13/12/2017, 11:39
(Última modificación: 13/12/2017, 12:05 por Aotsuki Ayame.)
Para su completa sorpresa, Zetsuo sonrió, henchido de confianza.
—¿Cómo que no? Seguro que se nos ocurre algo. ¿Alguien tiene alguna...?
—Yo —replicó Daruu, volviéndose hacia Kōri—. Por favor, congela el agua de la cascada cuando ejecute mi técnica.
El chico se adelantó, pero Zetsuo le retuvo momentáneamente.
—Eh, Amedama, ¿sabes la fuerza que tiene una cascada de ese calibre, no? —le advirtió.
Pero Daruu, terco como sólo él podía ser, insistió:
—Creo que Kōri-sensei y yo podemos hacer algo.
Y había tal fuerza de determinación en su mirada, que Zetsuo le dejó marchar sin más contemplaciones. Ayame se colocó junto a su padre, contemplando al Hyūga con una mezcla de curiosidad y admiración. El chico se acercó al borde de la cascada, adelantó un pie, y entonces...
—Por favor, apartáos un poco. ¡¡Hakkeshō Kaiten!!
Ayame reprimió una exclamación de asombro cuando Daruu, usando su propio cuerpo como eje, comenzó a girar sobre sí mismo a toda velocidad. Una cúpula de chakra visible al ojo le rodeó de manera inmediata y la energía liberada revolvió los ropajes y los cabellos de los presentes. El agua, incapaz de atravesar aquella barrera, salía disparada por encima de ella. Kōri se adelantó entonces, y el aire se enfrió de repente. Tanto, que el vaho se condensó entre sus labios y Ayame tuvo que abrazarse a sí misma, tiritando. Kōri apoyó casi con delicadeza la mano sobre el agua. Un fino dedo de hielo recorrió el agua a toda velocidad, pasando junto a Daruu ignorándolo, y cuando llegó hasta la base de la cascada se detuvo momentáneamente. En apenas unos pocos segundos, la telaraña de hielo envolvió la cascada, congelándola de abajo a arriba. Juntos, Daruu y Kōri habían formado un tubo de hielo a través del cual podrían subir.
La temperatura dentro de la cueva había vuelto a la normalidad, y Ayame se tuvo que obligar a cerrar la boca cuando se dio cuenta de que se había quedado boquiabierta. ¿Cuándo habían desarrollado un trabajo en equipo tan espectacular?
Era... envidiable...
—Ahora... hay... un... agujero... Je... —Daruu cayó de culo al agua.
Kōri se había tambaleado también ligeramente, exhausto después de haber tenido que utilizar dos veces en un mismo día su técnica más poderosa, pero el jonin aguantó el tipo apoyando una mano en la pared del tubo que acababan de crear.
—Mmh... —Zetsuo se acercó al tubo de hielo, pensativo, y le dio dos golpecitos con el nudillo—. Parece resistente, pero resbaladizo. Podremos subir, pero tendremos que tener cuidado. Vamos. Subamos.
—Espera... Estoy agotado.
—Deja de llorar, nenaza. Llevas todo el día haciéndolo.
Zetsuo lideró la marcha. Detrás de él fueron Daruu y Kaido, y en la retaguardia el trío formado por Karoi, Kōri y Ayame. Karoi le cedió el paso a la muchacha en la entrada con un gesto galante, y ella aceptó con una leve inclinación de cabeza. Sin embargo, al mirar hacia arriba, sintió algo más que fascinación por aquel tubo de hielo. Tenían por delante unos diez metros de escalada por una superficie que, aunque parecía bastante resistente, también era muy resbaladiza. Tendrían que tener mucho cuidado si no querían caer al vacío por un error estúpido.
Pese a su agotamiento, Daruu no tuvo ningún tipo de dificultad para subir por el túnel. De hecho, se colocó enseguida a la par de Zetsuo. Kaido lo tuvo algo más complicado, quizás fruto de que estaba cansado después de un día tan largo como aquel no lograba concentrarse lo suficiente y se quedaba algo rezagado, pero también subió sin mayores problemas. Sin embargo, Ayame no sólo se había quedado rezagada sino que además estaba teniendo verdaderos problemas para mantener la concentración sobre el flujo de chakra que intentaba por todos los medios mantener en sus pies. Aún se sentía ligeramente mareada, y el eco de un extraño zumbido aún resonaba en su mente después de que hubiesen roto la técnica. Pese a todo, no osó quejarse en ningún momento, se esforzó en concentrarse en mantener un flujo de chakra constante en la planta de sus pies para seguir adherida al hielo y...
Uno de sus pies resbaló.
—¡AAAHHH!
—¡AYAME! —gritó Karoi.
Su cuerpo cayó varios metros pero afortunadamente consiguió desbloquear a tiempo el kunai de su manga y clavarlo con la suficiente fuerza en la pared de hielo para frenarse. Respirando agitadamente y con el corazón aún palpitándole en las sienes, se permitió parar unos segundos para recuperarse del susto, calmarse y regresar a la normalidad. Sintió que la agarraban de ambos brazos, y cuando alzó la cabeza se encontró con la mirada preocupada de Karoi y la gelidez de su hermano.
—¿Estás bien?
—S... sí... perdón.
Volvió a acumular el chakra en la planta de los pies y, esta vez sí, consiguió llegar arriba del todo.
El grupo entero retomó el pasillo central, de vuelta hacia la entrada.
Mientras esperaban el regreso de los demás, Mogura y Kiroe seguían conversando entre ellos y pensando en la manera de poder salir de ahí.
El médico, extrañamente empecinado por el desagüe de la celda en la que había estado encerrado, sugirió que quizás podrían salir por allí. Pero sin duda recordaría enseguida que aquel sumidero era demasiado pequeño como para que pudiera caber una persona por él, ya fuera adulto o niño.
—¿Cómo que no? Seguro que se nos ocurre algo. ¿Alguien tiene alguna...?
—Yo —replicó Daruu, volviéndose hacia Kōri—. Por favor, congela el agua de la cascada cuando ejecute mi técnica.
El chico se adelantó, pero Zetsuo le retuvo momentáneamente.
—Eh, Amedama, ¿sabes la fuerza que tiene una cascada de ese calibre, no? —le advirtió.
Pero Daruu, terco como sólo él podía ser, insistió:
—Creo que Kōri-sensei y yo podemos hacer algo.
Y había tal fuerza de determinación en su mirada, que Zetsuo le dejó marchar sin más contemplaciones. Ayame se colocó junto a su padre, contemplando al Hyūga con una mezcla de curiosidad y admiración. El chico se acercó al borde de la cascada, adelantó un pie, y entonces...
—Por favor, apartáos un poco. ¡¡Hakkeshō Kaiten!!
Ayame reprimió una exclamación de asombro cuando Daruu, usando su propio cuerpo como eje, comenzó a girar sobre sí mismo a toda velocidad. Una cúpula de chakra visible al ojo le rodeó de manera inmediata y la energía liberada revolvió los ropajes y los cabellos de los presentes. El agua, incapaz de atravesar aquella barrera, salía disparada por encima de ella. Kōri se adelantó entonces, y el aire se enfrió de repente. Tanto, que el vaho se condensó entre sus labios y Ayame tuvo que abrazarse a sí misma, tiritando. Kōri apoyó casi con delicadeza la mano sobre el agua. Un fino dedo de hielo recorrió el agua a toda velocidad, pasando junto a Daruu ignorándolo, y cuando llegó hasta la base de la cascada se detuvo momentáneamente. En apenas unos pocos segundos, la telaraña de hielo envolvió la cascada, congelándola de abajo a arriba. Juntos, Daruu y Kōri habían formado un tubo de hielo a través del cual podrían subir.
La temperatura dentro de la cueva había vuelto a la normalidad, y Ayame se tuvo que obligar a cerrar la boca cuando se dio cuenta de que se había quedado boquiabierta. ¿Cuándo habían desarrollado un trabajo en equipo tan espectacular?
Era... envidiable...
—Ahora... hay... un... agujero... Je... —Daruu cayó de culo al agua.
Kōri se había tambaleado también ligeramente, exhausto después de haber tenido que utilizar dos veces en un mismo día su técnica más poderosa, pero el jonin aguantó el tipo apoyando una mano en la pared del tubo que acababan de crear.
—Mmh... —Zetsuo se acercó al tubo de hielo, pensativo, y le dio dos golpecitos con el nudillo—. Parece resistente, pero resbaladizo. Podremos subir, pero tendremos que tener cuidado. Vamos. Subamos.
—Espera... Estoy agotado.
—Deja de llorar, nenaza. Llevas todo el día haciéndolo.
Zetsuo lideró la marcha. Detrás de él fueron Daruu y Kaido, y en la retaguardia el trío formado por Karoi, Kōri y Ayame. Karoi le cedió el paso a la muchacha en la entrada con un gesto galante, y ella aceptó con una leve inclinación de cabeza. Sin embargo, al mirar hacia arriba, sintió algo más que fascinación por aquel tubo de hielo. Tenían por delante unos diez metros de escalada por una superficie que, aunque parecía bastante resistente, también era muy resbaladiza. Tendrían que tener mucho cuidado si no querían caer al vacío por un error estúpido.
Pese a su agotamiento, Daruu no tuvo ningún tipo de dificultad para subir por el túnel. De hecho, se colocó enseguida a la par de Zetsuo. Kaido lo tuvo algo más complicado, quizás fruto de que estaba cansado después de un día tan largo como aquel no lograba concentrarse lo suficiente y se quedaba algo rezagado, pero también subió sin mayores problemas. Sin embargo, Ayame no sólo se había quedado rezagada sino que además estaba teniendo verdaderos problemas para mantener la concentración sobre el flujo de chakra que intentaba por todos los medios mantener en sus pies. Aún se sentía ligeramente mareada, y el eco de un extraño zumbido aún resonaba en su mente después de que hubiesen roto la técnica. Pese a todo, no osó quejarse en ningún momento, se esforzó en concentrarse en mantener un flujo de chakra constante en la planta de sus pies para seguir adherida al hielo y...
Uno de sus pies resbaló.
—¡AAAHHH!
—¡AYAME! —gritó Karoi.
Su cuerpo cayó varios metros pero afortunadamente consiguió desbloquear a tiempo el kunai de su manga y clavarlo con la suficiente fuerza en la pared de hielo para frenarse. Respirando agitadamente y con el corazón aún palpitándole en las sienes, se permitió parar unos segundos para recuperarse del susto, calmarse y regresar a la normalidad. Sintió que la agarraban de ambos brazos, y cuando alzó la cabeza se encontró con la mirada preocupada de Karoi y la gelidez de su hermano.
—¿Estás bien?
—S... sí... perdón.
Volvió a acumular el chakra en la planta de los pies y, esta vez sí, consiguió llegar arriba del todo.
El grupo entero retomó el pasillo central, de vuelta hacia la entrada.
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Mientras esperaban el regreso de los demás, Mogura y Kiroe seguían conversando entre ellos y pensando en la manera de poder salir de ahí.
El médico, extrañamente empecinado por el desagüe de la celda en la que había estado encerrado, sugirió que quizás podrían salir por allí. Pero sin duda recordaría enseguida que aquel sumidero era demasiado pequeño como para que pudiera caber una persona por él, ya fuera adulto o niño.