17/03/2021, 19:37
"Algún grupo".
Curioso pensamiento. Prácticamente estaban rodeados de simpatizantes de Zaofu. No cabían en la arena. Como en una lata de sardinas, los brazos les empujaban cuando subían aclamando las soflamas del maestro.
No hacía falta integrarse en ningún grupo. El grupo entero era ya una turba violenta, o al menos por su corta experiencia aquello es lo que más podía parecerse a una turba violenta. Casi daba la sensación de que no iban a tener demasiada compasión con los hombres y mujeres que apoyaban a Kintsugi. Casi parecía que estaba a punto de estallar una guerra civil.
Bueno, algo estaba a punto de estallar. Eso seguro.
Calor. Negrura. Fuego, escombros, ceniza. Gritos. Sangre. Heridos.
Como un mal sueño, el recuerdo del Valle de los Dojos vino a ellos. Como un mal sueño. Pero aquello no era un sueño. Y la pesadilla no había hecho más que empezar.
Las explosiones se sucedieron, una tras la otra, desde diferentes puntos de las gradas. Quien fuera que hubo colocado el material pirotécnico fue lo bastante hábil como para predecir que las gradas caerían hacia adentro, aplastando al grupo de extremistas, que ahora no era más que la triste sombra de una amenaza frustrada. Zaofu, en una tarima, había sido el primero en colapsar. Ahora sólo asomaba el rostro a medio separar de la cabeza, mirándoles fijamente, muy cerca, con una maniática sonrisa.
A la hora de la verdad, el orgullo no gana.
A la hora de la verdad, el que está preparado, prevalece.
A la hora de la verdad, incluso el que parecía el más fuerte puede perecer ante la rata cobarde pero astuta.
Daigo y Ranko estaban en el suelo, boca abajo. Una sombra se cirnió sobre ellos.
Apenas medio segundo para reaccionar.
Apenas medio segundo para elegir entre la vida o la muerte.
Curioso pensamiento. Prácticamente estaban rodeados de simpatizantes de Zaofu. No cabían en la arena. Como en una lata de sardinas, los brazos les empujaban cuando subían aclamando las soflamas del maestro.
No hacía falta integrarse en ningún grupo. El grupo entero era ya una turba violenta, o al menos por su corta experiencia aquello es lo que más podía parecerse a una turba violenta. Casi daba la sensación de que no iban a tener demasiada compasión con los hombres y mujeres que apoyaban a Kintsugi. Casi parecía que estaba a punto de estallar una guerra civil.
Bueno, algo estaba a punto de estallar. Eso seguro.
¡¡BAAAAAUUUMMM!!
Calor. Negrura. Fuego, escombros, ceniza. Gritos. Sangre. Heridos.
Como un mal sueño, el recuerdo del Valle de los Dojos vino a ellos. Como un mal sueño. Pero aquello no era un sueño. Y la pesadilla no había hecho más que empezar.
¡¡BAAAAAUUUMMM!!
¡¡BAAAAAUUUMMM!!
¡¡BAAAAAUUUMMM!!
Las explosiones se sucedieron, una tras la otra, desde diferentes puntos de las gradas. Quien fuera que hubo colocado el material pirotécnico fue lo bastante hábil como para predecir que las gradas caerían hacia adentro, aplastando al grupo de extremistas, que ahora no era más que la triste sombra de una amenaza frustrada. Zaofu, en una tarima, había sido el primero en colapsar. Ahora sólo asomaba el rostro a medio separar de la cabeza, mirándoles fijamente, muy cerca, con una maniática sonrisa.
A la hora de la verdad, el orgullo no gana.
A la hora de la verdad, el que está preparado, prevalece.
A la hora de la verdad, incluso el que parecía el más fuerte puede perecer ante la rata cobarde pero astuta.
¡¡BAAAAAUUUMMM!!
Daigo y Ranko estaban en el suelo, boca abajo. Una sombra se cirnió sobre ellos.
Apenas medio segundo para reaccionar.
Apenas medio segundo para elegir entre la vida o la muerte.
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