12/01/2018, 19:09
(Última modificación: 12/01/2018, 19:55 por Uzumaki Eri.)
—Te contestas tu solo —la voz volvió a hablar, y justo después de aquella oración, se carcajeó con una risa bastante estridente, demasiado para los oídos del Amejin —. ¡Qué gracioso eres! No, Reiji-kun, tus compañeros deben estar vivos, de lo contrario, a lo mejor no salís ninguno...
Un brillo extraño se apoderó de sus ojos violetas cuando pronunció aquello último, ¿podía hacer ambas cosas? Nadie lo había intentado, bueno, nadie había podido intentarlo...
—Joven, ¿de verdad arriesgarías, no tu vida, sino la de tus compañeros, por ayudarme? —volvió a reír la voz, esta vez en un tono más agudo que antes —. ¡Yo mismo inventé ese Fuuinjutsu! —respondió, mirándole fijamente —. Reiji-kun, de verdad que me tocó la lotería cuando te elegí.
Otra chispa en su mirada, una sonrisa entre las sombras, la voz sonaba distante esta vez.
—Sal de aquí, Reiji-kun, creo que vales más que para morir en esta casa...
Si Reiji contestaba, no recibiría respuesta pues aquella voz se había esfumado al igual que el brillo violeta que desprendían sus ojos. La luz de la habitación en la que se encontraba de repente se encendió, pudiendo ver un pequeño cuarto vacío, con solo una estantería y una cama plegada. Si se daba la vuelta, encontraría una puerta de madera con un papel doblado pegado.
La puerta podía abrirse sin problema.
Gen lo miraba sin mirarle, simplemente depositando sus pequeños y oscuros ojos en el rostro de Juro, aun con el objeto en sus manos, como si no entendiese nada de lo que decía. Y es que, ¿una marioneta entendería las palabras de una persona? Giró la cabeza, y se quedó en la misma posición.
Hasta que Juro tocó la pieza con uno de sus dedos, pero nada más de sentir el frío tan característico de aquel metal le ocurrió, no le dolía nada, ni se sentía fuera de sí, seguía exactamente como antes.
Gen seguía sujetando el objeto, sin moverse.
Riko y Ayame seguían en el recibidor de la mansión, después de haber encontrado al extraño ser que los había traído hasta allí para jugar con él. Riko todavía seguía en posesión de su trozo de papel deshecho con un mapa de la primera planta del lugar, y solo dos cosas tenían que hacer: buscar más partes, sabiendo que una la tenía aquel chico de nombre Jin, o encontrar a las dos personas restantes del grupo y juntos terminar la búsqueda.
Un brillo extraño se apoderó de sus ojos violetas cuando pronunció aquello último, ¿podía hacer ambas cosas? Nadie lo había intentado, bueno, nadie había podido intentarlo...
—Joven, ¿de verdad arriesgarías, no tu vida, sino la de tus compañeros, por ayudarme? —volvió a reír la voz, esta vez en un tono más agudo que antes —. ¡Yo mismo inventé ese Fuuinjutsu! —respondió, mirándole fijamente —. Reiji-kun, de verdad que me tocó la lotería cuando te elegí.
Otra chispa en su mirada, una sonrisa entre las sombras, la voz sonaba distante esta vez.
—Sal de aquí, Reiji-kun, creo que vales más que para morir en esta casa...
Si Reiji contestaba, no recibiría respuesta pues aquella voz se había esfumado al igual que el brillo violeta que desprendían sus ojos. La luz de la habitación en la que se encontraba de repente se encendió, pudiendo ver un pequeño cuarto vacío, con solo una estantería y una cama plegada. Si se daba la vuelta, encontraría una puerta de madera con un papel doblado pegado.
La puerta podía abrirse sin problema.
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Gen lo miraba sin mirarle, simplemente depositando sus pequeños y oscuros ojos en el rostro de Juro, aun con el objeto en sus manos, como si no entendiese nada de lo que decía. Y es que, ¿una marioneta entendería las palabras de una persona? Giró la cabeza, y se quedó en la misma posición.
Hasta que Juro tocó la pieza con uno de sus dedos, pero nada más de sentir el frío tan característico de aquel metal le ocurrió, no le dolía nada, ni se sentía fuera de sí, seguía exactamente como antes.
Gen seguía sujetando el objeto, sin moverse.
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Riko y Ayame seguían en el recibidor de la mansión, después de haber encontrado al extraño ser que los había traído hasta allí para jugar con él. Riko todavía seguía en posesión de su trozo de papel deshecho con un mapa de la primera planta del lugar, y solo dos cosas tenían que hacer: buscar más partes, sabiendo que una la tenía aquel chico de nombre Jin, o encontrar a las dos personas restantes del grupo y juntos terminar la búsqueda.
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