30/04/2019, 01:00
Oh, no.
Estaba lleno de gente. No, no lleno de gente. Estaba lleno de gente armando escándalo. Era el peor sitio donde podías meter a Amedama Daruu, y por si fuera poco aquella cancioncilla imposible de ignorar hasta por la neurona más vieja, sosa y enferma le recordaba a algo desagradable. No sabía qué, no sabía qué...
...lo supo en cuanto algo, o más bien, alguien, le empujó sin querer mientras bailoteaba.
—¡Eh!
Fue entonces. Entonces, quedó con la boca abierta, temblando, mirando ojiplático como un señor cogía a Ayame de la mano y ante la estupefacción de ambos le daba una vuelta como en un paso de salsa. El hombre se alejó hacia el baño, pero Daruu seguía con la mirada fija, e imágenes se superponían a la de Ayame, como a un veterano de guerra recordando horrores. Para Daruu esos horrores tenían forma de camarero demasiado entusiasmado de un local de Coladragón que no recordaba ni cómo se llamaba, pero algo de cangrejo, seguro. Cangrejos bailando. Eso era todo lo que era capaz de ver.
Miró a Ayame, muy serio. Miró a la puerta.
Dio un paso.
«No, otra vez el bochorno no, yo me voy de aquí, yo me...»
Estaba lleno de gente. No, no lleno de gente. Estaba lleno de gente armando escándalo. Era el peor sitio donde podías meter a Amedama Daruu, y por si fuera poco aquella cancioncilla imposible de ignorar hasta por la neurona más vieja, sosa y enferma le recordaba a algo desagradable. No sabía qué, no sabía qué...
...lo supo en cuanto algo, o más bien, alguien, le empujó sin querer mientras bailoteaba.
—¡Eh!
Fue entonces. Entonces, quedó con la boca abierta, temblando, mirando ojiplático como un señor cogía a Ayame de la mano y ante la estupefacción de ambos le daba una vuelta como en un paso de salsa. El hombre se alejó hacia el baño, pero Daruu seguía con la mirada fija, e imágenes se superponían a la de Ayame, como a un veterano de guerra recordando horrores. Para Daruu esos horrores tenían forma de camarero demasiado entusiasmado de un local de Coladragón que no recordaba ni cómo se llamaba, pero algo de cangrejo, seguro. Cangrejos bailando. Eso era todo lo que era capaz de ver.
Miró a Ayame, muy serio. Miró a la puerta.
Dio un paso.
«No, otra vez el bochorno no, yo me voy de aquí, yo me...»