23/12/2019, 17:45
(Última modificación: 23/12/2019, 17:56 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Cuando llega la tormenta, incluso el árbol que no se mete con nadie tiene que soportar el azote de sus vendavales —respondió Datsue—. Hay que ser muy iluso para creer que puedes mantenerte al margen de la madre de todas las tormentas, y yo no creo que seas ninguna ilusa, Kokuō.
De un momento a otro, el Uchiha se tambaleó con un quejido de dolor, tapándose los ojos con la mano. Había sangre entre sus dedos cuando la retiró, pero Kokuō ni siquiera se movió del sitio. Seguía observándole, pensativa, con los ojos entrecerrados.
«El árbol en mitad de la tempestad...» Se repetía para sí. Pero el Uchiha se equivocaba. Ella no pensaba ser un árbol que enterrara las raíces en la tierra y se quedara plantada en el sitio. No. Ella debía mantenerse al margen, aguardar desde un lateral, y en cuanto volviera a prenderse la chispa de la disputa...
«¿Vas a huir de nuevo, Kokuō?» Resonó la voz de Ayame en su interior, mucho más seria que de costumbre. «Sabes bien que nunca voy a pedirte tu poder, ni voy a pedirte que me ayudes a enfrentar a tus hermanos. Ni siquiera tengo nada en contra de que me sustituyas de vez en cuando. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras Kurama sigue avanzando, amenazándonos a todos. Incluyendo a tus otros hermanos.»
—Escucha, Kokuō —fue la voz de Daruu la que la devolvió a la realidad. Volvió la cabeza hacia él, clavando sus iris aguamarina en el cuerpo del muchacho, que prácticamente la miraba de reojo—. No creo que Shukaku haya iniciado este conflicto. ¿Recuerdas que Datsue nos contó a Ayame y a mí que tenía una pelea concertada contra Hanabi? Bien, ¿qué hacían aquí fuera de la villa? Puede que Datsue sea un poco impulsivo y que Shukaku haya podido alentarle, ¿pero el Uzukage? ¿Él sólo, yéndose a buscar a un General? No creo. Creo que han venido aquí a pelear y que Kurama ha aprovechado la oportunidad para tratar de revertir otro sellado. Si Shukaku no quería que revirtiesen su sello, Kurama estaba atentando contra su libertad. Y por cómo estaban luchando, no creo que Kurama haya aceptado eso de buen grado. ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que decida castigarte a tí también por no plegarte a sus deseos?
Kokuō tardó algunos segundos en responder; pero, cuando lo hizo, las palabras salieron entre sus dientes como un peligroso siseo.
—Los deseos de mis Hermanos no son de mi incumbencia. Shukaku se ha encarado al Humano de mi Hermano como la Señorita se enfrentó en su día a la otra del hielo negro. Si es en defensa propia, o si es por no ceder a los deseos de Kurama, ya es cosa de cada uno. Yo ya le dejé muy claro que no tendría nada que ver con su Imperio, y me dejó marchar en paz. No vendrá a castigarme de ninguna manera. Y si lo hace... me defenderé con cuernos y cascos. Pero, por lo pronto, no he presenciado aquí nada diferente a lo que le sucedió a la Señorita. Excepto por el desenlace, claro está —añadió, mirando a Datsue a los ojos.
No. Mirando mucho más allá de sus ojos.
Shukaku colaborando voluntariamente con un humano... Ver para creer.
De un momento a otro, el Uchiha se tambaleó con un quejido de dolor, tapándose los ojos con la mano. Había sangre entre sus dedos cuando la retiró, pero Kokuō ni siquiera se movió del sitio. Seguía observándole, pensativa, con los ojos entrecerrados.
«El árbol en mitad de la tempestad...» Se repetía para sí. Pero el Uchiha se equivocaba. Ella no pensaba ser un árbol que enterrara las raíces en la tierra y se quedara plantada en el sitio. No. Ella debía mantenerse al margen, aguardar desde un lateral, y en cuanto volviera a prenderse la chispa de la disputa...
«¿Vas a huir de nuevo, Kokuō?» Resonó la voz de Ayame en su interior, mucho más seria que de costumbre. «Sabes bien que nunca voy a pedirte tu poder, ni voy a pedirte que me ayudes a enfrentar a tus hermanos. Ni siquiera tengo nada en contra de que me sustituyas de vez en cuando. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras Kurama sigue avanzando, amenazándonos a todos. Incluyendo a tus otros hermanos.»
—Escucha, Kokuō —fue la voz de Daruu la que la devolvió a la realidad. Volvió la cabeza hacia él, clavando sus iris aguamarina en el cuerpo del muchacho, que prácticamente la miraba de reojo—. No creo que Shukaku haya iniciado este conflicto. ¿Recuerdas que Datsue nos contó a Ayame y a mí que tenía una pelea concertada contra Hanabi? Bien, ¿qué hacían aquí fuera de la villa? Puede que Datsue sea un poco impulsivo y que Shukaku haya podido alentarle, ¿pero el Uzukage? ¿Él sólo, yéndose a buscar a un General? No creo. Creo que han venido aquí a pelear y que Kurama ha aprovechado la oportunidad para tratar de revertir otro sellado. Si Shukaku no quería que revirtiesen su sello, Kurama estaba atentando contra su libertad. Y por cómo estaban luchando, no creo que Kurama haya aceptado eso de buen grado. ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que decida castigarte a tí también por no plegarte a sus deseos?
Kokuō tardó algunos segundos en responder; pero, cuando lo hizo, las palabras salieron entre sus dientes como un peligroso siseo.
—Los deseos de mis Hermanos no son de mi incumbencia. Shukaku se ha encarado al Humano de mi Hermano como la Señorita se enfrentó en su día a la otra del hielo negro. Si es en defensa propia, o si es por no ceder a los deseos de Kurama, ya es cosa de cada uno. Yo ya le dejé muy claro que no tendría nada que ver con su Imperio, y me dejó marchar en paz. No vendrá a castigarme de ninguna manera. Y si lo hace... me defenderé con cuernos y cascos. Pero, por lo pronto, no he presenciado aquí nada diferente a lo que le sucedió a la Señorita. Excepto por el desenlace, claro está —añadió, mirando a Datsue a los ojos.
No. Mirando mucho más allá de sus ojos.
Shukaku colaborando voluntariamente con un humano... Ver para creer.