26/10/2020, 01:55
Era ya por todos de sobra conocida la extraña costumbre de Kintsugi por vestir máscaras con forma de mariposa, de muchos colores distintos. Menos sabían que solía elegir dichos colores según su estado de ánimo o una bien merecida ocasión. Aquél día la Morikage llevaba puesta una máscara blanca, quién sabe por qué.
—Sagiso, Tsukiyama —les saludó, cuando atravesaron la puerta del despacho. Los jóvenes se habían cruzado en la recepción, y allí mismo se habían enterado de que ambos habían sido reclamados. Por supuesto, no podía ser una casualidad—. Por favor, cerrad la puerta y sentáos. He hecho traer té. —En efecto, habían tres tazas de té. Una para la líder, y otras dos para los genin. El té ya era casi una tradición en las recepciones de un Morikage. Este, particularmente, les recordó a Moyashi Kenzou. Era su favorito, el que siempre hacía servir a sus subordinados. Lo hacían traer desde un pequeño pueblecito en la Capital de las Islas del Té. ¡El mejor té en toda Kusagakure!
Sólo que aquél té era un té distinto al que servía Kenzou. No estaba tan caliente, de eso no había duda. Pero tampoco estaba tan bueno.
No era el mismo té.
Era un té frío. Un té triste.
Los tres shinobi que había en aquél despacho lo sabían.
»Supongo que habéis oído hablar de la Guerrilla —dijo Kintsugi—. Ayer murieron dos chūnin. Una trampa con sellos explosivos. —Negó con la cabeza—. Esto está yendo demasiado lejos. No consigo dar con esas alimañas, y tarde o temprano uno de sus miembros podría acabar infiltrado entre mis ninjas más cercanos. Me arriesgo a un atentado contra mi cabeza. En última instancia, temo que eso acabaría desencadenando en una guerra civil. Y sería el fin de Kusagakure. —Para Kintsugi estaba muy claro. La forma de gobierno de la villa no estaba en cuestión por lo más mínimo. Ellos sólo eran terroristas. No se planteaba ni por un momento que el problema era que la derrocasen, sino que Kusagakure acabase siendo la más grande de las pérdidas.
»Iré al grano: vamos a adelantarnos a ellos. He oído que están intentando reclutar a genin. Más fáciles de manipular, más fáciles de eliminar si... se van de la lengua. Vosotros sois genin, pero de los más fuertes y capaces de la aldea. Por desgracia, habéis tenido que enfrentaros a peligros que van mucho más allá de las responsabilidades de vuestro rango. Así que... Váis a infiltraros por mí y váis a encontrarme la identidad de los cabecillas de esa banda. Sus nombres, sus caras, sus puestos reales en la villa. La ubicación de su escondite.
»¿Os véis capaces?
—Sagiso, Tsukiyama —les saludó, cuando atravesaron la puerta del despacho. Los jóvenes se habían cruzado en la recepción, y allí mismo se habían enterado de que ambos habían sido reclamados. Por supuesto, no podía ser una casualidad—. Por favor, cerrad la puerta y sentáos. He hecho traer té. —En efecto, habían tres tazas de té. Una para la líder, y otras dos para los genin. El té ya era casi una tradición en las recepciones de un Morikage. Este, particularmente, les recordó a Moyashi Kenzou. Era su favorito, el que siempre hacía servir a sus subordinados. Lo hacían traer desde un pequeño pueblecito en la Capital de las Islas del Té. ¡El mejor té en toda Kusagakure!
Sólo que aquél té era un té distinto al que servía Kenzou. No estaba tan caliente, de eso no había duda. Pero tampoco estaba tan bueno.
No era el mismo té.
Era un té frío. Un té triste.
Los tres shinobi que había en aquél despacho lo sabían.
»Supongo que habéis oído hablar de la Guerrilla —dijo Kintsugi—. Ayer murieron dos chūnin. Una trampa con sellos explosivos. —Negó con la cabeza—. Esto está yendo demasiado lejos. No consigo dar con esas alimañas, y tarde o temprano uno de sus miembros podría acabar infiltrado entre mis ninjas más cercanos. Me arriesgo a un atentado contra mi cabeza. En última instancia, temo que eso acabaría desencadenando en una guerra civil. Y sería el fin de Kusagakure. —Para Kintsugi estaba muy claro. La forma de gobierno de la villa no estaba en cuestión por lo más mínimo. Ellos sólo eran terroristas. No se planteaba ni por un momento que el problema era que la derrocasen, sino que Kusagakure acabase siendo la más grande de las pérdidas.
»Iré al grano: vamos a adelantarnos a ellos. He oído que están intentando reclutar a genin. Más fáciles de manipular, más fáciles de eliminar si... se van de la lengua. Vosotros sois genin, pero de los más fuertes y capaces de la aldea. Por desgracia, habéis tenido que enfrentaros a peligros que van mucho más allá de las responsabilidades de vuestro rango. Así que... Váis a infiltraros por mí y váis a encontrarme la identidad de los cabecillas de esa banda. Sus nombres, sus caras, sus puestos reales en la villa. La ubicación de su escondite.
»¿Os véis capaces?