20/10/2017, 03:34
Las aves que les llevaban a cuestas, de un momento a otro, comenzaron a labrar su descenso hasta los linderos de la playa, muy cerca de la orilla y de las dos únicas personas que aguardaban por ellos. Debía tratarse del tal Zetsuo, y de la tal Kiroe, pero para el escualo no hubo forma de comprobarlo. Nunca antes les había visto, pero resultaba un poco evidente que tenían que ser ellos. Así que lo dio por hecho, una vez que su ave aterrizó, finalmente.
El caramelo alado aleteó con él aún encima, urgiéndole a bajar. Y así lo hizo, por detrás de Mogura, y ligeramente más adelantado de un Kori que se tomó su tiempo de despedirse de su invocación, agradeciéndole por el enorme esfuerzo que había tenido que hacer para llevarle a ambos hasta la playa. Luego, un puff; y la tensión se ciño encima de todos los presentes, y particularmente en el gyojin.
—¿Qué significa esto Kōri? —inquirió el indignado padre de Ayame, cuya mirada se paseó invasiva y filosa por sobre Mogura, el primero en ser presentado. El energúmeno de la formalidad encorvó su espalda en una de sus ya conocidas reverencias formales, secundando a su presentación. Luego, Kaido fue finalmente señalado por la gélida mano de Kōri.
—Él es Umikiba Kaido, un miembro del clan Hōzuki.
Kaido, a diferencia de su compañero, no torció su espalda ni mucho menos. Tan solo asintió con la cabeza en forma de saludo, tratando de mantener su boca cerrada pues se sabía plenamente capaz de embarrarla con una de sus típicas intervenciones de mierda. Bajo otras circunstancias, seguro que habría dicho: "qué hay de nuevo, suegro" pero eso sólo le habría conseguido una muerte prematura, y no mucho más.
—¿Habéis encontrado algo, padre? —entonces, Zetsuo dio dos pasos. Y a Kōri le acercó una bandana, teñida con sangre; la cuál dejó reposar sobre sus manos—. ¿Es... de Ayame?
—Creemos que sí. Kowashi la encontró al inicio de la pista, desde ahí surgen varias pisadas que terminan convirtiéndose en las de una sola persona. Debieron de llevársela inconsciente a cuestas.
—¿Hacia dónde?
«Somos el agua, después de todo... » —meditó, con los ojos siguiendo el compás de las olas que rompían frente a ellos, susurrándoles el camino que los Kajitsu, y Ayame habían tomado, probablemente.
Pero Daruu no había perdido el tiempo para desconectarse de todo aquello que le hiciera perder la concentración, encontrando la compostura necesaria como para ponerse manos a la obra. O ojos a la obra, en todo caso, porque se remitió a su extraordinario dōjutsu y a la capacidad de éste de poder ver a través de las cosas. Miró, perplejo y expectante hacia el horizonte más azul, esperando encontrar algo.
Pero un proceso de caza tiene dos etapas: y si Daruu lograba zanjar la primera, seguro que Kaido podría encargarse de la segunda. Porque el enemigo no iba a esperar por ellos, no iban a dejar de moverse. Y si había una forma de mantener el margen, era a través de...
Kaido se acercó hasta los linderos de Zetsuo, y su hijo mayor. Les vio a los dos en silencio, luego miró a la bandana, y finalmente a ellos otra vez. Lucía serio, y bastante decidido respecto a su expresa petición.
—¿Puedo?
El caramelo alado aleteó con él aún encima, urgiéndole a bajar. Y así lo hizo, por detrás de Mogura, y ligeramente más adelantado de un Kori que se tomó su tiempo de despedirse de su invocación, agradeciéndole por el enorme esfuerzo que había tenido que hacer para llevarle a ambos hasta la playa. Luego, un puff; y la tensión se ciño encima de todos los presentes, y particularmente en el gyojin.
—¿Qué significa esto Kōri? —inquirió el indignado padre de Ayame, cuya mirada se paseó invasiva y filosa por sobre Mogura, el primero en ser presentado. El energúmeno de la formalidad encorvó su espalda en una de sus ya conocidas reverencias formales, secundando a su presentación. Luego, Kaido fue finalmente señalado por la gélida mano de Kōri.
—Él es Umikiba Kaido, un miembro del clan Hōzuki.
Kaido, a diferencia de su compañero, no torció su espalda ni mucho menos. Tan solo asintió con la cabeza en forma de saludo, tratando de mantener su boca cerrada pues se sabía plenamente capaz de embarrarla con una de sus típicas intervenciones de mierda. Bajo otras circunstancias, seguro que habría dicho: "qué hay de nuevo, suegro" pero eso sólo le habría conseguido una muerte prematura, y no mucho más.
—¿Habéis encontrado algo, padre? —entonces, Zetsuo dio dos pasos. Y a Kōri le acercó una bandana, teñida con sangre; la cuál dejó reposar sobre sus manos—. ¿Es... de Ayame?
—Creemos que sí. Kowashi la encontró al inicio de la pista, desde ahí surgen varias pisadas que terminan convirtiéndose en las de una sola persona. Debieron de llevársela inconsciente a cuestas.
—¿Hacia dónde?
«Somos el agua, después de todo... » —meditó, con los ojos siguiendo el compás de las olas que rompían frente a ellos, susurrándoles el camino que los Kajitsu, y Ayame habían tomado, probablemente.
Pero Daruu no había perdido el tiempo para desconectarse de todo aquello que le hiciera perder la concentración, encontrando la compostura necesaria como para ponerse manos a la obra. O ojos a la obra, en todo caso, porque se remitió a su extraordinario dōjutsu y a la capacidad de éste de poder ver a través de las cosas. Miró, perplejo y expectante hacia el horizonte más azul, esperando encontrar algo.
Pero un proceso de caza tiene dos etapas: y si Daruu lograba zanjar la primera, seguro que Kaido podría encargarse de la segunda. Porque el enemigo no iba a esperar por ellos, no iban a dejar de moverse. Y si había una forma de mantener el margen, era a través de...
Kaido se acercó hasta los linderos de Zetsuo, y su hijo mayor. Les vio a los dos en silencio, luego miró a la bandana, y finalmente a ellos otra vez. Lucía serio, y bastante decidido respecto a su expresa petición.
—¿Puedo?