15/11/2017, 14:13
Sin embargo, Kiroe levantó el dedo índice y lo movió de un lado a otro.
—No, no, no. Si eso, a un encargado —alegó, y Ayame se encogió de hombros. CUando había dicho Arashikage, en realidad era una manera general de referirse al edificio administrativo—. De todas formas no hace falta que vayáis a ninguno de los dos —añadió, para su completa extrañeza—. A quien realmente deberíais de buscar es a...
Ayame aguardaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido mientras Daruu le preguntaba a Zetsuo por la ubicación de su hermano. Tras una breve charla en la que ella ni siquiera se molestó en mirar a su padre, ambos chicos reanudaron la marcha hacia la dirección que les habían dado.
Ella aún tardó un buen rato en deshacerse de la amargura que sentía en el pecho. Por extraño que pudiera parecer, aquel silencio que mantenían desde el regreso desde el Valle de los Dojos le resultaba aún más doloroso que cuando le gritaba. Y nada parecía indicar que la situación fuera a mejorar pronto. Sin embargo, se esforzó con todas sus fuerzas en tratar de disimularlo y eclipsarlo con la careta del cansancio de llevar trabajando todo el día.
Ambos terminaron en un abarrotado mercado que exhibía diferentes puestos de comida protegidos de la lluvia por toldos impermeables. El olor de la carne frita, los fideos cociéndose, las especies, y varios ingredientes más que no supo identificar llegó hasta su nariz y se reflejó de forma inmediata en su estómago. Ahora que caía, desde que habían empezado la misión no se había llevado a la boca más que medio pastel de vainilla y calabaza...
—Oye, crees que... ¿interrumpimos algo? —la voz de Daruu la rescató del torbellino de hambre en el que se había sumido, y Ayame reaccionó sacudiendo la cabeza brevemente.
—¿Eh? Oh...
Y es que, a pocos metros de distancia, la figura inconfundible de Kōri resaltaba con toda su blancura en la noche de Amegakure. Junto a él se encontraba una mujer de cabello largo y rubio, posiblemente la excompañera de equipo del que les habían hablado. ¿Pero podría ser que...?
—¿Y si les espiamos? —Ayame esbozó una sonrisa maliciosa hacia Daruu.
No tenía ninguna constancia de que su hermano tuviera novia. De hecho, la simple le idea le chocaba como un martillazo en el cráneo. Alguien tan frío como su hermano... mostrándose cariñoso con alguien... teniendo novia... ¿Era posible?
—No, no, no. Si eso, a un encargado —alegó, y Ayame se encogió de hombros. CUando había dicho Arashikage, en realidad era una manera general de referirse al edificio administrativo—. De todas formas no hace falta que vayáis a ninguno de los dos —añadió, para su completa extrañeza—. A quien realmente deberíais de buscar es a...
...
Ayame aguardaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido mientras Daruu le preguntaba a Zetsuo por la ubicación de su hermano. Tras una breve charla en la que ella ni siquiera se molestó en mirar a su padre, ambos chicos reanudaron la marcha hacia la dirección que les habían dado.
Ella aún tardó un buen rato en deshacerse de la amargura que sentía en el pecho. Por extraño que pudiera parecer, aquel silencio que mantenían desde el regreso desde el Valle de los Dojos le resultaba aún más doloroso que cuando le gritaba. Y nada parecía indicar que la situación fuera a mejorar pronto. Sin embargo, se esforzó con todas sus fuerzas en tratar de disimularlo y eclipsarlo con la careta del cansancio de llevar trabajando todo el día.
Ambos terminaron en un abarrotado mercado que exhibía diferentes puestos de comida protegidos de la lluvia por toldos impermeables. El olor de la carne frita, los fideos cociéndose, las especies, y varios ingredientes más que no supo identificar llegó hasta su nariz y se reflejó de forma inmediata en su estómago. Ahora que caía, desde que habían empezado la misión no se había llevado a la boca más que medio pastel de vainilla y calabaza...
—Oye, crees que... ¿interrumpimos algo? —la voz de Daruu la rescató del torbellino de hambre en el que se había sumido, y Ayame reaccionó sacudiendo la cabeza brevemente.
—¿Eh? Oh...
Y es que, a pocos metros de distancia, la figura inconfundible de Kōri resaltaba con toda su blancura en la noche de Amegakure. Junto a él se encontraba una mujer de cabello largo y rubio, posiblemente la excompañera de equipo del que les habían hablado. ¿Pero podría ser que...?
—¿Y si les espiamos? —Ayame esbozó una sonrisa maliciosa hacia Daruu.
No tenía ninguna constancia de que su hermano tuviera novia. De hecho, la simple le idea le chocaba como un martillazo en el cráneo. Alguien tan frío como su hermano... mostrándose cariñoso con alguien... teniendo novia... ¿Era posible?