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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#3
Llevaba unos días un poco triste, desde el día que había visto a Ren. No había hablado con nadie, ni siquiera había pensado demasiado en ello. Teniendo el torneo a la vuelta de la esquina no le apetecía nada dejarse llevar por la espiral de amargura que se asomaba sobre ella. No sabía qué hacer ni qué pensar, así que se pasaba el día entrenando de una forma u de otra.

Había estado evitando a su sensei porque no le apetecía hablar con nadie, aún así, no podía pasarse el día alejada de Nantonoya e ignorando sus necesidades básicas, necesitaba dormir, comer y otras cosas, y no podía ir haciéndolo por el bosque.

Así fue como iba caminando distraida por encima de las aguas del Lago Partido en dirección a su habitación. Había hecho el entrenamiento matutino que Eri le había pautado, seguramente dormiría hasta que le volviesen las ganas de vivir y después haría el entrenamiento en Doton que ella misma se había planteado.

Suspiró y se comió otro trozo de carne del pincho que llevaba en la mano. Había perdido por completo la noción del tiempo de las comidas, comía cuando tenía hambre, que solía ser a todas horas, pero con todo lo que entrenaba era casi imposible que engordase. El entrenamiento físico matutino le dejaba el cuerpo tan cansado que su cerebro normalmente desconectaba de todo lo demás.

Llevaba su cabellera rubia recogida en un apretado moño sujeto con dos palos iguales al que llevaba en la mano, aunque lavados, obviamente. Los usaba de senbon para entrenar, porque no tenía senbon, ni los iba a comprar, y después de sujetamoños. Tenía ojeras, no muy marcadas, pero resaltaban junto a su rostro serio.

Tenía la cabeza en caminar sobre el agua y su comida, así que ni se percató de la presencia de los dos ninjas de Uzushiogakure justo a su lado, sobre el puente, mientras pasaba de largo frente a Eri.


Avatar obra de Sagiso Ranko


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Mensajes en este tema
Dos intrépidos y una flor - por Uzumaki Eri - 24/03/2020, 21:52
RE: Dos intrépidos y una flor - por Himura Hana - 25/03/2020, 20:05


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