15/11/2017, 13:24
Kiroe negó con la cabeza (y de paso, con el dedo índice).
—No, no, no. Si eso, a un encargado. De todas formas no hace falta que vayáis a ninguno de los dos —dijo Kiroe—. A quien realmente deberíais de buscar es a...
...Kōri-sensei.
Según las explicaciones de su madre, Kōri había reportado ya el cumplimiento de la misión bajo permiso de Kiroe, de modo que era él quien tenía la recompensa de los muchachos en sus gélidas manos. Tras una corta visita a casa de Ayame, Zetsuo les indicó —bueno, le indicó a Daruu, porque él y su hija seguían sin hablarse— que el Hielo no se encontraba en casa, sino que había salido a cenar con un ex-compañero de equipo.
Los muchachos, llenos de curiosidad, se habían dirigido hacia la dirección que Zetsuo les había indicado. Cansados, con los pies doloridos, sucios y mojados por la lluvia, acabaron en un concurrido mercado, con tenderetes de comida semi-callejera a ambos lados (en Amegakure, la comida no podía ser callejera. Se mojaba. Lo veréis comprensible. En su lugar, habían pequeños locales con taburetes cubiertos por toldos impermeables). El olor de la comida recién hecha les llegó, sobrepasando incluso la cortina de agua que caía, inclemente, como siempre.
Una figura blanca en la distancia les llamó la atención. Estaba sentado al lado de otra, una mujer de cabello largo y rubio.
—Oye, crees que... ¿interrumpimos algo? —Daruu tragó saliva.
—No, no, no. Si eso, a un encargado. De todas formas no hace falta que vayáis a ninguno de los dos —dijo Kiroe—. A quien realmente deberíais de buscar es a...
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...Kōri-sensei.
Según las explicaciones de su madre, Kōri había reportado ya el cumplimiento de la misión bajo permiso de Kiroe, de modo que era él quien tenía la recompensa de los muchachos en sus gélidas manos. Tras una corta visita a casa de Ayame, Zetsuo les indicó —bueno, le indicó a Daruu, porque él y su hija seguían sin hablarse— que el Hielo no se encontraba en casa, sino que había salido a cenar con un ex-compañero de equipo.
Los muchachos, llenos de curiosidad, se habían dirigido hacia la dirección que Zetsuo les había indicado. Cansados, con los pies doloridos, sucios y mojados por la lluvia, acabaron en un concurrido mercado, con tenderetes de comida semi-callejera a ambos lados (en Amegakure, la comida no podía ser callejera. Se mojaba. Lo veréis comprensible. En su lugar, habían pequeños locales con taburetes cubiertos por toldos impermeables). El olor de la comida recién hecha les llegó, sobrepasando incluso la cortina de agua que caía, inclemente, como siempre.
Una figura blanca en la distancia les llamó la atención. Estaba sentado al lado de otra, una mujer de cabello largo y rubio.
—Oye, crees que... ¿interrumpimos algo? —Daruu tragó saliva.