30/06/2020, 21:02
—Todavía no lo sabemos con exactitud —respondió la voz de una mujer tras la máscara, mientras terminaba de bajar las escaleras que las separaban—. Pero, Guardiana...
—Ayame —la corrigió la de Amegakure, de forma casi automática. Hacía mucho que había abandonado el título de Guardiana, y le producía repelús el solo escucharlo.
Pero no fue aquel tipo de repelús lo que sintió de repente entre los omóplatos. Aquella sensación electrizante, cosquilleante e inquietante a partes iguales que la congeló momentáneamente en el sitio, pálida como la cera. Y parecía que no era la única que lo había sentido.
«Señorita...»
—Debe dirigirse con urgencia del punto A al punto B.
—Q... ¿Qué? —Ayame sacudió la cabeza, volviendo al mundo real. ¿A qué se refería con los puntos A y B? ¿Era algún tipo de código que se había perdido?
Pero la misteriosa mujer levantó sendos dedos índice a la altura de la cabeza.
—El punto A son estas escaleras —comenzó a explicar—, y el punto B…
Pudo verlo, pero el movimiento fue tan rápido que a Ayame no le dio tiempo a reaccionar para evitarlo. Una pierna envuelta en chakra se dirigió contra su cadera a toda velocidad y la atravesó limpiamente. Como quien asesta una patada al reflejo de la luna en el agua, el cuerpo de Ayame estalló súbitamente en una enorme masa de agua.
—¡…el calabozo! ¡De donde no deberías haber salido nunca, MONSTRUO!
Pero el agua había rodeado la pierna con la que había entrado en contacto, y se había vuelto tan viscosa como la mermelada. Aprovechando el momentáneo segundo de parálisis, Ayame reconstituyó su torso y entrelazó las manos en un único sello: Pájaro.
Cargó su voz con su propio chakra, y el chillido que emitió reverberó en todos y cada uno de los ladrillos y los escalones de piedra para taladrar los oídos de su agresora y rechazarla hacia atrás. Pero Ayame no perdió la ocasión, saltó sobre ella y la inmovilizó contra el suelo agarrando sus muñecas y apoyando las rodillas sobre sus piernas para evitar cualquier movimiento indeseado.
—¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué me has atacado?! ¡¿Qué está pasando ahí fuera?!
Ayame estaba acostumbrada a que desearan su encierro y a que la llamaran monstruo. No era eso lo que le importaba, sino el hecho de que la hubiese atacado de aquella forma tan gratuita. ¿Sería alguien de Kusagakure? Era lo único que se le ocurría para un odio tan visceral.
Pero entonces una sombra pasó junto a ellas. Una sombra de blanco, con un sombrero verde sobre la cabeza que no pareció prestarles ni un mínimo de atención. Ayame palideció momentáneamente, presa de la sorpresa. Pero si no había reaccionado a la presencia de la enmascarada ni a su ataque, eso quería decir que no debía ser un miembro de su aldea...
¿No?
—¡MORIKAGE-DONO...! —gritó, a sabiendas de que no la escucharía.
Pero tenía que enviar el mensaje. ¡Era de vital importancia para todos!
—Ayame —la corrigió la de Amegakure, de forma casi automática. Hacía mucho que había abandonado el título de Guardiana, y le producía repelús el solo escucharlo.
Pero no fue aquel tipo de repelús lo que sintió de repente entre los omóplatos. Aquella sensación electrizante, cosquilleante e inquietante a partes iguales que la congeló momentáneamente en el sitio, pálida como la cera. Y parecía que no era la única que lo había sentido.
«Señorita...»
—Debe dirigirse con urgencia del punto A al punto B.
—Q... ¿Qué? —Ayame sacudió la cabeza, volviendo al mundo real. ¿A qué se refería con los puntos A y B? ¿Era algún tipo de código que se había perdido?
Pero la misteriosa mujer levantó sendos dedos índice a la altura de la cabeza.
—El punto A son estas escaleras —comenzó a explicar—, y el punto B…
Pudo verlo, pero el movimiento fue tan rápido que a Ayame no le dio tiempo a reaccionar para evitarlo. Una pierna envuelta en chakra se dirigió contra su cadera a toda velocidad y la atravesó limpiamente. Como quien asesta una patada al reflejo de la luna en el agua, el cuerpo de Ayame estalló súbitamente en una enorme masa de agua.
—¡…el calabozo! ¡De donde no deberías haber salido nunca, MONSTRUO!
Fuerza de Kunoichi misteriosa < Poder de Ayame
Pero el agua había rodeado la pierna con la que había entrado en contacto, y se había vuelto tan viscosa como la mermelada. Aprovechando el momentáneo segundo de parálisis, Ayame reconstituyó su torso y entrelazó las manos en un único sello: Pájaro.
Cargó su voz con su propio chakra, y el chillido que emitió reverberó en todos y cada uno de los ladrillos y los escalones de piedra para taladrar los oídos de su agresora y rechazarla hacia atrás. Pero Ayame no perdió la ocasión, saltó sobre ella y la inmovilizó contra el suelo agarrando sus muñecas y apoyando las rodillas sobre sus piernas para evitar cualquier movimiento indeseado.
—¡¿Quién eres?! ¡¿Por qué me has atacado?! ¡¿Qué está pasando ahí fuera?!
Ayame estaba acostumbrada a que desearan su encierro y a que la llamaran monstruo. No era eso lo que le importaba, sino el hecho de que la hubiese atacado de aquella forma tan gratuita. ¿Sería alguien de Kusagakure? Era lo único que se le ocurría para un odio tan visceral.
Pero entonces una sombra pasó junto a ellas. Una sombra de blanco, con un sombrero verde sobre la cabeza que no pareció prestarles ni un mínimo de atención. Ayame palideció momentáneamente, presa de la sorpresa. Pero si no había reaccionado a la presencia de la enmascarada ni a su ataque, eso quería decir que no debía ser un miembro de su aldea...
¿No?
—¡MORIKAGE-DONO...! —gritó, a sabiendas de que no la escucharía.
Pero tenía que enviar el mensaje. ¡Era de vital importancia para todos!