18/11/2018, 12:36
El alguacil recorrió con la mirada a los muchachos conforme Eri iba realizando las presentaciones. En su rostro se podía ver la duda que le suscitaba, comprensible si uno lo miraba desde su perspectiva. En Peñasco, un pueblo de las Montañas de la Tierra muy alejado de cualquier Villa Oculta, probablemente jamás habían visto a un ninja. Bonizatsu se esperaba, quizás, a tres fornidos shinobi de aspecto amenazador, misteriosos y letales al mismo tiempo; los chicos que tenía ante él no cumplían ninguna de aquellas suposiciones. No, al menos, de forma directa. De cualquier modo, el alguacil pareció entender que aquello era lo que Uzushiogakure había enviado, y se resignó a pensar que el Uzukage sabía lo que hacía.
—Muy bien, Eri-dono —contestó Tōjen Bonizatsu—. ¿Necesitan algo más? ¿Por dónde van a empezar? —entonces el alguacil pareció caer en la cuenta de algo—. Esta noche será la fiesta de la velada, siguiendo nuestras tradiciones... Normalmente les pediría que no atosigaran a los vecinos durante una celebración tan solemne, pero debo admitir que las circunstancias me tienen desesperado, así que no me interpondré en su camino. Tan sólo les ruego que sean discretos y traten de no avivar el miedo entre estas buenas gentes. Ya nadie duerme con la puerta abierta, el ambiente está enrarecido y todos temen a cada sombra... Que cundiera el pánico no nos haría bien a ninguno.
Bonizatsu no parecía amenazante, más bien muy afable, pero por su voz se podía intuir que aquella petición iba realmente en serio. No porque pudiera tomar represalias contra los shinobi —era lo suficientemente veterano para saber lo que significaba el rango de "jōnin", y que él a su edad no sería rival para ningún ninja de tan alto rango—, sino por que de verdad parecía preocupado por los habitantes de Peñasco.
—Muy bien, Eri-dono —contestó Tōjen Bonizatsu—. ¿Necesitan algo más? ¿Por dónde van a empezar? —entonces el alguacil pareció caer en la cuenta de algo—. Esta noche será la fiesta de la velada, siguiendo nuestras tradiciones... Normalmente les pediría que no atosigaran a los vecinos durante una celebración tan solemne, pero debo admitir que las circunstancias me tienen desesperado, así que no me interpondré en su camino. Tan sólo les ruego que sean discretos y traten de no avivar el miedo entre estas buenas gentes. Ya nadie duerme con la puerta abierta, el ambiente está enrarecido y todos temen a cada sombra... Que cundiera el pánico no nos haría bien a ninguno.
Bonizatsu no parecía amenazante, más bien muy afable, pero por su voz se podía intuir que aquella petición iba realmente en serio. No porque pudiera tomar represalias contra los shinobi —era lo suficientemente veterano para saber lo que significaba el rango de "jōnin", y que él a su edad no sería rival para ningún ninja de tan alto rango—, sino por que de verdad parecía preocupado por los habitantes de Peñasco.