Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
15/07/2018, 16:54 (Última modificación: 15/07/2018, 16:54 por Uzumaki Eri.)
—No te preocupes, Eri-chan, yo… Sí, lo reconozco, obré en algunas cosas mal. Sobre todo en lo que voy a mostrarte a continuación…
La kunoichi mostró una sonrisa comprensiva y le posó una de sus manos fantasmales en su hombro derecho, mostrándole que lo entendía, aunque no del todo; pero eran compañeros, y si se arrepentía, con eso mismo le bastaba. El problema vendría después, cuando le enseñase qué pareció ocurrir al explotar la técnica sellada en Ayame.
Volvieron a volar, adentrándose en un edificio un tanto extraño y no conocido para ella. Estaban en una sala con poca luz, donde las estanterías contenían frascos que Eri no quiso mirar, no le gustaban las cosas médicas del todo, así que lo evitó a toda costa. Tampoco miró la pecera, pero sí la mesa donde estaba sentada alguien que reconocía de haberla visto en fotos: Amekoro Yui.
—La Arashikage. Esto que te estoy mostrando, es tal y como me imagino que pasó por la carta que recibió Hanabi-sama. Pero cógelo con pinzas porque, como digo, no estuve aquí para presenciarlo.
«Con que... Aquí es donde explotó todo...»
Ayame no tardó en aparecer, justo antes de que Datsue les informase sobre el Henge que le selló a la muchacha y que no tardó en hacer aparición: Ayame se había convertido en un retrato grotesco de la mismísima Arashikage, con los ojos bizcos, baba corriendo por la comisura de sus labios y dentadura más falsa que un billete de seis ryos.
Lo peor fue ver lo que tenía escrito en la frente, algo que, probablemente, a la verdadera Amekoro Yui no le hizo ninguna gracia.
«Se pasó... Datsue se pasó...» Se llevó una mano a la frente, aquello había sido tremendamente horrible.
Explotó el caos, La Arashikage cargó contra la Aotsuki que tras verse atemorizada, pudo expiarse de su pecado diciendo que la culpa fue de Uchiha Datsue. La pelirroja lo miró de reojo, sin duda, tenía su fama bien cogida, pues incluso los de Amegakure intuían lo que era capaz de hacer.
Lo que vino tras ello le pareció incluso más irreal, comprendió lo de la carta, pues él les había explicado de su existencia, pero no de su muerte, pues, si fuera así, Datsue podría no estar allí con ellos.
—Y tras lo sucedido, Hanabi se enteró y te bajó de nuevo a genin... —concluyó Eri.
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Llegamos a Amegakure en lo que yo tardaría en llegar a la nevera de mi casa. Aunque en mi nevera hay mejores tarros que en el despacho de Amekoro Yui, y dichos tarros guardan cosas mejores, todo hay que decirlo.
—¿Recuerdas la técnica que había sellado en ella? Un Henge no Jutsu, que se activaría al ver a su Kage.
Y así, fui testigo de como una kunoichi aparentemente inocente, pero que era pura maldad por dentro, entraba confiada a ver a su kage. Hasta que... PUM, explotó con una breve cortina de humo. Al segundo, donde antes estaba el rostro del engaño y la manipulación ahora se veía a una Amekoro Yui algo desmejorada. Un algo tan algo, que por un momento hasta tuve el impulso de apartar la mirada. Sin embargo, yo era un shinobi, un ninja, un genio y un Inuzuka, todos los requisitos necesarios para seguir mirando al horrendo engendro que Datsue había creado.
Obviamente, Ayame tardó cero segundos dos milisegundos en delatar al Uchiha, sin ninguna prueba de que hubiese sido él, ¿para qué? Qué vergüenza de amenios. Ahora, que lo bajasen a genin parecía algo leve, si había estado a un paso de causar una guerra.
— Lo raro es que la única repercusión de todo esto sea tu descenso, porque con menos se han hecho guerras. Eso y que reventases el despacho de Hanabi. ¿Y Aiko? ¿Qué piensa ella del tema?
—Y tras lo sucedido, Hanabi se enteró y te bajó de nuevo a genin...
Datsue asintió.
—Algo así —respondió—. La carta que envió Yui contenía una técnica sellada. De ahí lo del acuario que decía Nabi. Cuando Hanabi me la entregó, el pergamino se activó, liberando un potente Suiton que nos alcanzó a los dos y rompió en pedazos el muro del despacho del Uzukage. Fue ahí cuando… Bueno, sí, cuando me degradó a Genin.
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—Lo raro es que la única repercusión de todo esto sea tu descenso, porque con menos se han hecho guerras. Eso y que reventases el despacho de Hanabi. ¿Y Aiko? ¿Qué piensa ella del tema?
—¿Aiko? Yo… Bueno… Esto… El despacho no lo reventé yo —dijo, saliéndose por la tangente—. Yui envió una carta a Hanabi. Cuando este me la entregó, una técnica que ella había sellado se activó, liberando un potente Suiton que nos alcanzó a los dos y rompió en pedazos el muro del despacho del Uzukage. Fue ahí cuando… Bueno, cuando me degradó a Genin.
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¡Pluff! El Kage Bunshin desapareció en una nube de humo, y el Genjutsu finalizó para ambos.
—Y esa es la historia de como Uchiha Datsue el Intrépido volvió al último eslabón de la cadena alimenticia —concluyó. No era una historia con final feliz. Más bien, un jodido drama.
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—Algo así. La carta que envió Yui contenía una técnica sellada. De ahí lo del acuario que decía Nabi. Cuando Hanabi me la entregó, el pergamino se activó, liberando un potente Suiton que nos alcanzó a los dos y rompió en pedazos el muro del despacho del Uzukage. Fue ahí cuando… Bueno, sí, cuando me degradó a Genin.
La muchacha asintió, aunque la Arashikage había entrado en su juego sellando otra técnica en un pergamino que podía parecer también un atentado contra el mismísimo Uzukage, pero no quiso decir nada, simplemente posó una mano en su hombro e intentó darle a entender que le apoyaba.
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El Kage Bunshin se desvaneció y se vieron fuera de la técnica ilusoria de Datsue. Eri parpadeó varias veces, incapaz de sentirse bien con todo aquello.
—Y esa es la historia de como Uchiha Datsue el Intrépido volvió al último eslabón de la cadena alimenticia —concluyó.
Eri se sujetó el brazo derecho con la mano izquierda, cruzándola por delante de su pecho, un tanto incómoda. No podía decirle que se lo merecía, ya que sentía que Datsue no se lo merecía, pero sí se lo había ganado a pulso, y eso no le sentaría bien al Uchiha. «Menos mal que no es Yamanaka...»
El caso era que ahora se sentía mal por querer celebrar su ascenso cuando en verdad parecían celebrar su descenso. Así que se acercó tímidamente y le dio un pequeño abrazo rodeándole con ambas manos. No sabía bien qué decir, pero quería demostrarle que era su amiga y que le apoyaba.
—No te preocupes, volverás a ascender pronto, eres Datsue, el intrépido.
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18/07/2018, 18:40 (Última modificación: 18/07/2018, 18:42 por Inuzuka Nabi.)
—Y esa es la historia de como Uchiha Datsue el Intrépido volvió al último eslabón de la cadena alimenticia
No pude evitar reírme, lo cual dejó a Stuffy algo consternado ya que para él no habíamos hecho más que quedarnos paraos un rato y estaba más perdido que un Kuseño en una civilización de verdad. Apoyé mi mano en el hombro de Datsue, haciendole ver que tenía todo mi apoyo.
— Bienvenido al reino de los Genins. Un lugar lleno de libertad y sin responsabilidad ni esas mierdas. Aunque no puedo evitar sentir que hay algo tremendamente extraño en todo esto... ¿De verdad que no estamos en guerra? Es decir, un kage mandandole a otro una bomba es una declaración de guerra. No me digas que Hanabi no va a hacer nada. Y todo ¿por qué? Por un par de bromas. Estos amenios son demasiado serios, macho. ¿Qué piensas hacer, Datsue? Olvidarlo y pasar página suena a algo totalmente contrario a ti.
Tenía demasiadas dudas en la cabeza y todas salían al mismo tiempo. Pero no era para menos, había visto por lo menos tres o cuatro momentos en la ilusión en los que podría haber reventado una guerra mundial perfectamente. Y, sin embargo, aquí estábamos todos, tan tranquilos. Me sentía con medio pie en la guerra ya, después de lo que me había enseñado Datsue, no era para menos.
¿Dios santo? ¿Cuánto hacía que no recibía un abrazo? No lo recordaba, ni la sensación reconfortante que se sentía.
—Gracias, Eri-chan —dijo, sincero, devolviéndole el abrazo. Se alargó por unos segundos hasta sentir la mano de Nabi en su hombro. Le dejó hablar—. Ya ves… A mí también me descolocó. Pero no, parece que Hanabi no va a tomar represalias. Después de toda la movida de Zoku… seguramente sea lo más sabio —reconoció. Aquellas ascuas todavía estaban calientes como para echar más leña.
Luego, suspiró y se sentó de nuevo en el sofá. ¿Vengarse? Más quisiera él.
—No me queda otra que dejarlo pasar, Nabi. Hanabi me dejó muy en claro que no quería más tonterías —deslizó la mirada hacia un punto inconcreto del suelo—. Claro que… —su voz brilló con esperanza—, quizá se produzca un milagro, ¿eh? Quizá alguien valiente, un justiciero, que no pueda permitir que semejante atropello y abuso quede impune, haga algo respecto. Imparta justicia por su cuenta. Alguien experto en venganzas —miró a Stuffy—. Alguien con las pelotas para hacer lo correcto —miró a Nabi—. ¡Alguien que no permita que un amigo y un compatriota quede hundido en la mierda por una amejin!
Sí, se había venido arriba.
—Llamadme iluso, pero sigo creyendo en los héroes sin capa.
¿Quieren saber lo que acababa de hacer Datsue? Acababa de plantar una semilla. Quizá floreciese, quizá no. Pero, como dice un dicho antiguo: si no siembras, no cosechas.
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—Gracias, Eri-chan. Ya ves… A mí también me descolocó. Pero no, parece que Hanabi no va a tomar represalias. Después de toda la movida de Zoku… seguramente sea lo más sabio.
Ella asintió mientras se separaba lentamente de él y le dedicaba una sonrisa.
—Eso es cierto, con todo lo que hemos pasado en Uzushiogakure este año, lo que menos necesitamos ahora es una guerra...
Nabi habló mientras Datsue tomaba asiento. El cachorro volvió a lanzarse contra él, sentándose en su derecha mientras apoyaba el lomo en la pierna del Uchiha. Ella tomó asiento también, escuchando la conversación entre Nabi y Datsue sin entender muy bien de qué hablaban. Luego el ex-jounin habló de un milagro y de un justiciero experto en venganzas, haciendo que ella frunciera el ceño, ¿qué decía ahora?
Un momento...
—Aquí nadie se va a vengar de nadie, ya ha habido bastante —replicó, mirando a Datsue para luego encarar a Nabi —. Con todo lo que se viene ahora, es mejor que tanto tú como yo, Nabi, no nos metamos en líos, y Datsue... —se giró esta vez a él —, el examen de Chuunin será en poco tiempo, lo mejor es que... Bueno, ya sabes, ¿no deberías evitar hacer de las tuyas por un tiempo?
Ahí iba ella de nuevo.
—Y bueno, lo más importante... —miró al cachorro —. ¿Qué hacemos con él?
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—. ¡Alguien que no permita que un amigo y un compatriota quede hundido en la mierda por una amejin!
Ese era el final de un emotivo discurso buscando una intención. Vale que yo no era un genio de mi tiempo, no iba a inventar ninguna maquina mágica que nos hiciese las tareas del hogar o la comida, pero hasta yo, con mi escasa puntería intelectual, sabía por donde quería ir Datsue.
— A ver, si yo sé lo que quieres. Y yo te lo daría, de verdad. Que el bueno de Nabi hiciese el trabajo sucio, o tito Stuffy hiciese el verdadero trabajo sucio, pero sucio sucio. Sin embargo, querido compañero, estimado amigo, creo que no es el momento. Si se diesen las circunstancias apropiadas, quizás intervendría, pero desde luego para intentar arreglarlo. No para vengarme por ti. — le guiñé un ojo a Datsue con cuidado de que Eri no se percatase. — Primero siempre diplomacia, y si eso no funciona, pues nada. Porque hay límites, Datsue. Tú no los has visto nunca, pero los hay. Y una guerra entre Ame y Uzu es un límite gordo y poderoso.
Digamos que del discurso había un par de cosas que no eran del todo ciertas, detalles en los que prefería no entrar, el resto era completamente cierto. Como el límite de la guerra y que primero hay que usar la diplomacia. Aunque si alguien se merece una mierda en la cara, ¿quien soy yo para detener el orden del universo y del destino?
—Y bueno, lo más importante... ¿Qué hacemos con él?
— ¿Cómo que qué hacemos con él? Que su dueño se lo lleve y lo enseñe a estafar o a mentir. Dignas cualidades de shinobi, por cierto. Quien pudiera hacerlo.
Eri, conciliadora, quiso disuadir cualquier tipo de venganza o de revancha. Además, como precisamente el examen Chuunin estaba cerca, le preguntó si no debería dejar de hacer de las suyas por un tiempo.
—Y lo haré —murmuró, con la boca pequeña—. Solo digo que creo en el karma, y que este a veces tiene formas curiosas de presentarse. —«Como una cagada en la cabeza», pensó, sin poder evitar desviar la mirada hacia Stuffy.
Nabi —el gran objetivo de su discurso—, no fue más esperanzador que la propia Eri. Si bien le guiñó un ojo en medio de su negativa que no supo muy bien cómo interpretar. ¿Acaso…?
—Y bueno, lo más importante... ¿Qué hacemos con él?
Datsue alzó una ceja, confuso. ¿Con él? ¿A quién se estaba refiriendo? Abrió la boca, pero Nabi se le adelantó, poniendo fin a sus dudas. Miró al chucho, que sin darse cuenta se había sentado a su derecha, restregando el lomo contra su pierna. Un perro bonito, sin duda. Con ambos ojos, como tenía que ser. Y parecía limpio, al contrario de…
Se dio cuenta de que todavía tenía la boca abierta y la cerró de golpe.
—Yo… Bueno, pues yo… —No negaría que alguna que otra vez había pensado comprarse uno para que le hiciese compañía. Pero, ¿con todo lo que se le venía encima? El Chunin, el rescate de Aiko… Por no hablar de los gastos. Ahora que era de nuevo genin no podría hacer misiones que diesen un sueldo de verdad—. De verdad que me encantaría, pero… ¡Es que soy un desastre! —exclamó, acudiendo a la típica excusa—. ¿Cada cuánto hay que sacarle a pasear? ¿Cada cuánto darle de comer? ¿Y el qué? ¿Y si se me olvida sacarle? ¿Y si me tengo que echar fuera una semana de misión? Yo… no tengo familia con quien dejarle… —«¡Eso es! ¡La culpa no es tuya, sino de la trágica vida que vives! Sí, perfecto. Ahora ellos mismos se darán cuenta de que no puede ser y no tendré que negarme a nada, ¡y Datsue el Quedabien ganará de nuevo! ¡MUAHAHAHA!»
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No se creyó del todo lo que salió de la boca de Datsue, pero tampoco quiso rechistar, solo se cruzó tanto de brazos y de piernas, negando con la cabeza, por ello no vio como Nabi le guiñaba un ojo a Datsue.
Pero volvían al quid de la cuestión: el cachorro. ¿Qué iba a pasar con él ahora que se había quedado como regalo sin sentido? Miró a Datsue, que estaba todavía con la boca abierta, y justo la cerró de golpe.
—Yo… Bueno, pues yo… De verdad que me encantaría, pero… ¡Es que soy un desastre! —exclamó, y eso a Eri le sonó a excusa—. ¿Cada cuánto hay que sacarle a pasear? ¿Cada cuánto darle de comer? ¿Y el qué? ¿Y si se me olvida sacarle? ¿Y si me tengo que echar fuera una semana de misión? Yo… no tengo familia con quien dejarle…
—Dudo mucho que los tres estemos de misión a la vez... —alegó ella, encogiéndose de hombros, aunque no tuviese familia, les tenía a ellos —. Incluso Akame se podría hacer cargo cuando tú no estés —las respuestas eran sencillas, la verdadera pregunta era: ¿de verdad lo quería? —. Lo sacas dos veces al día: mañana y noche, le llenas el comedero de comida de perros una vez al día y le dejas con alguno de nosotros cuando estés de misión... No es tan difícil, además; si le enseñas puede que salga él solo...
»Ya sabes, nosotros estamos aquí para ayudarte.
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—. De verdad que me encantaría, pero… ¡Excusa aquí Excusa allá!. ¿Y esto que veo por aquí? ¿Es una excusa? ¿Otra excusa? ¿Y tengo que seguir excusandome? ¿Y si me excuso como si no hubiese un mañana? Yo… no tengo más excusas que inventarme… —
— Oh, dios mio, ¿habéis visto eso?
Solté señalando al techo con un tono sobreactuado a más no poder.
— ¿Es un pájaro? ¿Es un bijuu? No, es Datsue, el excusas, ha venido a matarnos a todos. ¡Huyamos!
La sobreactuación era lo mejor de la vida. Junto al chocolate y al bacon y desde luego, totalmente antítesis de la cebolla, que es lo que cultiva satanás en el infierno. Eri le dijo lo obvio. ¿Cómo cuidar a un perro? No dejes que se muera, enseñale a sobrevivir y voilá. Stuffy sabía hasta abrir puertas, incluso podría cocinar, pero no me quería arriesgar a tanto, que después las comidas llegan llenas de pelos, eso si llegan.
Una vez Eri acabase, metería baza.
— Datsue, que si no te gusta, no pasa nada. Díselo a él y a Eri, míralos a ambos a los ojos y diles que no los quieres. Diles que el gran Datsue el intrépido no puede ocuparse de un simple y adorable cachorrito. No te preocupes, nosotros no te juzgaremos. La historia te juzgará.
Pero, al contrario de lo que pensaba, sus excusas fueron contrarrestadas por una salva de saetas a discreción y sin cuartel. Datsue buscó una trinchera tras la que parapetarse, pero la trampa en la que se había metido era tal, que el enemigo se había colocado también a su espalda y ahora le hacía un sándwich de manual.
Tal era la ventaja del enemigo que hasta se permitía el lujo de lanzar flechas de papel para burlarse de él. ¿Dejar el perro a Akame? Con lo concentrado que estaba siempre en sus libros y su entrenamiento, eso sería condenar al can a morir de hambre. Eso, o le transformaba en un perro tan recto y profesional que hasta le miraría mal cuando le viese comiendo con la boca abierta. No había término medio.
Viéndose en tal indefensión, tan solo le quedaban dos opciones: una carga suicida y heroica; o enarbolar la bandera blanca.
—¡Está bien, está bien! —Datsue nunca había tenido madera de héroe—. Además, si Nabi es capaz de cuidar del suyo no debe ser tan difícil, después de todo. —Ligera pullita—. Bueno, y… —Miró al perro. El perro le miró a él—. Tendrá un nombre, imagino.
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Nabi no se quedó atrás y también metió baza, sabiendo que dos contra uno tenían muchas más posibilidades de que Datsue se quedase con el cachorro. ¿Qué ganaban ellos con eso? Era sencillo, a parte de hacerle un regalo —ahora porque sí—, a lo mejor asentaba un poquitín la cabeza al verse con una criatura a la que cuidar.
Aunque...
Bueno, mejor no pensar en eso.
—¡Está bien, está bien! —Y Datsue cedió—. Además, si Nabi es capaz de cuidar del suyo no debe ser tan difícil, después de todo. —Eri rodó los ojos—. Bueno, y… —Datsue miró al can, y ella arqueó una ceja—. Tendrá un nombre, imagino.
—¡Oh! —exclamó, dándose un golpe con el puño en la palma de la otra mano —. Bueno, le he llamado Datsutse durante un tiempo, pero no soy muy buena con los nombres y creo que todavía no se ha hecho a la idea así que... —suspiró —. Puedes llamarle como quieras.
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—Además, si Nabi es capaz de cuidar del suyo no debe ser tan difícil, después de todo.
Nada como atacar a un inocente para evitar que se evidencie que te has rendido como una puta ante una bolsa de dinero. Stuffy me miró, yo miré a Stuffy y negué levemente. Echar más mierda al asunto no era la mejor ruta de actuación, aunque tentaba la verdad.
— A ver, Datsue, no es por fardar, pero el perro que yo he criado tiene el mismo rango que tú. Así que piensatelo dos veces antes de faltar a mi orgullo Inuzuka.
Las cosas claras y el chocolate espeso. Sabía que Datsue no lo hacía con malas intenciones, nunca lo verías haciendo nada que no fuese con el único fin de su propio beneficio. Tan preocupante como predecible.
— Aunque ya te digo que el tuyo va a ser un semental hecho y derecho, porque si algo le puedes enseñar es el folleteo, cien por cien.
«¿Datsutse?» Ese era un nombre muy… Guay, porque al fin y al cabo estaba formado por el suyo, pero conocía al pueblo y sus malas lenguas. No tardaría mucho hasta que se cruzase con el primer graciosillo de turno que se inventase algún chiste sobre el parecido de sus nombres. O hiciese alguna rima ofensiva. Y Datsue no podía permitirse el lujo.
Tenía una reputación que mantener, después de todo.
—Hmm… Pues no sé. ¿Y si le llamo el Cancerbero? Oh, no, mejor, el Matatuertos —miró de soslayo a Stuffy—. Espera, espera. ¿El Rompecorazones? —No, tenía que ser algo que pegase con él. Al fin y al cabo, decían que los perros se parecían a sus amos, ¿no? Entonces, tuvo una revelación. Una de esas que se creen un mito, una leyenda urbana, pero que existen y te salvan el examen una vez en la vida—. ¡Datsuse el Matakanes! ¿Lo pilláis? —seguro que no hacía falta ni explicarlo—. Secretamente, todo el mundo sabe, a mí me llaman el Matakages. Matakages, matacanes… ¡Es un juego de palabras perfecto!
¡Empezaba a gustarle eso de tener perro!
Por supuesto, como todo comentario ácido y mordaz que no era capaz de rebatir, Datsue hizo como que no oyó lo dicho sobre Stuffy y que compartían rango. Era tan… vergonzoso, que prefería ni pensar en ello.
Acto seguido Nabi hizo un comentario de lo más inapropiado.
—Pero bueno, ¡Nabi! ¡Esas cosas no se dicen hombre! Por mucha razón que lleves. Que no digo yo que la lleves, ojo —se corrigió rápidamente ante la presencia de Eri—. Que no voy a sacar yo pecho de… No, no. Soy un caballero. ¡Un caballero! —carraspeó. Casualmente tuvo que rascarse el hombro y en el proceso darle la espalda a Eri al mismo tiempo que sus labios se acercaban al oído de Nabi. Todo un contorsionismo--. Que no te digo yo que con alguna Sakamoto… Bueno, bueno. Que digo una, más de una… —repitió carraspeo. Últimamente tenía la garganta fatal—. Pero yo jamás, ¡jamás Nabi! Esto lo estás sacando tú de contexto.
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