16/12/2017, 02:39
Y él que creía saber toda la verdad, pero no. ¡No, ni de cerca!
Con cada intercambio de palabras, nuevas cosas eran reveladas. Cosas que, incluso Ayame siendo la guardiana desconocía de su propio sellado. Y es que Karoi, sin pelos en la lengua, confesó formar parte de aquella fatídica noche en la que el Gobi resultó ser sellado en Ayame, usando él el nombre de Umiuma.
Y fue a partir de ahí que su infiltración comenzó a labrarse, camino que les llevó finalmente hasta ese día, en donde todo se fue a la mierda. Para los Kajitsu, claro.
—¡La cascada seguía subiendo! —cuando la pequeñaja exclamó aquello, Kaido le encajó la mirada por un par de segundos, dubitativo. Luego, subió la cabeza e imaginó a la cascada, aunque no se encontrasen frente a ella. ¿Podría ser, no? quizás, la misma llevase hasta el tope de todo. El escualo alzó los hombros, gratamente sorprendido. Al final de todo Ayame iba a serles útil, para algo.
Tan útil como para obligarles a volver. A tomar el mismo pasillo de regreso, al menos hasta que se encontraron cara a cara con Kiroe, y Mogura.
La primera, sin embargo, no escatimó en esfuerzos y se balanceó a por todas hacia Ayame y su padre con exorbitante alegría, tumbándoles a ambos al suelo y demostrándole tanto afecto que resultaba incluso empalagoso. Y hasta extraño, muy extraño.
¿Cómo funcionaba aquello, exactamente? ¿Ayame y Daruu eran novios, y Zetsuo y Kiroe también? ¿qué papel jugaba el Hielo en aquella familia disfuncional?
Kaido azotó su cara de lado a lado, tratando de sacarse aquellas maquinaciones de su cabeza. Y desde luego que no iba a atreverse a bromear sobre aquello, porque bien que podría aguantar una rabieta de Ayame, pero no así de toda su maldita familia. Y del Hyuga.
Lo mejor era cortar por lo sano y jugar, como ellos, a la familia feliz.
Miró a Mogura. Se acercó hasta él y le tendió la mano, con una sonrisa socarrona en el rostro.
—¿Todo bien, compañero? —le increpó—. ¿qué tal ese veneno, sabroso?
Evidentemente, estaba bromeando. Lo cierto era que respetaba a Mogura por lo que había logrado, que fue salir plenamente victorioso de su combate, uno a uno. Mierda que sí lo había hecho bien.
Con cada intercambio de palabras, nuevas cosas eran reveladas. Cosas que, incluso Ayame siendo la guardiana desconocía de su propio sellado. Y es que Karoi, sin pelos en la lengua, confesó formar parte de aquella fatídica noche en la que el Gobi resultó ser sellado en Ayame, usando él el nombre de Umiuma.
Y fue a partir de ahí que su infiltración comenzó a labrarse, camino que les llevó finalmente hasta ese día, en donde todo se fue a la mierda. Para los Kajitsu, claro.
—¡La cascada seguía subiendo! —cuando la pequeñaja exclamó aquello, Kaido le encajó la mirada por un par de segundos, dubitativo. Luego, subió la cabeza e imaginó a la cascada, aunque no se encontrasen frente a ella. ¿Podría ser, no? quizás, la misma llevase hasta el tope de todo. El escualo alzó los hombros, gratamente sorprendido. Al final de todo Ayame iba a serles útil, para algo.
Tan útil como para obligarles a volver. A tomar el mismo pasillo de regreso, al menos hasta que se encontraron cara a cara con Kiroe, y Mogura.
La primera, sin embargo, no escatimó en esfuerzos y se balanceó a por todas hacia Ayame y su padre con exorbitante alegría, tumbándoles a ambos al suelo y demostrándole tanto afecto que resultaba incluso empalagoso. Y hasta extraño, muy extraño.
¿Cómo funcionaba aquello, exactamente? ¿Ayame y Daruu eran novios, y Zetsuo y Kiroe también? ¿qué papel jugaba el Hielo en aquella familia disfuncional?
Kaido azotó su cara de lado a lado, tratando de sacarse aquellas maquinaciones de su cabeza. Y desde luego que no iba a atreverse a bromear sobre aquello, porque bien que podría aguantar una rabieta de Ayame, pero no así de toda su maldita familia. Y del Hyuga.
Lo mejor era cortar por lo sano y jugar, como ellos, a la familia feliz.
Miró a Mogura. Se acercó hasta él y le tendió la mano, con una sonrisa socarrona en el rostro.
—¿Todo bien, compañero? —le increpó—. ¿qué tal ese veneno, sabroso?
Evidentemente, estaba bromeando. Lo cierto era que respetaba a Mogura por lo que había logrado, que fue salir plenamente victorioso de su combate, uno a uno. Mierda que sí lo había hecho bien.