28/04/2020, 23:17
(Última modificación: 30/04/2020, 16:23 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Ayame no supo cuánto tiempo había pasado así cuando comenzó a escucharlos. Alzó la cabeza súbitamente, como una cierva en mitad de una foresta que hubiese escuchado el acercamiento del cazador. Era pasos rápidos y ligeros, que venían acompañados por unos infantiles sollozos. Y entonces, exclamaciones enrabietadas de una voz que ella conocía muy bien:
—¡Estoy harta de que la gente se pelee! ¡Estoy harta de estar en medio! ¡Ojalá hubiera podido venir sola! ¡Ahora qué, ahora qué! ¿¡Tanto viaje y tanto tren para esto!?
«¿Chiiro?» Se preguntó, girando la cabeza en la dirección en la que venía el sonido.
¿Pero qué hacía allí? ¿Había recorrido medio Valle de los Dojos completamente sola? Ayame palideció de solo pensarlo. Se podría haber cruzado con cualquier persona mal intencionada. ¡Podría haberse puesto en peligro! La kunoichi se levantó con torpeza y se enjugó las lágrimas con el antebrazo como buenamente pudo. Una parte de ella deseaba estar sola, huir de la gente, simplemente fundirse en la soledad; pero su parte racional no se perdonaría jamás abandonar a una niña pequeña en un lugar desconocido de esa manera.
Qué irónico era el destino, juntándolas de nuevo de esa manera en un bosque...
Con un profundo suspiro, Ayame echó a andar con pasos lentos en dirección a los sollozos, buscando a la niña.
—¿Chiiro? ¿Qué haces aquí tú sola? —le preguntó con suavidad, ocultando su propio malestar. Como si los regueros de sus propias mejillas no fueran suficientemente delatores por sí solos.
—¡Estoy harta de que la gente se pelee! ¡Estoy harta de estar en medio! ¡Ojalá hubiera podido venir sola! ¡Ahora qué, ahora qué! ¿¡Tanto viaje y tanto tren para esto!?
«¿Chiiro?» Se preguntó, girando la cabeza en la dirección en la que venía el sonido.
¿Pero qué hacía allí? ¿Había recorrido medio Valle de los Dojos completamente sola? Ayame palideció de solo pensarlo. Se podría haber cruzado con cualquier persona mal intencionada. ¡Podría haberse puesto en peligro! La kunoichi se levantó con torpeza y se enjugó las lágrimas con el antebrazo como buenamente pudo. Una parte de ella deseaba estar sola, huir de la gente, simplemente fundirse en la soledad; pero su parte racional no se perdonaría jamás abandonar a una niña pequeña en un lugar desconocido de esa manera.
Qué irónico era el destino, juntándolas de nuevo de esa manera en un bosque...
Con un profundo suspiro, Ayame echó a andar con pasos lentos en dirección a los sollozos, buscando a la niña.
—¿Chiiro? ¿Qué haces aquí tú sola? —le preguntó con suavidad, ocultando su propio malestar. Como si los regueros de sus propias mejillas no fueran suficientemente delatores por sí solos.