30/12/2017, 03:07
Y sobre el lomo de aquel can, Kaido cabalgó y cabalgó cual jinete del Oeste, con la brisa repuntando su rostro y haciendo volar sus largos y tercios mechones azules por sobre la cara de Mogura. Quien, tras suyo, pudo percatarse de la más reciente adquisición del gyojin que yacía galantemente colgada en su espalda y que fue patrocinada por el mismísimo —aunque ahora difunto—, Nokogiri.
—No parece un arma común y corriente —culminó el médico.
—La llevaba uno de los Kajitsu que Karoi-san y yo derrotamos. Digamos que me pareció un desperdicio dejar tan bonita espada en manos de un muerto, así que decidí traérmela. Además, me combina, ¿o no?
—No parece un arma común y corriente —culminó el médico.
—La llevaba uno de los Kajitsu que Karoi-san y yo derrotamos. Digamos que me pareció un desperdicio dejar tan bonita espada en manos de un muerto, así que decidí traérmela. Además, me combina, ¿o no?