21/10/2017, 18:44
Daruu fijó su mirada en el agua, y más allá del agua, hacia el lecho marino. Todavía podía ver el leve rastro de pisadas en la orilla, que rápidamente desaparecían, junto a la luz, que se tragaba el mar como si fuese un agujero negro. La arena estaba removida y casi no podía ver, pero entrecerró los ojos y se forzó todo lo que no se había forzado nunca para encontrar algún rastro de Ayame o de sus perseguidores.
—El agua está muy turbia —anunció—. Pero creo que veo lo suficiente para seguir rastreando. Esperad.
Su corazón bombeaba muy rápido y sentía los latidos reflejados en los pulsos de su visión. Respiró hondo varias veces y trató de tranquilizarse. Encontrar a Ayame dependía ahora de algo que sólo podía hacer él, y era como había dicho Kōri: dejar que sus sentimientos entorpecieran sólo haría que fuese más difícil de encontrarla. Ya la habían raptado. Ya no había marcha atrás. Ahora, si querían volverla a ver sólo tenían que encontrarla.
Estaban con Kōri, con Kiroe, con Zetsuo. Estaban con Mogura, que había ascendido a chūnin. Y estaban con Kaido, alguien en el que Daruu, si lo pensaba fríamente, podía confiar. Ambos habían salido con vida del rapto por parte de un abominable hombre de las nieves.
Ellos eran shinobi de Amegakure. Ellos tenían el poder para rescatarla.
Respiró hondo, de nuevo, y se concentró en la búsqueda.
Más allá, la oscuridad se hacía más acusada, pero Daruu entrecerró un poco más los ojos y trató de ver, de descubrir, de discernir. Ningún chakra brillaba en los alrededores: ya hacía tiempo que nadie estaba allí. Eso lo tranquilizó un poco más, en parte, porque podían acercarse un poco sin temor a que les atacasen. Y por otra parte le inquietaba: Ayame estaba más lejos aún.
—Ni rastro de ningún chakra, amigo o enemigo —continuó.
Se detuvo mientras rastreaba el fondo de sur a norte. Allí había un bulto, algo más oscuro de lo normal. Una silueta que destacaba y tenía una tonalidad más negra. Parecía una puerta, irregular. ¿Una...?
—¡Veo una cueva! —exclamó—. En esa dirección —dijo, señalando hacia el lugar donde la veía—. Está más o menos a doscientos metros, excavada en la pared de aquél acantilado. Es lo máximo que puedo alcanzar con el Byakugan ahora mismo. —Desde ese día, se decidió a entrenar para poder rastrear distancias más grandes—. La cueva se adentra hacia abajo y luego sube. ¿Una guarida secreta...?
Daruu se tambaleó, desactivó su Byakugan y cayó de culo al suelo. Kiroe se adelantó para sujetarle, pero no llegó a tiempo.
—¿Traéis respiradores, chicos?
—Cuestan un huevo —dijo Daruu, respondiendo totalmente natural—. Lo siento.
El muchacho estaba tumbado en el suelo, tapándose los ojos. No quería abrirlos. Porque los había abierto una vez y...
—¡N... no veo nada! ¡No veo nada!
—El agua está muy turbia —anunció—. Pero creo que veo lo suficiente para seguir rastreando. Esperad.
Su corazón bombeaba muy rápido y sentía los latidos reflejados en los pulsos de su visión. Respiró hondo varias veces y trató de tranquilizarse. Encontrar a Ayame dependía ahora de algo que sólo podía hacer él, y era como había dicho Kōri: dejar que sus sentimientos entorpecieran sólo haría que fuese más difícil de encontrarla. Ya la habían raptado. Ya no había marcha atrás. Ahora, si querían volverla a ver sólo tenían que encontrarla.
Estaban con Kōri, con Kiroe, con Zetsuo. Estaban con Mogura, que había ascendido a chūnin. Y estaban con Kaido, alguien en el que Daruu, si lo pensaba fríamente, podía confiar. Ambos habían salido con vida del rapto por parte de un abominable hombre de las nieves.
Ellos eran shinobi de Amegakure. Ellos tenían el poder para rescatarla.
Respiró hondo, de nuevo, y se concentró en la búsqueda.
Más allá, la oscuridad se hacía más acusada, pero Daruu entrecerró un poco más los ojos y trató de ver, de descubrir, de discernir. Ningún chakra brillaba en los alrededores: ya hacía tiempo que nadie estaba allí. Eso lo tranquilizó un poco más, en parte, porque podían acercarse un poco sin temor a que les atacasen. Y por otra parte le inquietaba: Ayame estaba más lejos aún.
—Ni rastro de ningún chakra, amigo o enemigo —continuó.
Se detuvo mientras rastreaba el fondo de sur a norte. Allí había un bulto, algo más oscuro de lo normal. Una silueta que destacaba y tenía una tonalidad más negra. Parecía una puerta, irregular. ¿Una...?
—¡Veo una cueva! —exclamó—. En esa dirección —dijo, señalando hacia el lugar donde la veía—. Está más o menos a doscientos metros, excavada en la pared de aquél acantilado. Es lo máximo que puedo alcanzar con el Byakugan ahora mismo. —Desde ese día, se decidió a entrenar para poder rastrear distancias más grandes—. La cueva se adentra hacia abajo y luego sube. ¿Una guarida secreta...?
Daruu se tambaleó, desactivó su Byakugan y cayó de culo al suelo. Kiroe se adelantó para sujetarle, pero no llegó a tiempo.
—¿Traéis respiradores, chicos?
—Cuestan un huevo —dijo Daruu, respondiendo totalmente natural—. Lo siento.
El muchacho estaba tumbado en el suelo, tapándose los ojos. No quería abrirlos. Porque los había abierto una vez y...
—¡N... no veo nada! ¡No veo nada!
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)