25/10/2017, 11:24
Sin embargo, Daruu le tendió la porción del pastel que acababa de cortar.
—Toma, mejor sírvele el pastel y ya preparo yo el té —rio—. Porque supongo que no sabes preparar té verde, ¿verdad?
Con una punzada en el pecho, Ayame agachó la mirada con un ligero rubor cubriendo sus mejillas. No era muy amiga del té, pero, al contrario que con el café, sí sabía prepararlo. Sin embargo, no conocía como Daruu cómo funcionaban las cosas en la pastelería ni su modo de preparar las cosas, por lo que, con un pequeño mohín, se limitó a obedecer. Tomó el plato y se acercó a la mesa de Mogura, depositándolo con suavidad justo enfrente del chico.
Daruu se unió a ellos poco después, con una taza humeante sobre un plato que dejó también frente al cliente.
—¿Qué tal andas, Mogura-kun?
—Debo decir que bien. El Valle de los Dojos resultó ser un lugar interesante... ¡Pero hacía demasiado calor...!
Los dos chicos se enzarzaron en una cordial conversación, y Ayame se retiró unos pasos. La habían dejado a un lado y no quería entorpecer la conversación entre ambos. Por eso suspiró, se frotó con cierta inquietud el antebrazo y giró la cabeza buscando un nuevo cliente que atender.
—Toma, mejor sírvele el pastel y ya preparo yo el té —rio—. Porque supongo que no sabes preparar té verde, ¿verdad?
Con una punzada en el pecho, Ayame agachó la mirada con un ligero rubor cubriendo sus mejillas. No era muy amiga del té, pero, al contrario que con el café, sí sabía prepararlo. Sin embargo, no conocía como Daruu cómo funcionaban las cosas en la pastelería ni su modo de preparar las cosas, por lo que, con un pequeño mohín, se limitó a obedecer. Tomó el plato y se acercó a la mesa de Mogura, depositándolo con suavidad justo enfrente del chico.
Daruu se unió a ellos poco después, con una taza humeante sobre un plato que dejó también frente al cliente.
—¿Qué tal andas, Mogura-kun?
—Debo decir que bien. El Valle de los Dojos resultó ser un lugar interesante... ¡Pero hacía demasiado calor...!
Los dos chicos se enzarzaron en una cordial conversación, y Ayame se retiró unos pasos. La habían dejado a un lado y no quería entorpecer la conversación entre ambos. Por eso suspiró, se frotó con cierta inquietud el antebrazo y giró la cabeza buscando un nuevo cliente que atender.