contenía los resuellos para no demostrar su debilidad, pero le ardían los brazos de tanto amasar, mientras que su compañero seguía adelante como si nada.
Y al final, la derrota fue aplastante.
—¿Ves? He hecho un huevo más que tú —le espetó sin ningún tipo de pudor, sacándole la lengua. Y a Ayame, con un mohín de disgusto, le tocó callar y hundir los hombros, porque había quedado más que claro que Daruu podía hacer el doble de bollitos que ella casi sin esforzarse—. Hala. Te toca a ti avisar a mamá, por perder.
—"Hili, ti tiqui i ti ivisir i mimí, pir piiiirdiiiiir" —repitió entre dientes—. ¡Jolines!
Y, pese al berrinche infantil, Ayame se quitó el gorro y el delantal, los dejó sobre la percha que había junto a la puerta de la cocina y se asomó tímidamente para buscar a Kiroe con la mirada.
—Esto... ¿Kiroe-san? —la llamó, cuando la encontró—. Ya hemos terminado con eso.
Aquel intercambio de frases constituyeron el pistoletazo de salida. Ambos se pusieron de nuevo manos a la obra, y Ayame se esforzó con todas sus ganas en alcanzar a su compañero. Sin embargo, la diferencia de experiencia en aquella labor era una brecha insalvable entre ambos. Y aunque poco a poco fue ganando velocidad y confianza en sus movimientos, pronto comprobó que Daruu hacía aquello casi de manera mecánica, sus dos manos coordinándose de manera perfecta y, desde luego, mucho más eficiente y rápida que ella.
«¿Pero es que no se cansa?» Pensó en un momento que se vio obligada a detenerse. Contenía los resuellos para no demostrar su debilidad, pero le ardían los brazos de tanto amasar, mientras que su compañero seguía adelante como si nada.
Y al final, la derrota fue aplastante.
—¿Ves? He hecho un huevo más que tú —le espetó sin ningún tipo de pudor, sacándole la lengua. Y a Ayame, con un mohín de disgusto, le tocó callar y hundir los hombros, porque había quedado más que claro que Daruu podía hacer el doble de bollitos que ella casi sin esforzarse—. Hala. Te toca a ti avisar a mamá, por perder.
—"Hili, ti tiqui i ti ivisir i mimí, pir piiiirdiiiiir" —repitió entre dientes—. ¡Jolines!
Y, pese al berrinche infantil, Ayame se quitó el gorro y el delantal, los dejó sobre la percha que había junto a la puerta de la cocina y se asomó tímidamente para buscar a Kiroe con la mirada.
—Esto... ¿Kiroe-san? —la llamó, cuando la encontró—. Ya hemos terminado con eso.