7/12/2017, 00:54
El recién llegado se había encontrado con una escena de lo más particular. En primer lugar había un muchacho tirado de cualquier manera en el suelo, pálido y débil pero aparentemente consciente; cerca de él, protegiéndolo, había dos personas que enarbolaban peligrosamente un kunai, un chico que aparentaba tener la misma edad que el herido pero cuya piel poseía un extraño color azulado y una mujer adulta a la que él conocía muy bien.
Afortunadamente, Kiroe le reconoció antes de que nadie cometiera ninguna imprudencia.
—¡Karoi! —exclamó la pastelera, con una sonrisa de alivio—. No te preocupes, Kaido-kun, es amigo. ¡Rápido, Karoi! Mi hijo me ha dicho que están en el pasillo central. Tú conoces este sitio mejor que nadie, así que sabes donde está, no lo dudo. ¡Vamos, ve con ellos! Kaido, tú también deberías de ir.
—¿Segura? —preguntó Kaido.
Kiroe se limitó a darse la vuelta, hacia malherido Mogura que aún seguía luchando contra la ponzoña que recorría su cuerpo y que el antídoto que le había suministrado se esforzaba por eliminar.
—Yo... no soy muy buena en enfrentamientos directos, y alguien tiene que cuidar de Mogura-kun —respondió—. No me gustaría perder un cliente tan importante como él- —Se agachó, y le acarició el cabello con suavidad—. Vamos, Mogura-kun. Resiste un poco más. Te invitaré a pastel de fresa cuando todo esto acabe.
Kaido se volvió entonces hacia Karoi.
—Bien, amigo; llévanos —le dijo y el hombre asintió con determinación. El escualo se volvió una última vez hacia Kiroe, señalándola con el dedo—. Y yo también voy a querer un poco de ese pastel, Kiroe-chan.
—¡Vamos! —exclamó el hombre, antes de girar sobre sus talones y echar a correr a toda velocidad pasillo arriba. El peso de su fornido cuerpo hacía que sus pasos resonaran con fuerza contra las baldosas, pero a Karoi
aquel detalle no parecía importarle. Desde luego, no estaba pretendiendo ser precisamente discreto—. Kaido-kun, ¿sí? Por lo que ha dicho Kiroe-san, Ayame debe estar en piso inferior. Precisamente... las dependencias de Reigetsu, el cerebro de todo esto. Esto no es bueno, ese hombre es capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere... ¡Tenemos que darnos prisa y llegar al pasillo central! ¿Sí?
Sin embargo, Karoi se vio obligado a detenerse en seco. Allí, al final del pasillo, había aparecido una sombra. Y ahora una enorme ola que abarcaba todo el corredor, tanto en ancho como en alto, se dirigía a ellos a toda velocidad.
—¡Cuidado, Kaido-kun!
Ayame podía sentir la mirada de todos clavados en ella, y por eso, abrumada, no tardó en romper el contacto visual agachando la cabeza. Junto a ella, Reigetsu sonreía con suavidad.
—¿¡Pero qué dices!? —exclamó Daruu, seguramente reflejando los pensamientos que inundaban las mentes de todos los presentes. Dio un paso al frente—. ¡Tu padre, tu hermano y yo hemos estado preocupadísimos por ti!
Ayame apretó los puños súbitamente.
—Los Kajitsu tienen preparado un instrumental completo para sacarte el bijū. Sólo te quieren por el monstruo. Sólo quieren ese poder.
—Eso es mentira... —farfulló entre dientes, temblando.
—¡No eres más que un jarrón para ellos, y yo... yo te...! ¡YO TE QUIERO, MALDITA SEA! ¡TODAS LAS MISIONES CON KŌRI-SENSEI...! ¡TODO...! —Preso de ira, Daruu echó a correr de repente hacia Reigetsu con una de sus palmas en posición de ataque—. ¡DÉJALA EN PAZ, HIJO DE PUTA!
—¡No, Daruu, espe...! —gruñó Zetsuo, lanzándose también hacia delante.
Pero Reigetsu seguía sonriendo, aparentemente despreocupado por el ataque del genin. De hecho, cuando estaba cerca de llegar a su posición, Ayame se interpuso entre ambos, gesto sombrío y manos entrelazadas en un sello.
Y entonces un muro de agua se levantó entre ambos.
Kōri apareció junto a Daruu súbitamente y le refrenó agarrándole por el brazo.
—¡Espera! —le dijo, y aunque seguí manteniendo la misma gélida calma de siempre se podía apreciar un tinte de alarma en su voz—. Sé que es difícil, pero debes mantener la cabeza fría. Él no es un enemigo corriente y debemos asegurarnos de que Ayame no sufra ningún dañ...
Kōri se interrumpió en seco. De nuevo, aquella sensación opresiva volvía a llenarlo todo.
—Vamos. Ya somos adultos para tratar estos asuntos de forma ciivilizada, ¿no es así? —la voz de Reigetsu resonó por todas y cada una de las cavidades de la sala, llegando hasta los oídos de los presentes, inundándolos, obligándolos a escucharle. Su presencia era demasiado poderosa, demasiado imponente. Y sólo había una persona en la sala capaz de rivalizar con ella—. No hay necesidad alguna de utilizar la violencia. Ayame y yo hemos estado hablando. Jamás sería capaz de hacerle ningún mal —continuó, meloso, y sus palabras sonaban tan creíbles que era casi imposible contradecirlas por muchas pruebas que hubiesen tenido con anterioridad—. Hemos hablado, y yo me he sentado a escucharla. A escuchar sus deseos. Oh, pero parece que vosotros jamás habéis hecho algo así, ¿verdad que no, pequeña Ayame...? ¿De verdad la conocéis tan bien como pensáis?
La muchacha seguía mordiéndose el labio inferior, pero sus ojos, aunque anegados de lágrimas, casi literalmente echaban chispas.
—Diles todo lo que me has dicho a mí, Ayame.
—La única que me quiere como un jarrón... es Arashikage-sama —siseó, todo su cuerpo temblando de ira—. Los únicos que me quieren por el monstruo que llevo dentro sois vosotros. ¡La aldea!
¡Regresé de una importante misión, salvé el mundo! ¿Y qué fue lo que recibí a cambio? ¡HUMILLACIÓN Y GRITOS! ¡Yui se rio en mi cara y me gritó! ¡Toda la gloria se la llevó Mogura! —chilló, y el agua del suelo estalló bajo su pie cuando le pegó un pisotón, sollozando a viva voz.
—¡A vosotros nunca os he importado! ¡Nunca me habéis escuchado! ¡Tú te me declaraste cuando supiste que era jinchūriki! ¡Sólo te importo por eso! —señaló a Daruu con el dedo índice—. ¡Me llamaste "mago ambulante", me llamaste "cobarde"!
»¿Y qué pasó en el torneo? ¡Queríais que abandonara tras la primera ronda por miedo! ¡Seguro que os habría gustado verme caer en la siguiente ronda! ¿Acaso os importó que perdiera de aquella manera contra aquel Uchiha? ¿Os importó que me llevara todos aquellos espadazos mientras suplicaba por poder al menos darle un golpe y no caer como un mero pelele? ¡Porque sólo recibí indiferencia y silencio después de eso! ¡Ni siquiera me dirigisteis la palabra de nuevo desde la discusión en la vuelta a la aldea! ¡Sólo queréis tenerme entre vuestras garras! Sobre todo tú... —añadió, mirando a Zetsuo con los ojos entrecerrados—. ¡Me abandonaste y buscaste un sustituto que pudiera cumplir tus exigencias al considerarme débil e incapaz! Era mi objetivo llegar a sorprenderte algún día, papá. Pero era un sueño inútil.
—Por eso me voy con los Kajitsu. Ellos saben apreciarme por lo que soy, y podrán entrenarme en más trucos de mago de feria. Ellos son mi nueva familia.
Reigetsu ensanchó aún más su sonrisa. Kōri tensó todos los músculos del cuerpo y el aire empezó a enfriarse...
—Ahí está. Es su deseo marcharse de Amegakure. ¿Vais a negarle también eso? ¿Le vais a quitar la libertad de elegir?
Afortunadamente, Kiroe le reconoció antes de que nadie cometiera ninguna imprudencia.
—¡Karoi! —exclamó la pastelera, con una sonrisa de alivio—. No te preocupes, Kaido-kun, es amigo. ¡Rápido, Karoi! Mi hijo me ha dicho que están en el pasillo central. Tú conoces este sitio mejor que nadie, así que sabes donde está, no lo dudo. ¡Vamos, ve con ellos! Kaido, tú también deberías de ir.
—¿Segura? —preguntó Kaido.
Kiroe se limitó a darse la vuelta, hacia malherido Mogura que aún seguía luchando contra la ponzoña que recorría su cuerpo y que el antídoto que le había suministrado se esforzaba por eliminar.
—Yo... no soy muy buena en enfrentamientos directos, y alguien tiene que cuidar de Mogura-kun —respondió—. No me gustaría perder un cliente tan importante como él- —Se agachó, y le acarició el cabello con suavidad—. Vamos, Mogura-kun. Resiste un poco más. Te invitaré a pastel de fresa cuando todo esto acabe.
Kaido se volvió entonces hacia Karoi.
—Bien, amigo; llévanos —le dijo y el hombre asintió con determinación. El escualo se volvió una última vez hacia Kiroe, señalándola con el dedo—. Y yo también voy a querer un poco de ese pastel, Kiroe-chan.
—¡Vamos! —exclamó el hombre, antes de girar sobre sus talones y echar a correr a toda velocidad pasillo arriba. El peso de su fornido cuerpo hacía que sus pasos resonaran con fuerza contra las baldosas, pero a Karoi
aquel detalle no parecía importarle. Desde luego, no estaba pretendiendo ser precisamente discreto—. Kaido-kun, ¿sí? Por lo que ha dicho Kiroe-san, Ayame debe estar en piso inferior. Precisamente... las dependencias de Reigetsu, el cerebro de todo esto. Esto no es bueno, ese hombre es capaz de cualquier cosa con tal de conseguir lo que quiere... ¡Tenemos que darnos prisa y llegar al pasillo central! ¿Sí?
Sin embargo, Karoi se vio obligado a detenerse en seco. Allí, al final del pasillo, había aparecido una sombra. Y ahora una enorme ola que abarcaba todo el corredor, tanto en ancho como en alto, se dirigía a ellos a toda velocidad.
—¡Cuidado, Kaido-kun!
. . .
Ayame podía sentir la mirada de todos clavados en ella, y por eso, abrumada, no tardó en romper el contacto visual agachando la cabeza. Junto a ella, Reigetsu sonreía con suavidad.
—¿¡Pero qué dices!? —exclamó Daruu, seguramente reflejando los pensamientos que inundaban las mentes de todos los presentes. Dio un paso al frente—. ¡Tu padre, tu hermano y yo hemos estado preocupadísimos por ti!
Ayame apretó los puños súbitamente.
—Los Kajitsu tienen preparado un instrumental completo para sacarte el bijū. Sólo te quieren por el monstruo. Sólo quieren ese poder.
—Eso es mentira... —farfulló entre dientes, temblando.
—¡No eres más que un jarrón para ellos, y yo... yo te...! ¡YO TE QUIERO, MALDITA SEA! ¡TODAS LAS MISIONES CON KŌRI-SENSEI...! ¡TODO...! —Preso de ira, Daruu echó a correr de repente hacia Reigetsu con una de sus palmas en posición de ataque—. ¡DÉJALA EN PAZ, HIJO DE PUTA!
—¡No, Daruu, espe...! —gruñó Zetsuo, lanzándose también hacia delante.
Pero Reigetsu seguía sonriendo, aparentemente despreocupado por el ataque del genin. De hecho, cuando estaba cerca de llegar a su posición, Ayame se interpuso entre ambos, gesto sombrío y manos entrelazadas en un sello.
Y entonces un muro de agua se levantó entre ambos.
Kōri apareció junto a Daruu súbitamente y le refrenó agarrándole por el brazo.
—¡Espera! —le dijo, y aunque seguí manteniendo la misma gélida calma de siempre se podía apreciar un tinte de alarma en su voz—. Sé que es difícil, pero debes mantener la cabeza fría. Él no es un enemigo corriente y debemos asegurarnos de que Ayame no sufra ningún dañ...
Kōri se interrumpió en seco. De nuevo, aquella sensación opresiva volvía a llenarlo todo.
—Vamos. Ya somos adultos para tratar estos asuntos de forma ciivilizada, ¿no es así? —la voz de Reigetsu resonó por todas y cada una de las cavidades de la sala, llegando hasta los oídos de los presentes, inundándolos, obligándolos a escucharle. Su presencia era demasiado poderosa, demasiado imponente. Y sólo había una persona en la sala capaz de rivalizar con ella—. No hay necesidad alguna de utilizar la violencia. Ayame y yo hemos estado hablando. Jamás sería capaz de hacerle ningún mal —continuó, meloso, y sus palabras sonaban tan creíbles que era casi imposible contradecirlas por muchas pruebas que hubiesen tenido con anterioridad—. Hemos hablado, y yo me he sentado a escucharla. A escuchar sus deseos. Oh, pero parece que vosotros jamás habéis hecho algo así, ¿verdad que no, pequeña Ayame...? ¿De verdad la conocéis tan bien como pensáis?
La muchacha seguía mordiéndose el labio inferior, pero sus ojos, aunque anegados de lágrimas, casi literalmente echaban chispas.
—Diles todo lo que me has dicho a mí, Ayame.
—La única que me quiere como un jarrón... es Arashikage-sama —siseó, todo su cuerpo temblando de ira—. Los únicos que me quieren por el monstruo que llevo dentro sois vosotros. ¡La aldea!
¡Regresé de una importante misión, salvé el mundo! ¿Y qué fue lo que recibí a cambio? ¡HUMILLACIÓN Y GRITOS! ¡Yui se rio en mi cara y me gritó! ¡Toda la gloria se la llevó Mogura! —chilló, y el agua del suelo estalló bajo su pie cuando le pegó un pisotón, sollozando a viva voz.
—¡A vosotros nunca os he importado! ¡Nunca me habéis escuchado! ¡Tú te me declaraste cuando supiste que era jinchūriki! ¡Sólo te importo por eso! —señaló a Daruu con el dedo índice—. ¡Me llamaste "mago ambulante", me llamaste "cobarde"!
»¿Y qué pasó en el torneo? ¡Queríais que abandonara tras la primera ronda por miedo! ¡Seguro que os habría gustado verme caer en la siguiente ronda! ¿Acaso os importó que perdiera de aquella manera contra aquel Uchiha? ¿Os importó que me llevara todos aquellos espadazos mientras suplicaba por poder al menos darle un golpe y no caer como un mero pelele? ¡Porque sólo recibí indiferencia y silencio después de eso! ¡Ni siquiera me dirigisteis la palabra de nuevo desde la discusión en la vuelta a la aldea! ¡Sólo queréis tenerme entre vuestras garras! Sobre todo tú... —añadió, mirando a Zetsuo con los ojos entrecerrados—. ¡Me abandonaste y buscaste un sustituto que pudiera cumplir tus exigencias al considerarme débil e incapaz! Era mi objetivo llegar a sorprenderte algún día, papá. Pero era un sueño inútil.
—Por eso me voy con los Kajitsu. Ellos saben apreciarme por lo que soy, y podrán entrenarme en más trucos de mago de feria. Ellos son mi nueva familia.
Reigetsu ensanchó aún más su sonrisa. Kōri tensó todos los músculos del cuerpo y el aire empezó a enfriarse...
—Ahí está. Es su deseo marcharse de Amegakure. ¿Vais a negarle también eso? ¿Le vais a quitar la libertad de elegir?