21/10/2018, 21:46
Si había algo característico de casi todos mis viajes era la terrible soledad. Iba y venía solo, acompañado únicamente por un marcado olor a perro al que acompañaba a su vez un perro. Siempre pensando y decidiendo yo qué hacer y cuando hacerlo. Así que en aquel viaje llegué a apreciar lo que era ir a remolque de unos valerosos superiores y seguir y asentir.
Al mismo tiempo tenía algo más hermoso que un montón de pelo azabache que mirar, una hermosa kunoichi pelirroja, que además, era jounin. Datsue era el pero que equilibraba la balanza karmica. Entre conversaciones estúpidas y suspiros de Eri pasamos la frontera y nos adentramos en unas tierras que el Uchiha conocía más que nosotros, lo cual era peligroso hasta puntos que no podíamos comprender.
Más tarde que temprano llegamos a Tane-Shigai. La ciudad donde ayudé a un traidor a ganarse mi confianza y la de Eri para luego traicionarnos, el muy traidor. Dejé esos pensamientos negativos a un lado mientras seguíamos a Datsue, nuestro guía personal, hasta una posada.
—Un caldo para mí y una jarra de agua —
— Otro caldo para mí.
Acabábamos de descargar y la verdad es que hasta que no te sientas no notas realmente lo cansado que estás. La taberna parecía tan alegre como una taberna elegida por Datsue debería estar, puede que incluso un poco más.
—Oye, ¿sabes que conocí a Riko? —
Le preguntó a Eri.
— ¿Tú lo sabías?
Me preguntó a mi.
— Ehhh, ¿no?
¿Quien coño era ese tal Riko? ¿Y por qué le había preguntado a Eri primero? ¿Era su amante? Alcé una ceja de puro desconcierto mientras esperaba más información al respecto.
— ¿No voy y tengo que enterarme por otro que nuestra Eri es sensei?
Me giré a Eri, aún con la ceja levantada.
— ¿Eres sensei de genins descarriados y no me has cogido a mi como tu discípulo? ¿Es por Stuffy? ¿Es porque soy Inuzuka? Porque mataría a mi perro con otro perro por tus enseñanzas, Eri-sensei.
Obviamente, era broma. En parte. A Stuffy no pareció importarle porque siguió tumbado entre Eri y yo sin inmutarse en absoluto, con su único ojo mirando de un lado a otro de la taberna según hacían ruido el resto de clientes.
Al mismo tiempo tenía algo más hermoso que un montón de pelo azabache que mirar, una hermosa kunoichi pelirroja, que además, era jounin. Datsue era el pero que equilibraba la balanza karmica. Entre conversaciones estúpidas y suspiros de Eri pasamos la frontera y nos adentramos en unas tierras que el Uchiha conocía más que nosotros, lo cual era peligroso hasta puntos que no podíamos comprender.
Más tarde que temprano llegamos a Tane-Shigai. La ciudad donde ayudé a un traidor a ganarse mi confianza y la de Eri para luego traicionarnos, el muy traidor. Dejé esos pensamientos negativos a un lado mientras seguíamos a Datsue, nuestro guía personal, hasta una posada.
—Un caldo para mí y una jarra de agua —
— Otro caldo para mí.
Acabábamos de descargar y la verdad es que hasta que no te sientas no notas realmente lo cansado que estás. La taberna parecía tan alegre como una taberna elegida por Datsue debería estar, puede que incluso un poco más.
—Oye, ¿sabes que conocí a Riko? —
Le preguntó a Eri.
— ¿Tú lo sabías?
Me preguntó a mi.
— Ehhh, ¿no?
¿Quien coño era ese tal Riko? ¿Y por qué le había preguntado a Eri primero? ¿Era su amante? Alcé una ceja de puro desconcierto mientras esperaba más información al respecto.
— ¿No voy y tengo que enterarme por otro que nuestra Eri es sensei?
Me giré a Eri, aún con la ceja levantada.
— ¿Eres sensei de genins descarriados y no me has cogido a mi como tu discípulo? ¿Es por Stuffy? ¿Es porque soy Inuzuka? Porque mataría a mi perro con otro perro por tus enseñanzas, Eri-sensei.
Obviamente, era broma. En parte. A Stuffy no pareció importarle porque siguió tumbado entre Eri y yo sin inmutarse en absoluto, con su único ojo mirando de un lado a otro de la taberna según hacían ruido el resto de clientes.
—Nabi—