26/10/2020, 03:07
Al encontrarse con su compañera en la recepción del edificio, Daigo la saludó con una sonrisa. Sin importar de qué se tratase la misión, el chico se sentía mucho más tranquilo sabiendo que sería junto a ella, especialmente después de haber estado pasando tanto tiempo entrenando juntos a diario.
Al pasar por la puerta del despacho de la Morikage, los jóvenes fueron por ella y por tres tristes tazas de té.
— Muchas gracias, Kintsugi-sama. —Dijo el chico, mientras se sentaba frente a una de las frías tazas de té.
La Morikage les habló de la Guerrilla, un grupo de asquerosos terroristas atentaba contra toda Kusagakure y que un día atrás se habían atrevido a terminar con la vida de dos de sus propios hermanos.
Pero Kintsugi, igual que su predecesor, era tan lista que daba miedo y amaba a Kusagakure por encima de todas las cosas. Es por esto que les pidió tanto a Ranko como a Daigo, dos simples genin, que se infiltraran en la organización para conseguir toda la información necesaria para desmantelarla.
— ¿Os véis capaces?
El chico se quedó un segundo mirando su taza de té, de hecho, lo llevaba haciendo durante toda la explicación. No es que no le hubiera prestado atención ni mucho menos, pero la última vez que Daigo estuvo en ese despacho para recibir una misión ni siquiera había conseguido terminarse el té. Cuando regresó, tan solo trajo de vuelto una carga de conciencia y la mitad del trabajo hecho.
Cerró los ojos y de un solo trago se bebió toda su taza de té antes de responder.
— ¡Sí!
Al pasar por la puerta del despacho de la Morikage, los jóvenes fueron por ella y por tres tristes tazas de té.
— Muchas gracias, Kintsugi-sama. —Dijo el chico, mientras se sentaba frente a una de las frías tazas de té.
La Morikage les habló de la Guerrilla, un grupo de asquerosos terroristas atentaba contra toda Kusagakure y que un día atrás se habían atrevido a terminar con la vida de dos de sus propios hermanos.
Pero Kintsugi, igual que su predecesor, era tan lista que daba miedo y amaba a Kusagakure por encima de todas las cosas. Es por esto que les pidió tanto a Ranko como a Daigo, dos simples genin, que se infiltraran en la organización para conseguir toda la información necesaria para desmantelarla.
— ¿Os véis capaces?
El chico se quedó un segundo mirando su taza de té, de hecho, lo llevaba haciendo durante toda la explicación. No es que no le hubiera prestado atención ni mucho menos, pero la última vez que Daigo estuvo en ese despacho para recibir una misión ni siquiera había conseguido terminarse el té. Cuando regresó, tan solo trajo de vuelto una carga de conciencia y la mitad del trabajo hecho.
Cerró los ojos y de un solo trago se bebió toda su taza de té antes de responder.
— ¡Sí!
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.