25/01/2021, 16:42
Zaofu les miró a la cara durante un largo rato, en silencio. Parecía juzgarles. Tratar de leer a través de ellos. Finalmente, desactivó su temido dōjutsu y suspiró, mostrándoles una sonrisa afable.
—Tampoco es que queramos matarla, ni nada de eso —dijo—. Pretendemos que ella misma vea el camino al que está conduciendo a su pueblo. Claro que, desde que murió Kenzou, esa mujer ha... cambiado. Será muy difícil. Muy difícil. Quizás tengamos que apartarla temporalmente por la fuerza, hasta que demostremos que tenemos la razón. —El sensei les mostró el puño derecho y lo apretó con fuerza—. Ahora, como sin duda comprenderéis, os tendréis que quedar conmigo hasta esta noche. Así que, ¿por qué no nos tomamos un té y os cuento más sobre este asunto?
La hostilidad que Zaofu había mostrado había desaparecido casi por completo. Su sonrisa, afable, parecía sincera. Pero ambos sabían que ocultaba mucho más. Era casi como si en él vieran a...
»Estoy seguro que no habéis tomado un té tan bueno como este —les dijo, mientras les apremiaba a seguirle. El veterano subió unas escalerillas que había al fondo del dojo y les abrió paso a una terracita, no muy diferente que la que ahora había sin usar en el edificio administrativo. Allí, en una mesa, había dispuesta una bandeja con unas cuantas tazas. En una cocinilla, al fondo, Zaofu estaba preparando un té, presumiblemente desde hacía rato.
El maestro tenía decorada la terraza con múltiples fotografías en las que aparecía junto a otros jōnin de la villa que en alguna vez habían tenido ocasión de ver. Sus amigos y compañeros, claro. Pero a ambos les llamó la atención una en especial: aparecía junto a Moyashi Kenzō, sujetando su sombrero de Morikage, ambos con una mano. Sonreían.
—Fui muy amigo de Kenzō, muy amigo... fuimos juntos a la academia, hicimos muchas misiones juntos... —dijo, mientras les servía el té. Echaba humo—. Yo le enseñé a hacer té. Aunque creo que nunca lo pilló del todo, porque siempre mandaba que se lo hicieran otros. —Zaofu soltó una carcajada—. Un buen año, ayudé, junto a unos cuantos valientes y la inestimable ayuda de Uzushio y Ame, a ese zoquete a subir al poder. Hicimos a Kusagakure importante. Poderosa. Respetada. Próspera.
»Pretendemos volver a hacer lo mismo. —El hombre se sentó y le dio un sorbo a su taza de té, sin importarle que quemara como las mismas brasas. Les sonrió. Una sonrisa muy particular.
Como si esa misma persona fuese...
»¡Y encima osan volver a itentarlo, los hijos de puta! ¡La Guerrilla! ¡Curioso nombre para unas ratas traidoras! ¡Se creen que la gente de Kusagakure va a aceptar que vuelva la corrupción de la época democrática!
—Tampoco es que queramos matarla, ni nada de eso —dijo—. Pretendemos que ella misma vea el camino al que está conduciendo a su pueblo. Claro que, desde que murió Kenzou, esa mujer ha... cambiado. Será muy difícil. Muy difícil. Quizás tengamos que apartarla temporalmente por la fuerza, hasta que demostremos que tenemos la razón. —El sensei les mostró el puño derecho y lo apretó con fuerza—. Ahora, como sin duda comprenderéis, os tendréis que quedar conmigo hasta esta noche. Así que, ¿por qué no nos tomamos un té y os cuento más sobre este asunto?
La hostilidad que Zaofu había mostrado había desaparecido casi por completo. Su sonrisa, afable, parecía sincera. Pero ambos sabían que ocultaba mucho más. Era casi como si en él vieran a...
»Estoy seguro que no habéis tomado un té tan bueno como este —les dijo, mientras les apremiaba a seguirle. El veterano subió unas escalerillas que había al fondo del dojo y les abrió paso a una terracita, no muy diferente que la que ahora había sin usar en el edificio administrativo. Allí, en una mesa, había dispuesta una bandeja con unas cuantas tazas. En una cocinilla, al fondo, Zaofu estaba preparando un té, presumiblemente desde hacía rato.
El maestro tenía decorada la terraza con múltiples fotografías en las que aparecía junto a otros jōnin de la villa que en alguna vez habían tenido ocasión de ver. Sus amigos y compañeros, claro. Pero a ambos les llamó la atención una en especial: aparecía junto a Moyashi Kenzō, sujetando su sombrero de Morikage, ambos con una mano. Sonreían.
—Fui muy amigo de Kenzō, muy amigo... fuimos juntos a la academia, hicimos muchas misiones juntos... —dijo, mientras les servía el té. Echaba humo—. Yo le enseñé a hacer té. Aunque creo que nunca lo pilló del todo, porque siempre mandaba que se lo hicieran otros. —Zaofu soltó una carcajada—. Un buen año, ayudé, junto a unos cuantos valientes y la inestimable ayuda de Uzushio y Ame, a ese zoquete a subir al poder. Hicimos a Kusagakure importante. Poderosa. Respetada. Próspera.
»Pretendemos volver a hacer lo mismo. —El hombre se sentó y le dio un sorbo a su taza de té, sin importarle que quemara como las mismas brasas. Les sonrió. Una sonrisa muy particular.
Como si esa misma persona fuese...
»¡Y encima osan volver a itentarlo, los hijos de puta! ¡La Guerrilla! ¡Curioso nombre para unas ratas traidoras! ¡Se creen que la gente de Kusagakure va a aceptar que vuelva la corrupción de la época democrática!
Esta cuenta representa a la totalidad de los administradores de NinjaWorld.es