Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
14/12/2019, 01:01 (Última modificación: 14/12/2019, 01:02 por Amedama Daruu.)
Ah, sí, claro. Por eso le habían dicho que se apartase.
Daruu apenas había asimilado contra quién estaba luchando: contra uno de esos Generales de Kurama. Según lo que sabían hasta el momento, al menos la que se enfrentó a Ayame era capaz de utilizar chakra del Kyuubi e incluso hacer servir su cuerpo como altavoz de la voz de la Bestia. Si esas ya eran palabras mayores, cuando se dio cuenta de que estaba luchando hombro a hombro con el mismísimo Uzukage, entonces apaga y vámonos.
Una nube negruzca cubrió a Bakudan por completo. Daruu había vivido y visto lo suficiente como para saber que eran cenizas ardientes. Él mismo las había sufrido, de hecho, no hace mucho, y sintió un escalofrío por ello. Pero nunca a aquella escala. El artífice de aquello brillaba como un lucero inextinguible. A los ojos de Daruu, el chakra anaranjado del líder del Remolino era casi cegador, como una supernova a punto de estallar. Casi no podía mirarle, pero tuvo que hacerlo para cerciorarse de algo. Supo entonces que ese brillo era el de un chakra que estaba agotándose, y sintió un repentino mareo. ¿Cómo debía de ser aquél hombre al cien por cien de sus energías? Se mordió el labio y, al tiempo que Hanabi caía inconsciente, dirigió la mirada al negro profundo de la técnica de cenizas.
¿Cómo de ser el General de Kurama al cien por cien, entonces, para que ni Datsue y él juntos hubieran podido vencerlo sin ayuda?
¡¡BAAAAUUUUUMMMMM!!
Daruu se tapó el rostro con un brazo. Una extraña emoción le palpitó en el pecho. ¿Debía haber bastado, verdad? ¡Tenía que estar muerto!
Pero el muchacho no tenía por qué preocuparse. Porque allá estaba Datsue, con aquél monstruo Uchiha ejerciendo el poder ejecutivo. Daruu tuvo que volver a apartar la mirada, pero esta vez por un motivo muy distinto.
Porque sabía que aunque estuviera de acuerdo con lo que venía, iba a ser de todo menos bonito.
—....Y AHORAPAGA...........ELPRECIO
¡¡¡BAAAAAAAMMMMMMMMMMMMMM!!!
Tuvo que volver a taparse los ojos, esta vez por la terrible tormenta de arena que desató el golpe. El viento y las partículas cristalizadas arañaron su piel durante unos segundos, y luego...
Luego, el silencio.
Daruu ni siquiera se atrevió a mirar a aquél gigante de chakra. No quería pensar en cuánto poder debía estar amasando Datsue entre sus manos. Por supuesto, no conocía las consecuencias. Datsue, aquél día, había sacrificado mucho. Había pagado el precio, y Susanoo le había dado como correspondía una contundente respuesta. Era justo, pero desde el punto de vista de Daruu, que sabía que jamás podría llegar a su nivel, no era más que otra derrota. Y aquella derrota en otro momento le habría jodido, oh, por supuesto. Pero en aquél sólo le producía un miedo primitivo. El de tener que verse, por desgracia, al otro lado.
No hace mucho había estado al otro lado.
El amejin hizo una seña a Ayame y salió corriendo hacia el Uzukage. Se arrodillo ante él y le dio la vuelta con cuidado. Estaba magullado, pero no tenía heridas importantes. Eso sí, se estaba dando una buena siesta.
Las fichas hicieron su movimiento final sobre aquel curioso tablero de ajedrez que había conseguido girar las tornas hacia un cuatro contra uno.
La Luna cantó. Cantó con todas sus ganas y la fuerza de sus pulmones asfixiados. Durante un instante sintió miedo, pánico, de que su técnica no funcionara. De que no lograra penetrar la Voluntad de su víctima y hubiese gastado sus energías en vano. Pero entonces ocurrió el milagro. La figura del hombre se detuvo momentáneamente en el aire, para entonces caer al suelo después de verse abrazado por la voz de la Sirena y desprovisto de su facultad para flotar en el aire.
El Caramelo no dejó pasar la oportunidad. Avanzó en el tablero y tras enlazar las manos en dos sellos expelió desde sus labios una masa de agua viscosa que se esparció por el suelo, creando una perfecta telaraña en la que aquel moscardón no tardó en quedarse completamente atrapado. El shinobi desapareció de repente para aparecer junto a su jadeante compañera.
—¿E... estás bien...? —le preguntó, llevándose algo a la boca poco después.
Ella quiso responder, pero era el turno de El Rey para tomar su parte de acción. Una nube oscura como la noche envolvió el cuerpo del General. Y esa nube estalló en una violenta explosión de fuego y cenizas que reverberó en los tímpanos de todos los presentes, cegándolos y ensordeciéndolos en el proceso; y dejando en el suelo el cuerpo moribundo y malherido de un General que ya apenas podía respirar.
Fue entonces cuando lo escucharon: La Tormenta dictando su sentencia con ojos llorando sangre y un enorme mazo de pura energía formándose en las manos de su colosal titán. Suyo sería el golpe de gracia.
—Mataste a Uzumaki Goro. Mataste a un Hermano del Desierto. ¿Me oyes, Bakudan? ¿Me oyes, Kurama? Mataste a un Hermano del Desierto...
«Akame...» Ayame tembló de los pies a la cabeza al ser consciente de la situación. Sus ojos se detuvieron momentáneamente en el enorme mazo del Gigante que envolvía al Uchiha y al que ella había tratado de enfrentarse una vez, en una forma mucho más incompleta y primitiva de lo que estaba presenciando justo en aquellos momentos. Y entonces supo con completa certeza lo que estaba por venir.
—Y ahora...
Y AHORAPAGA...........ELPRECIO
El mazo se alzó en el cielo y, antes de que Ayame pudiera siquiera abrir la boca, cayó con la fuerza de un rascacielos de Amegakure. La muchacha apenas tuvo tiempo de taparse la cara con ambas manos, rechazando ver la resolución de la sentencia. Su cuerpo tembló de los pies a la cabeza y sintió que el corazón deseaba escapar de su pecho cuando el terremoto la sacudió hasta los huesos. El viento arrastró partículas de arena que arañaron su piel, muchas de ellas cristalizadas por el infierno de fuego.
¡¡¡BAAAAAAAMMMMMMMMMMMMMM!!!
—Larga vida a Uzushiogakure no Sato.
Y luego, un silencio que heló la sangre de Ayame. Con la respiración entrecortada, la muchacha aún tardó algunos segundos en apartarse las manos de la cara. El gigante de chakra había desaparecido, y con él el enorme mazo. Pero luchó con todas sus fuerzas para no posar sus ojos en donde debían estar los restos irreconocibles del General.
De hecho, no tardó en encontrar una excusa para no hacerlo.
—¡Hanabi-dono! ¿¡Está usted bien!? —Daruu había salido corriendo hacia el cuerpo inconsciente del Uzukage, que yacía más allá en la arena.
—¡Hanabi-dono...! —Ayame luchó contra el agotamiento para reincorporarse. Sus pies resbalaron en la arena, pero consiguió arrancar a correr hasta él. Hanabi estaba herido e inconsciente, pero más allá de eso parecía encontrarse bien. O todo lo bien que se podía encontrar después de haber luchado con tal formidable enemigo. Ayame se dejó caer de rodillas y alzó una mano hacia el líder de Uzushiogakure.
Pero sus dedos se detuvieron a escasos milímetros de su cuerpo.
De repente sus cabellos se habían vuelto albos, con tonalidades de crema en sus puntas. La muchacha abandonó el cuerpo de Hanabi. Se había dado la vuelta de repente, levantándose de nuevo, y avanzó entre largas zancas hacia Uchiha Datsue. Sus ojos, turquesas se clavaron sin pudor en los suyos.
—¡¡Shukaku!! ¡¿Qué ha sido todo esto?! —bramó la voz de Kokuō.
18/12/2019, 04:18 (Última modificación: 18/12/2019, 04:21 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
No le trajo felicidad. Ni alegría. Ni un chute de euforia momentánea. Decían que las venganzas no traían nada bueno, y los dichos lo son por algo. Pero sí le trajo cierta catarsis. Sentía que se había quitado un peso de encima, como si acabase de saldar una antigua deuda. Una que llevaba persiguiéndole por mucho tiempo, noche tras noche, tan angustiosa y persistente como lo habían sido las viejas pesadillas engendradas por Shukaku.
No Shukaku. El Gran Shukaku. Entonces, recordó algo. Observó el mar, la playa, el acantilado. «¿Cómo me habías dicho? Reventarle el pescuezo, arrancarle los ojos y dárselos de comer a los cuervos, y luego colgar su cuerpo putrefacto en la rama del puto árbol más alto. Bien… pues aquí no hay putos árboles.»
«¡JAAAAAJIAJIAJIA! Ya lo encontraremos para el próximo, ¿eh? Con este iba a ser complicado, tal y como lo espachurraste. ¡JIA JIA JIA! Además, debo reconocer que le habéis dado una buena muerte. Calcinado y aplastado contra la arena, brutal y simbólico al mismo tiempo, ¡me gusta!»
Ah, sí. Imaginaba que le gustaría. Contempló por última vez el mazo de su Susano’o, hecho de puro chakra turquesa pero manchado con la sangre de su enemigo. O, más bien, bautizado con ella. Supo en aquel momento que no existía mejor enemigo para tal honor que Bakudan. Cerró los ojos, y cuando los abrió el Mangekyō Sharingan había desaparecido de su mirada.
Susano’o se desvaneció en volutas de humo turquesa.
Poco a poco, la forma monstruosa de Datsue fue desmoronándose, grano a grano de arena. Eso sí, su esclerótica seguía siendo negra, y la pupila sobre la que giraban las tres aspas del Sharingan estrellada. Dos hilos rojos nacían de sus ojos, cruzaban sus mejillas y caían, gota a gota, por su quijada.
—¡¡Shukaku!! ¡¿Qué ha sido todo esto?!
Estaba cansado. Reventado, psicológica y físicamente. Lo que menos le apetecía en aquellos momentos era dar explicaciones de ningún tipo. Aún así, se obligó a responder.
—Ha sido un mensaje —respondió Datsue—. Alto y claro, a Kurama —añadió Shukaku.
»CONELDESIERTONOSEJUEGA.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Ayame, preocupada también, se arrodilló ante el Uzukage y revisó su estado. Daruu comprobó que tan sólo estaba agotado. Presentaba algunas heridas, pero ninguna de gran importancia. Y de pronto, sintió un zambombazo en todo el cuerpo, un presentimiento terrible. Una oleada de un chakra diferente. Sabía lo que acababa se suceder, pero uno no se acostumbra jamás a que su novia tenga un bijuu adentro que puede decidir en cualquier momento tomar posesión de su cuerpo.
—¡Kokuō! —exclamó, entre indignado, sorprendido y sobresaltado.
Pero Kokuō no hizo caso. Se levantó y se acercó a Datsue a zancadas.
Entretanto, el monstruoso ser en el que se había convertido Datsue —y en el que, por cierto, no había reparado hasta ahora Daruu porque sólo había visto la escalofriante figura de Susano'o— se convertía en un amasijo de arena que se iba desmoronando y uniendo con la de la playa.
—¡¡Shukaku!! ¡¿Qué ha sido todo esto?! —bramó la voz de Kokuō.
—Ha sido un mensaje —respondió Datsue—. Alto y claro, a Kurama —añadió Shukaku.
»CONELDESIERTONOSEJUEGA.
Daruu comprendió de inmediato de quién había sido la otra voz que acompañaba a la de Datsue. Eso le inquietó bastante. Luego recordó lo que la misma Kokuō le había contado sobre el caracter de su hermano Shukaku durante sus conversaciones en la prisión de la Torre de la Arashikage.
20/12/2019, 19:14 (Última modificación: 20/12/2019, 19:18 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Pero Kokuō había ignorado deliberadamente la exclamación de Daruu.
Datsue se tomó su tiempo para responder, mientras le taladraba con aquellos aguamarina rematados por ojeras rojizas. Le observaba concienzudamente mientras la figura de Shukaku que envolvía la figura del Uchiha se desmoronaba grano a grano de arena y retornaba a la costa. Era algo similar a cuando los humanos perdían el control sobre el bijuu que encarcelaban, pero al mismo tiempo muy diferente. Kokuō sabía bien que Datsue no había perdido el control en ningún momento; y el solo pensar que su hermano, el orgulloso Shukaku del Desierto había decidido colaborar con él...
El Uchiha no tardó en recuperar su forma humana. Y, aún visiblemente cansado, respondió:
—Ha sido un mensaje —dijo. Y la voz de Shukaku añadió—: Alto y claro, a Kurama
»CONELDESIERTONOSEJUEGA.
Kokuō resopló y encogió los hombros, poniendo los brazos en jarras.
—Qué harta me tienen sus complejos de poder.
Shukaku y Kurama. ¿Qué otra cosa podría haber esperado del inevitable reencuentro entre ambos? Kurama siempre había tomado el papel del hermano mayor, orgulloso y confiado, mirándolos a todos por encima del hombro; y Shukaku, acomplejado de poder y de número de colas, siempre se le había rebelado. Era como ver a un niño pequeño pataleando continuamente contra su hermano mayor para conseguir el reconocimiento que creía merecer. Siempre había sido así desde que Padre los creara, y así seguiría siendo por toda la eternidad.
Y, aún así, había algo que no le daba buena espina sobre todo aquel asunto...
—Bah, sigan así si así lo desean, pero a mí déjenme a un lado de sus conflictos.
Lo dicho por Kokuō le dieron ganas de reír. Si no fuese porque le dolía todo el cuerpo y se sentía como la mierda, lo hubiese hecho. En su lugar, optó por responderle:
—Cuando llega la tormenta, incluso el árbol que no se mete con nadie tiene que soportar el azote de sus vendavales. Hay que ser muy iluso para creer que puedes mantenerte al margen de la madre de todas las tormentas, y yo no creo que seas ninguna ilusa, Kokuō.
Lo decía sinceramente, sin pullas de por medio. No estaba para esas tonterías. Ya no. Desvió la mirada hacia Hanabi, y su Sharingan le indicó que su cuerpo todavía irradiaba chakra. Estaba en las últimas, apenas contaba con lo suficiente para subsistir, pero todavía brillaba, tan fuerte como la luz del sol.
Suspiró de alivio, y...
—¡Agh!
No se lo vio venir. Un dolor atroz penetró sus ojos como dos dagas serradas, tiñendo su visión de oscuridad. Fue tan repentino que se tambaleó, manteniéndose en pie a duras penas, mientras se llevaba una mano a los ojos, en un vano intento por aliviarlos. Qué… ¿Qué le estaba pasando? Cuando se quitó la mano, observó que había sangre en ella. Y su mano…
… su mano estaba difuminada, borrosa. Tardó unos segundos que se le hicieron eternos antes de volver a enfocarla y verla nítida. «¿Qué cojones…?»
Fue entonces cuando se dio cuenta. Él también tenía que pagar el precio.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Kokuō aplicó la Doctrina Kokuō de nuevo y trató de mantenerse al margen de la pelea que parecían haber iniciado él y Kurama, pero había algo más. Daruu lo sabía. Puede que ahora Shukaku estuviera hablando a través de Datsue, pero momentos después fue el Uchiha quien intervino, lo que le llevaba a pensar que habían logrado algún tipo de colaboración como lo había hecho ella con Ayame. Pero si Shukaku era tan desequilibrado como sugería Kokuō, ¿cómo había hecho Datsue para convencerle?
De pronto, Datsue dio un respingo. Daruu observó un parpadeo en el chakra alrededor de sus ojos y luego descubrió que su mano estaba manchada de sangre.
Por supuesto, él desconocía todo lo que el Sharingan podía hacerle a uno, pero sí que había utilizado el Byakugan de manera extensiva y se había tenido que arrepentir en algún momento.
—Creo que te has excedido, Datsue —intervino Daruu—. Deberías descansar. —El muchacho se levantó y se acercó a ambos. Se puso al lado de Ayame-Kokuō sin atreverse a mirarla mucho. Por si acaso. Kokuō era bastante susceptible—. Escucha, Kokuō. No creo que Shukaku haya iniciado este conflicto. ¿Recuerdas que Datsue nos contó a Ayame y a mí que tenía una pelea concertada contra Hanabi? Bien, ¿qué hacían aquí fuera de la villa? Puede que Datsue sea un poco impulsivo y que Shukaku haya podido alentarle —dijo, sin preocuparse de que técnicamente ambos estaban enfrente de él—, ¿pero el Uzukage? ¿Él sólo, yéndose a buscar a un General? No creo. Creo que han venido aquí a pelear y que Kurama ha aprovechado la oportunidad para tratar de revertir otro sellado.
»Si Shukaku no quería que revirtiesen su sello, Kurama estaba atentando contra su libertad. Y por cómo estaban luchando, no creo que Kurama haya aceptado eso de buen grado. ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que decida castigarte a tí también por no plegarte a sus deseos?
23/12/2019, 17:45 (Última modificación: 23/12/2019, 17:56 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Cuando llega la tormenta, incluso el árbol que no se mete con nadie tiene que soportar el azote de sus vendavales —respondió Datsue—. Hay que ser muy iluso para creer que puedes mantenerte al margen de la madre de todas las tormentas, y yo no creo que seas ninguna ilusa, Kokuō.
De un momento a otro, el Uchiha se tambaleó con un quejido de dolor, tapándose los ojos con la mano. Había sangre entre sus dedos cuando la retiró, pero Kokuō ni siquiera se movió del sitio. Seguía observándole, pensativa, con los ojos entrecerrados.
«El árbol en mitad de la tempestad...» Se repetía para sí. Pero el Uchiha se equivocaba. Ella no pensaba ser un árbol que enterrara las raíces en la tierra y se quedara plantada en el sitio. No. Ella debía mantenerse al margen, aguardar desde un lateral, y en cuanto volviera a prenderse la chispa de la disputa...
«¿Vas a huir de nuevo, Kokuō?» Resonó la voz de Ayame en su interior, mucho más seria que de costumbre. «Sabes bien que nunca voy a pedirte tu poder, ni voy a pedirte que me ayudes a enfrentar a tus hermanos. Ni siquiera tengo nada en contra de que me sustituyas de vez en cuando. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras Kurama sigue avanzando, amenazándonos a todos. Incluyendo a tus otros hermanos.»
—Escucha, Kokuō —fue la voz de Daruu la que la devolvió a la realidad. Volvió la cabeza hacia él, clavando sus iris aguamarina en el cuerpo del muchacho, que prácticamente la miraba de reojo—. No creo que Shukaku haya iniciado este conflicto. ¿Recuerdas que Datsue nos contó a Ayame y a mí que tenía una pelea concertada contra Hanabi? Bien, ¿qué hacían aquí fuera de la villa? Puede que Datsue sea un poco impulsivo y que Shukaku haya podido alentarle, ¿pero el Uzukage? ¿Él sólo, yéndose a buscar a un General? No creo. Creo que han venido aquí a pelear y que Kurama ha aprovechado la oportunidad para tratar de revertir otro sellado. Si Shukaku no quería que revirtiesen su sello, Kurama estaba atentando contra su libertad. Y por cómo estaban luchando, no creo que Kurama haya aceptado eso de buen grado. ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta que decida castigarte a tí también por no plegarte a sus deseos?
Kokuō tardó algunos segundos en responder; pero, cuando lo hizo, las palabras salieron entre sus dientes como un peligroso siseo.
—Los deseos de mis Hermanos no son de mi incumbencia. Shukaku se ha encarado al Humano de mi Hermano como la Señorita se enfrentó en su día a la otra del hielo negro. Si es en defensa propia, o si es por no ceder a los deseos de Kurama, ya es cosa de cada uno. Yo ya le dejé muy claro que no tendría nada que ver con su Imperio, y me dejó marchar en paz. No vendrá a castigarme de ninguna manera. Y si lo hace... me defenderé con cuernos y cascos. Pero, por lo pronto, no he presenciado aquí nada diferente a lo que le sucedió a la Señorita. Excepto por el desenlace, claro está —añadió, mirando a Datsue a los ojos.
No. Mirando mucho más allá de sus ojos.
Shukaku colaborando voluntariamente con un humano... Ver para creer.
24/12/2019, 15:59 (Última modificación: 24/12/2019, 16:01 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Pero Shukaku no le respondió. A diferencia de Ayame con Kokuo, Datsue no había quitado sus cadenas. Los momentos en que habló por él había sido a base de una fuerza de voluntad prodigiosa, única en el Gran Shukaku, Padre del Desierto y Maestro del Fuuinjutsu. Excepciones que no podían convertirse en lo habitual.
Datsue, agotado, no pudo más que asentir ante Daruu. Sí, necesitaba descansar. Si por él fuese se echaría a dormir en aquel mismo instante y no despertaría hasta el día siguiente. Suspiró. El Sharingan desapareció de sus ojos y los últimos vestigios de Shukaku de su cuerpo.
—El desenlace, sí. Eso me recuerda una cosa. Daruu. Ayame. —Ayame, sí. Y no Kokuo. Los tenía a ambos de frente y no hizo otra cosa que rodearlos, a cada uno con un brazo, y atraerlos hacia él en un sentido abrazo—. Gracias.
¿Cuántas veces había usado aquella palabra? Apostaba a que podía leer su Cronología, esa que llevaba tiempo escribiendo sobre sus momentos más importantes, junto a su Diario, y no aparecería de su boca más de dos o tres veces. Definitivamente no la usaba en vano, y aquella ocasión lo merecía.
Se dejó caer hacia atrás y aterrizó de espaldas contra la arena. Tumbado, cerró los ojos. Sus pobres ojos.
—Daruu tiene razón —agregó, todavía con los ojos cerrados, descansando. Le dolía todo el maldito cuerpo y tenía agujetas en todos lados—. Bakudan aprovechó para atacarnos justo cuando Hanabi y yo terminamos nuestro duelo. Justo cuando uno estaba inconsciente y el otro al límite de sus fuerzas. —No especificó quién era quién—. Era un puto loco, pero un loco inteligente.
Luego se acordó de algo y rio.
—¡Ay! —se quejó. Su cuerpo dolía como si le hubiesen clavado cientos de agujas, y la risa no hacía sino mover esas agujas ya clavadas. Y, aún así, le parecía tan gracioso que no pudo evitar reírse un poco más—. ¿Sabéis cómo lo recibí? —Si es que, joder, era buenísimo. Tanto que se esforzó en abrir los ojos tan solo para comprobar su reacción—. ¡Con la bijuudama de la que no quiere conflictos!
Y ahí, la risa se convirtió en una carcajada atronadora.
—Ay, por las tetas de Amaterasu, qué bueno. —Hubiese entrecomillado el apodo con los dedos, pero suficiente esfuerzo estaba suponiendo ya no atragantarse con la risa—. Me la guardé por mucho tiempo, y doy fe que mereció la pena. Oh, sí, y se la comió de lleno. Lástima que el hijoputa la mitigó con una de sus técnicas explosivas.
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Pese a los argumentos que esgrimían ambos shinobi, Kokuō no daba su... ¿cuerno? a torcer. Sea como fuere, Datsue pareció darse por vencido, zanjó el tema de conversación con un abrazo que al principio Daruu recibió quedándose rígido como una piedra. Una parte inconsciente de sí mismo se preguntó si alguna mano traviesa se deslizaría su espalda y le implantaría un nuevo fūinjutsu. Pero no. Aquellos tiempos habían pasado. Él había confiado en ellos para vencer al General, y Daruu debía corresponder. Se dejó abrazar y abrazó. Y luego, como Datsue, se dejó caer en la arena.
Al contrario que Datsue, en situaciones de peligro real como aquellas, Daruu no podía tomarse con guasa ni siquiera las victorias aplastantes ni las buenas jugadas. Por eso en lugar de reír con él cuando contó cómo había recibido al General de Kurama, él chasqueó la lengua contra el paladar y desvió la mirada. Hanabi yacía en la arena junto a ellos con una expresión pétrea de preocupación.
Las palabras habían sido dichas, y Kokuō no tenía nada más que añadir. Por eso, cuando Datsue se dirigió hacia los dos muchachos, ella hizo lo propio y se retiró. La nieve de sus cabellos volvió a ser plumas de cuervo, y sus ojos, del color del mar pasó a las avellanas. Ayame apenas había recobrado la consciencia sobre sí misma cuando sintió los brazos de Datsue rodeándola a ella y a Daruu. No pudo evitarlo, tensó todos los músculos del cuerpo cuando su cerebro mandó la señal de alarma ante la inminente amenaza de un nuevo Fuuinjutsu. Pero...
—Gracias.
Una simple palabra fue suficiente para atravesar su coraza como si se tratara de la punta bien afilada de una lanza. Emocionada, Ayame tuvo que hacer esfuerzo para reprimir las lágrimas. Y, al final, terminó por corresponder a aquel abrazo de tres.
—Prometimos ayudarte si lo necesitabas... Y aquí estamos.
Cuando los soltó, Datsue se dejó caer sobre la arena. Daruu le siguió poco después. A Ayame, fatigada como estaba, no le faltaron ganas, pero había algo que le preocupaba más. Volteó la cabeza hacia el cuerpo inconsciente de Hanabi, y durante un instante no pudo sino sentir alivio de que el Uzukage hubiese seguido inconsciente mientras el bijuu había salido a escena.
—Daruu tiene razón —agregó Datsue, devolviendo la atención sobre él—. Bakudan aprovechó para atacarnos justo cuando Hanabi y yo terminamos nuestro duelo. Justo cuando uno estaba inconsciente y el otro al límite de sus fuerzas. Era un puto loco, pero un loco inteligente.
—Al menos no ha logrado su objetivo... —suspiró Ayame.
De repente, Datsue se rio, y esa carcajada debió de sacudir sus heridas porque no tardó en quejarse de dolor:
—¡Ay! ¿Sabéis cómo lo recibí? ¡Con la bijuudama de la que no quiere conflictos!
Ayame tardó algunos segundos en entenderlo, pero cuando lo hizo se quedó pálida como la cera.
«Esa bijuudama... no puede estar refiriéndose a...»
Pero, oh, sí que podía.
—Ay, por las tetas de Amaterasu, qué bueno —Seguía riéndose Datsue, carcajeándose a mandíbula batiente—. Me la guardé por mucho tiempo, y doy fe que mereció la pena. Oh, sí, y se la comió de lleno. Lástima que el hijoputa la mitigó con una de sus técnicas explosivas.
—No sólo pudiste absorberla... también podías devolverla... —dijo, con un hilo de voz.
Aquella bijuudama le traía funestos recuerdos de cuando perdió el control de aquella manera durante el examen de Chunin, precisamente mientras luchaba contra Datsue. Pero ahora, a aquellos sentimientos tan oscuros se le sumaba el terror. El terror de saber que aquel Uchiha había estado guardando en uno de sus ojos una auténtica arma de destrucción masiva.
¿Es que había algo que el Sharingan no pudiera hacer?
Ah, la pregunta del millón. En otros tiempos, Datsue hubiese estado comiéndose las uñas para que le llegase la oportunidad de responderla como se merecía. De revelarle a Daruu y a Ayame el vencedor del combate. Ahora, tras todo lo vivido, ese orgullo y esas ganas de vanagloriarse le parecía ya no superficial, sino innecesario. Sí, estaba contento de alzarse victorioso contra su mentor. Y sí, había luchado mucho por conseguirlo. Pero era un combate que les pertenecía a ellos dos, y no sería él quien perjudicase la buena y merecida fama de su Uzukage.
—Ganó Uzu, Daruu —sonrió con ironía—. Ganó Uzu.
«¿Ahora te va la falsa modestia?»
«No es eso… Mira, ya se nos han muerto muchos Kages como para que ahora se sepa que Hanabi perdió contra uno de los suyos. No es que sea algo malo, pero… No hemos dado imagen de fortaleza en los últimos tiempos, precisamente. No es el momento.»
«¡Pfffffff! ¡Al contrario! ¡Es precisamente ahora cuando el mundo debe conocer QUIEN ERES! No me entiendas mal, ese Hanabi no me cae mal del todo. Para ser un humano, tiene una polla como la cola de un Bijū. ¡JIAJIAJIÁ! Pero tú eres el Hijo del Desierto. No lo olvides.»
—No sólo pudiste absorberla... también podías devolverla...
La voz de Ayame le despertó de su ensimismamiento. Lucía preocupada, aunque no sabía si era por lo que acababan de vivir, por el hecho de que él pudiese absorber y devolver jutsus, o porque lo había hecho con su jodida bijuudama.
Recordó algo que les había dicho hace tiempo, y creyó oportuno que era el momento de zanjarlo.
—Cuando nos vimos en el Río del Árbol Sagrado, os dije que quería retar a Yui. Tener con ella un combatillo —Suspiró. Habían pasado muchas cosas tras aquello. Había descubierto que Akame seguía vivo. Había confirmado que era un jodido traidor. Había sido propuesto por Hanabi como aspirante a Kage, e incluso había oído la voz del primerísimo Uzukage saliendo de su corazón, atravesado por la hoja de una espada. Sí, era hora:—. Bien, he cambiado de opinión. —Se incorporó de cintura para arriba, y les miró a los ojos—. Paso. Es hora de que todos nos centremos en lo verdaderamente importante, y esto lo es. Joder, chicos. Que hemos matado a un jodido General. ¡Que lo hemos matado! —exclamó, con júbilo.
«Oh, ¡venga! ¿¡En serio vas a privarme de esa diversión!? ¡Llevas una eternidad guardándote el poder del ojo izquierdo para ella! ¿No será otra de tus mentirijillas? ¡JAAAAAAAAAAAAAÁ! Eh, eh. Toda esta cháchara con tus nuevos amiguitos está muy bien, pero recuerda que tú y yo tenemos una conversación pendiente.»
«Lo recuerdo, lo recuerdo…»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Daruu estiró el brazo y le dio un golpe a Datsue en el hombro con los nudillos.
—¡Qué Uzu ni qué mierdas! —le soltó—. ¡Que si ganaste tú o Hanabi, no te hagas el loco!
Pero Datsue se hizo el loco. Ni atendió a sus demandas ni a la aseveración preocupada de Ayame, que por otra parte le sirvió de información útil a Daruu. No había caído en ello cuando Datsue lo dijo. El muchacho gruñó molesto por no saber el resultado de la refriega entre los dos, pero calló y dejó que hablase.
—Cuando nos vimos en el Río del Árbol Sagrado, os dije que quería retar a Yui. Tener con ella un combatillo. Bien, he cambiado de opinión. —Se incorporó de cintura para arriba, y les miró a los ojos—. Paso. Es hora de que todos nos centremos en lo verdaderamente importante, y esto lo es. Joder, chicos. Que hemos matado a un jodido General. ¡Que lo hemos matado! —exclamó, con júbilo.
Daruu se reincorporó, también, y mostró una sonrisa falsa.
—Es verdad, lo hemos matado, y a propósito de eso y hablando de Yui, creo que nos la vamos a cargar en casa. —Miró un momento a Ayame—. Vamos a tener que explicarle muchas cosas. Y por cierto... —Empujó amistosamente a Datsue—. ¡Que quién ganó el combate, coño!
—Ganó Uzu, Daruu —respondió Datsue, regodeándose en su propio misterio—. Ganó Uzu.
Pero estaba claro que Daruu no estaba dispuesto a quedarse con la duda.
—¡Qué Uzu ni qué mierdas! —le soltó, golpeando suavemente al Uchiha con los nudillos—. ¡Que si ganaste tú o Hanabi, no te hagas el loco!
Pero él no respondió, en su lugar se volvió hacia Ayame para responderle.
—Cuando nos vimos en el Río del Árbol Sagrado, os dije que quería retar a Yui. Tener con ella un combatillo —dijo, y aquello no la calmó en absoluto. Más bien lo contrario, y así lo atestiguó la palidez de su rostro y sus ojos abiertos como platos, pese a que de sus labios no había salido palabra alguna. ¡No estaría insinuando que había planeado lanzarle aquella bijuudama a Yui!—. Bien, he cambiado de opinión —anunció, reincorporándose y mirándoles a los ojos—. Paso. Es hora de que todos nos centremos en lo verdaderamente importante, y esto lo es. Joder, chicos. Que hemos matado a un jodido General. ¡Que lo hemos matado!
Ayame sólo fue capaz de esbozar una débil sonrisa. Nunca se sentiría bien por arrebatarle la vida a alguien, lo mereciera más o menos. Y aunque habían conseguido eliminar a uno de los Generales de Kurama, aún quedaban muchos más. Siete más si no recordaba mal. Y eso si al Nueve Colas no le daba por reclutar a uno nuevo para sustituirlo. Si todos eran tan fuertes como aquel... El recuerdo de Kuroyuki la dejó momentáneamente congelada en el sitio. No siempre estarían los tres juntos para defenderse... ¿No?
Afortunadamente, Daruu habló por ella.
—Es verdad, lo hemos matado, y a propósito de eso y hablando de Yui, creo que nos la vamos a cargar en casa. Vamos a tener que explicarle muchas cosas —Miró un momento a Ayame, que se estremeció de puro terror.
—¡Pero no podemos dejar a Hanabi-dono ahí tirado sin más! —protestó.
Pero Daruu y Datsue habían vuelto a las suyas:
—Y por cierto... ¡Que quién ganó el combate, coño!
Datsue hizo un ademán con la mano, como quitándole importancia a la preocupación de Ayame sobre el Uzukage.
—Solo se quedó agotado por el consumo de chakra tan bestia que hizo, pero está más entero que yo. No te preocupes, volverá a estar a tope en menos de lo que un kusareño tarda en decir: ¡me rindo!
Demonios, aquel chiste era tan antiguo como el odio entre ribereños del Norte y del Sur, y con todo eso, siempre conseguía arrancarle una jodida sonrisa.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió a Daruu, que no paraba de insistir en el tema. Cruzó las piernas sobre la arena, sentado, y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
Miró a Daruu a los ojos, luego a Ayame, y de reojo a Hanabi.
—Bien, la cosa fue reñida. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... —El viejo Datsue trató de poseerle por unos instantes, pero él le apartó cortando por lo sano:—. En fin, sí. Gané yo.
Y bien orgulloso que estaba de ello.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80