15/07/2018, 16:54
(Última modificación: 15/07/2018, 16:54 por Uzumaki Eri.)
—No te preocupes, Eri-chan, yo… Sí, lo reconozco, obré en algunas cosas mal. Sobre todo en lo que voy a mostrarte a continuación…
La kunoichi mostró una sonrisa comprensiva y le posó una de sus manos fantasmales en su hombro derecho, mostrándole que lo entendía, aunque no del todo; pero eran compañeros, y si se arrepentía, con eso mismo le bastaba. El problema vendría después, cuando le enseñase qué pareció ocurrir al explotar la técnica sellada en Ayame.
Volvieron a volar, adentrándose en un edificio un tanto extraño y no conocido para ella. Estaban en una sala con poca luz, donde las estanterías contenían frascos que Eri no quiso mirar, no le gustaban las cosas médicas del todo, así que lo evitó a toda costa. Tampoco miró la pecera, pero sí la mesa donde estaba sentada alguien que reconocía de haberla visto en fotos: Amekoro Yui.
—La Arashikage. Esto que te estoy mostrando, es tal y como me imagino que pasó por la carta que recibió Hanabi-sama. Pero cógelo con pinzas porque, como digo, no estuve aquí para presenciarlo.
«Con que... Aquí es donde explotó todo...»
Ayame no tardó en aparecer, justo antes de que Datsue les informase sobre el Henge que le selló a la muchacha y que no tardó en hacer aparición: Ayame se había convertido en un retrato grotesco de la mismísima Arashikage, con los ojos bizcos, baba corriendo por la comisura de sus labios y dentadura más falsa que un billete de seis ryos.
Lo peor fue ver lo que tenía escrito en la frente, algo que, probablemente, a la verdadera Amekoro Yui no le hizo ninguna gracia.
«Se pasó... Datsue se pasó...» Se llevó una mano a la frente, aquello había sido tremendamente horrible.
Explotó el caos, La Arashikage cargó contra la Aotsuki que tras verse atemorizada, pudo expiarse de su pecado diciendo que la culpa fue de Uchiha Datsue. La pelirroja lo miró de reojo, sin duda, tenía su fama bien cogida, pues incluso los de Amegakure intuían lo que era capaz de hacer.
Lo que vino tras ello le pareció incluso más irreal, comprendió lo de la carta, pues él les había explicado de su existencia, pero no de su muerte, pues, si fuera así, Datsue podría no estar allí con ellos.
—Y tras lo sucedido, Hanabi se enteró y te bajó de nuevo a genin... —concluyó Eri.
La kunoichi mostró una sonrisa comprensiva y le posó una de sus manos fantasmales en su hombro derecho, mostrándole que lo entendía, aunque no del todo; pero eran compañeros, y si se arrepentía, con eso mismo le bastaba. El problema vendría después, cuando le enseñase qué pareció ocurrir al explotar la técnica sellada en Ayame.
Volvieron a volar, adentrándose en un edificio un tanto extraño y no conocido para ella. Estaban en una sala con poca luz, donde las estanterías contenían frascos que Eri no quiso mirar, no le gustaban las cosas médicas del todo, así que lo evitó a toda costa. Tampoco miró la pecera, pero sí la mesa donde estaba sentada alguien que reconocía de haberla visto en fotos: Amekoro Yui.
—La Arashikage. Esto que te estoy mostrando, es tal y como me imagino que pasó por la carta que recibió Hanabi-sama. Pero cógelo con pinzas porque, como digo, no estuve aquí para presenciarlo.
«Con que... Aquí es donde explotó todo...»
Ayame no tardó en aparecer, justo antes de que Datsue les informase sobre el Henge que le selló a la muchacha y que no tardó en hacer aparición: Ayame se había convertido en un retrato grotesco de la mismísima Arashikage, con los ojos bizcos, baba corriendo por la comisura de sus labios y dentadura más falsa que un billete de seis ryos.
Lo peor fue ver lo que tenía escrito en la frente, algo que, probablemente, a la verdadera Amekoro Yui no le hizo ninguna gracia.
«Se pasó... Datsue se pasó...» Se llevó una mano a la frente, aquello había sido tremendamente horrible.
Explotó el caos, La Arashikage cargó contra la Aotsuki que tras verse atemorizada, pudo expiarse de su pecado diciendo que la culpa fue de Uchiha Datsue. La pelirroja lo miró de reojo, sin duda, tenía su fama bien cogida, pues incluso los de Amegakure intuían lo que era capaz de hacer.
Lo que vino tras ello le pareció incluso más irreal, comprendió lo de la carta, pues él les había explicado de su existencia, pero no de su muerte, pues, si fuera así, Datsue podría no estar allí con ellos.
—Y tras lo sucedido, Hanabi se enteró y te bajó de nuevo a genin... —concluyó Eri.