31/10/2017, 12:03
Ayame exclamó, indignada. Miró alternativamente al traje y a él y se puso roja como un tomate. Negó enérgicamente con la cabeza objetando encarecidamente a ponerse el traje. Daruu se cruzó de brazos e infló todavía más los mofletes, infantil. Se imaginó con el traje puesto. Ni de coña iba a aceptar humillarse de esa manera.
Entonces, la muchacha sugirió echarlo a suertes. Y le recordó que no valía usar su dōjutsu. Daruu resopló y puso una mano detrás de la espalda.
—¡Piedra, papel...!
¡...tijera!
«No me puedo creer que esté haciendo esto...»
—¡Los nuevos bollitos de la Pastelería de Kiroe-chan! —anunciaba, agitando la campana—. ¡Rebajados a la mitad! ¡Pruebe los bollitos de vainilla y calabaza para las festividades de Viento Gris! ¡Pruebe y maravíllese! —Levantaba la voz, pero el tono era átono, tan soso como la expresión entrecerrada de sus ojos, carente de toda la alegría que antaño los había habitado.
Entonces, la muchacha sugirió echarlo a suertes. Y le recordó que no valía usar su dōjutsu. Daruu resopló y puso una mano detrás de la espalda.
—¡Piedra, papel...!
¡...tijera!
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«No me puedo creer que esté haciendo esto...»
—¡Los nuevos bollitos de la Pastelería de Kiroe-chan! —anunciaba, agitando la campana—. ¡Rebajados a la mitad! ¡Pruebe los bollitos de vainilla y calabaza para las festividades de Viento Gris! ¡Pruebe y maravíllese! —Levantaba la voz, pero el tono era átono, tan soso como la expresión entrecerrada de sus ojos, carente de toda la alegría que antaño los había habitado.