18/11/2017, 02:20
—Kaido-kun, ¿tú estás viendo lo que tenemos delante? Por favor, precaución —advirtió, en un susurro—. Confiemos en el buen juicio de nuestros mayores.
Kaido bufó, y lucía poco convencido. Poco convencido de confiar en el buen juicio de un padre enardecido de ira y de un hermano que, aparentemente, carecía de sentimientos. Teniendo en cuenta que su rostro calmo e inmutable no había mostrado un atisbo de absolutamente nada incluso desde que partieron de la playa. Era una roca, una pared de hielo inquebrantable e infranqueable. Koori, ese era su nombre.
—¿Araña? ¿Qué clase de insulto es ese? ¡No soy un asqueroso bicho, soy un pulpo! ¡La mejor pulpo imitadora del mundo!
Kaido hizo un ademán de taparse la boca, como si fuese a soltar la más grande carcajada de todas. ¿Un pulpo? ¡Por favor! ¿y qué era un pulpo comparado con el magnánimo rey del océano?; así que le miró desafiante y tan sonriente como sólo él podía estarlo. Sus ojos, sin embargo, se habrían desviado un instante hacia el agujero que por suerte había divisado. El espacio que les permitía salir a una posible caverna contigua.
Mohosho cogió una soberana bocanada de aire, y ...
—¡Cuidado!
La condenado pulpo sí que resultó ser un pulpo, pues de entre sus fauces salió una nube de humo concentrada de tinta que les cegó a todos y cada uno de los presentes. Supondría ser una técnica ejecutada para hacerle ganar el elemento sorpresa y atacar, probablemente, a uno de ellos; pero antes de que pudiera hacer nada, el mismo Kaido sintió el frío recorrer los linderos de la caverna en ipso facto. También, a su diestra, un forcejeo momentáneo, y luego, la nada.
La nada a su alrededor, aunque podían haber estado ocurriendo mil cosas. Aquel momento de dubitativa se convirtió en unos cuantos segundos de catarsis en los que el tiburón quedó pasmado, sin mover un ápice de su cuerpo. Discerniendo, tratando de ignorar la enseñanza que sus congéneres trataron de hacerle entender a través de todos los medios. No dañarás a los Hozuki, dijeron. ¿Pero eran ellos sus Hozuki? no, no lo eran. No...
—¡Kaido, bajo elagua! ¡Ayuda a Zetsuo-san!
Como si alguien le abriera los ojos, la voz de Daruu le sacó de su ensimismamiento y le hizo volver al ahora. Escuchó las perjuras del pulpo, y vio sus manos asmilarse al cañón de una pistola, de las que haría surgir sendas balas potentes que Koori no pudo parar a tiempo. Vio cómo los impacto, y vio de primera mano cómo el agua se tintaba de rojo.
No pudo hacer más que soltar su arma y arrojarse al agua de cabeza, esperando no encontrarse con lo peor.
Kaido bufó, y lucía poco convencido. Poco convencido de confiar en el buen juicio de un padre enardecido de ira y de un hermano que, aparentemente, carecía de sentimientos. Teniendo en cuenta que su rostro calmo e inmutable no había mostrado un atisbo de absolutamente nada incluso desde que partieron de la playa. Era una roca, una pared de hielo inquebrantable e infranqueable. Koori, ese era su nombre.
—¿Araña? ¿Qué clase de insulto es ese? ¡No soy un asqueroso bicho, soy un pulpo! ¡La mejor pulpo imitadora del mundo!
Kaido hizo un ademán de taparse la boca, como si fuese a soltar la más grande carcajada de todas. ¿Un pulpo? ¡Por favor! ¿y qué era un pulpo comparado con el magnánimo rey del océano?; así que le miró desafiante y tan sonriente como sólo él podía estarlo. Sus ojos, sin embargo, se habrían desviado un instante hacia el agujero que por suerte había divisado. El espacio que les permitía salir a una posible caverna contigua.
Mohosho cogió una soberana bocanada de aire, y ...
—¡Cuidado!
La condenado pulpo sí que resultó ser un pulpo, pues de entre sus fauces salió una nube de humo concentrada de tinta que les cegó a todos y cada uno de los presentes. Supondría ser una técnica ejecutada para hacerle ganar el elemento sorpresa y atacar, probablemente, a uno de ellos; pero antes de que pudiera hacer nada, el mismo Kaido sintió el frío recorrer los linderos de la caverna en ipso facto. También, a su diestra, un forcejeo momentáneo, y luego, la nada.
La nada a su alrededor, aunque podían haber estado ocurriendo mil cosas. Aquel momento de dubitativa se convirtió en unos cuantos segundos de catarsis en los que el tiburón quedó pasmado, sin mover un ápice de su cuerpo. Discerniendo, tratando de ignorar la enseñanza que sus congéneres trataron de hacerle entender a través de todos los medios. No dañarás a los Hozuki, dijeron. ¿Pero eran ellos sus Hozuki? no, no lo eran. No...
—¡Kaido, bajo elagua! ¡Ayuda a Zetsuo-san!
Como si alguien le abriera los ojos, la voz de Daruu le sacó de su ensimismamiento y le hizo volver al ahora. Escuchó las perjuras del pulpo, y vio sus manos asmilarse al cañón de una pistola, de las que haría surgir sendas balas potentes que Koori no pudo parar a tiempo. Vio cómo los impacto, y vio de primera mano cómo el agua se tintaba de rojo.
No pudo hacer más que soltar su arma y arrojarse al agua de cabeza, esperando no encontrarse con lo peor.