14/12/2017, 10:52
(Última modificación: 14/12/2017, 10:53 por Aotsuki Ayame.)
Al final, algunos más pronto que otros, todos consiguieron salir del túnel de hielo. Ayame fue la última en incorporarse, pues había necesitado cierta ayuda de Karoi y Kōri para ascender, pero cuando lo hizo, Daruu le acarició la espalda con afecto.
—Vamos.
—Daruu, y Ayame, en un booooosque —oyó la voz cantarina de Kaido junto a ellos, y Ayame sintió la imperiosa necesidad de darle una patada en la espinilla para hacerle callar. Sin embargo, pronto se recordó que El Tiburón había ido hasta allí para salvarle la vida, por lo que al final se limitó a sonrojarse hasta las orejas y lanzarle una mirada afilada.
—Oye, Karoi —intervino Zetsuo, ajeno al espectáculo de los más jóvenes—. Tú conoces este lugar quizás mejor que ninguno de nosotros. Por algo has trabajado de doble agente.
«D... ¡¿Doble agente?!» Ayame se detuvo momentáneamente, con los ojos abiertos como platos. ¿Había escuchado bien? ¿Doble agente? ¿Karoi había formado parte de los Kajitsu como espía de Amegakure?
Su tío, consciente de su estupefacción, se volvió hacia ella con una sonrisa afable.
—Perdona, pequeñaja, creía que ya te lo había dicho, pero por la cara que has puesto imagino que no, ¿sí? —Sacó de uno de los bolsillos de su gabardina una máscara que representaba un caballito de mar, y Ayame contuvo la respiración al verla—. No sé si lo recordarás, pero también participé en el sellado del Bijū bajo el nombre falso de Umiuma.
Ayame asintió con lentitud, pálida como la cera. ¿Cómo iba a olvidar aquel día?
—Ya conocía de la existencia de los Kajitsu, y sabía lo que pasaría después de que te sellaran al Gobi, así que me infiltré entre sus filas buscando la identidad de su líder y la ubicación de su guarida. Sin embargo, al ser un "alevín recién llegado" nunca llegaron a confiar en mí del todo. Tuve que darles algo de información para ganarme su confianza, pero aún así me llevó tiempo. Demasiado tiempo —admitió, sombrío—. Lo siento, pequeñaja, no conseguí hacerlo a tiempo.
Ayame pareció despertar de un sueño. Sacudió la cabeza y se obligó a esbozar una sonrisa.
—N... ¡No tienes que disculparte! Has corrido muchos riesgos por mi seguridad... gracias.
Karoi le devolvió la sonrisa y después se volvió a Zetsuo para que continuara hablando.
—Los Kajitsu debieron vernos cuando nos dirigíamos hacia el acantilado. Tal vez... ¿No habrá una forma de salir por arriba, hacia la cima del desfiladero? Nosotros hemos entrado por un túnel muy angosto... Y no tenemos respiradores suficientes para todo el grupo. Kiroe tiene una técnica muy útil para eso, pero no sé cuántas burbujas podrá crear, y no caben por el agujero de entrada de todas formas.
Karoi se llevó una mano al mentón, y se acarició la perilla con gesto pensativo.
—No conozco tan bien esta guarida como me gustaría, la verdad. Pero es probable que exista una vía hacia la superficie... y si no también podría...
—¡La cascada seguía subiendo! —intervino Ayame de golpe, en un desesperado intento por resultar útil y redimirse de sus errores pasados.
—¿Cómo dices, Ayame? —le interpeló Kōri.
—¡La cascada por la que hemos subido! Seguía subiendo aún más, y el techo estaba abierto al cielo. ¡Quizás lleve a la cima del desfiladero!
—Vamos.
—Daruu, y Ayame, en un booooosque —oyó la voz cantarina de Kaido junto a ellos, y Ayame sintió la imperiosa necesidad de darle una patada en la espinilla para hacerle callar. Sin embargo, pronto se recordó que El Tiburón había ido hasta allí para salvarle la vida, por lo que al final se limitó a sonrojarse hasta las orejas y lanzarle una mirada afilada.
—Oye, Karoi —intervino Zetsuo, ajeno al espectáculo de los más jóvenes—. Tú conoces este lugar quizás mejor que ninguno de nosotros. Por algo has trabajado de doble agente.
«D... ¡¿Doble agente?!» Ayame se detuvo momentáneamente, con los ojos abiertos como platos. ¿Había escuchado bien? ¿Doble agente? ¿Karoi había formado parte de los Kajitsu como espía de Amegakure?
Su tío, consciente de su estupefacción, se volvió hacia ella con una sonrisa afable.
—Perdona, pequeñaja, creía que ya te lo había dicho, pero por la cara que has puesto imagino que no, ¿sí? —Sacó de uno de los bolsillos de su gabardina una máscara que representaba un caballito de mar, y Ayame contuvo la respiración al verla—. No sé si lo recordarás, pero también participé en el sellado del Bijū bajo el nombre falso de Umiuma.
Ayame asintió con lentitud, pálida como la cera. ¿Cómo iba a olvidar aquel día?
—Ya conocía de la existencia de los Kajitsu, y sabía lo que pasaría después de que te sellaran al Gobi, así que me infiltré entre sus filas buscando la identidad de su líder y la ubicación de su guarida. Sin embargo, al ser un "alevín recién llegado" nunca llegaron a confiar en mí del todo. Tuve que darles algo de información para ganarme su confianza, pero aún así me llevó tiempo. Demasiado tiempo —admitió, sombrío—. Lo siento, pequeñaja, no conseguí hacerlo a tiempo.
Ayame pareció despertar de un sueño. Sacudió la cabeza y se obligó a esbozar una sonrisa.
—N... ¡No tienes que disculparte! Has corrido muchos riesgos por mi seguridad... gracias.
Karoi le devolvió la sonrisa y después se volvió a Zetsuo para que continuara hablando.
—Los Kajitsu debieron vernos cuando nos dirigíamos hacia el acantilado. Tal vez... ¿No habrá una forma de salir por arriba, hacia la cima del desfiladero? Nosotros hemos entrado por un túnel muy angosto... Y no tenemos respiradores suficientes para todo el grupo. Kiroe tiene una técnica muy útil para eso, pero no sé cuántas burbujas podrá crear, y no caben por el agujero de entrada de todas formas.
Karoi se llevó una mano al mentón, y se acarició la perilla con gesto pensativo.
—No conozco tan bien esta guarida como me gustaría, la verdad. Pero es probable que exista una vía hacia la superficie... y si no también podría...
—¡La cascada seguía subiendo! —intervino Ayame de golpe, en un desesperado intento por resultar útil y redimirse de sus errores pasados.
—¿Cómo dices, Ayame? —le interpeló Kōri.
—¡La cascada por la que hemos subido! Seguía subiendo aún más, y el techo estaba abierto al cielo. ¡Quizás lleve a la cima del desfiladero!