25/10/2017, 02:42
El escualo se mantuvo ajeno a la escena, sin mucho ánimo ni voluntad de inmiscuirse en el meollo. Porque estaba claro que él, de entre todos los presentes, era el menos indicado para intentar ayudar a Daruu a recuperar su visión, teniendo en cuenta que para Kaido la definición de remedio no era sino darle un severo manotazo en la cara para que espabilara de una puta vez, y se dejara de lloriqueos. Por suerte, Zetsuo tomó la iniciativa; aunque éste no le ayudó como lo habría hecho un médico convencional sino que sencillamente le tomó por la camisa, le batuqueó como si estuviese batiendo un par de huevos y le pidió, con voz fuerte y resolutiva, que abriera los ojos. Una solución rápida y efectiva, vamos.
La intervención del viejo Zetsuo pareció funcionar. Daruu los abrió, y su temple cambió para bien, luciendo mucho más aliviado que antes. A tal punto de que incluso se permitió bromear acerca de los entresijos que iba descubriendo a cuentagotas respecto al dōjutsu y a las limitaciones que éste tenía, según cómo y cuánto lo usase.
A Kaido también le habían pasado un par de deslices de ese tipo. Una vez usó tanto el Suika no jutsu que quedó hecho charquito durante dos días, sin poder reconstruirse.
—Bien. Kaido asegura que no necesita el respirador. Zetsuo, Kōri y Mogura vestirán el respirador, y yo mantendré dos burbujas de agua para mi y para Daruu. Con eso será suficiente.
Visto que todos estaban preparándose, Kaido decidió tomar la delantera y fue el primero en dejar que el oleaje bañara sus pies. Se adelantó a Kiroe y a su prójimo, mientras éstos elevaban sendas esferas de agua; y comenzó a andar a paso firme hasta que el agua le cubrió hasta el cuello. Ahí volteó sonriente y exclamó:
—Nos vemos abajo —sentenció, antes de que un severo glup le cubriese junto con el agua. El mar le envolvió en un abrazo fraternal, ansioso por el retorno de su hijo pródigo y le llevó rápidamente hasta las profundidades de aquel inmenso océano, donde sus agallas tomaron vida y palpitaron ansiosas mientras el agua pasaba a través de ellas. Su cuerpo, dinámico y confeccionado para nadar, se amoldeó a las corrientes y avanzó con grácil ligereza, encontrándose en su hábitat natural.
El gyojin dio su primer respingo ahí abajo, dejó salir un manojo de burbujas y entonces procuró dar un buen vistazo a su alrededor.
«Joder, nada como estar en casa»
La intervención del viejo Zetsuo pareció funcionar. Daruu los abrió, y su temple cambió para bien, luciendo mucho más aliviado que antes. A tal punto de que incluso se permitió bromear acerca de los entresijos que iba descubriendo a cuentagotas respecto al dōjutsu y a las limitaciones que éste tenía, según cómo y cuánto lo usase.
A Kaido también le habían pasado un par de deslices de ese tipo. Una vez usó tanto el Suika no jutsu que quedó hecho charquito durante dos días, sin poder reconstruirse.
—Bien. Kaido asegura que no necesita el respirador. Zetsuo, Kōri y Mogura vestirán el respirador, y yo mantendré dos burbujas de agua para mi y para Daruu. Con eso será suficiente.
Visto que todos estaban preparándose, Kaido decidió tomar la delantera y fue el primero en dejar que el oleaje bañara sus pies. Se adelantó a Kiroe y a su prójimo, mientras éstos elevaban sendas esferas de agua; y comenzó a andar a paso firme hasta que el agua le cubrió hasta el cuello. Ahí volteó sonriente y exclamó:
—Nos vemos abajo —sentenció, antes de que un severo glup le cubriese junto con el agua. El mar le envolvió en un abrazo fraternal, ansioso por el retorno de su hijo pródigo y le llevó rápidamente hasta las profundidades de aquel inmenso océano, donde sus agallas tomaron vida y palpitaron ansiosas mientras el agua pasaba a través de ellas. Su cuerpo, dinámico y confeccionado para nadar, se amoldeó a las corrientes y avanzó con grácil ligereza, encontrándose en su hábitat natural.
El gyojin dio su primer respingo ahí abajo, dejó salir un manojo de burbujas y entonces procuró dar un buen vistazo a su alrededor.
«Joder, nada como estar en casa»
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