27/04/2021, 20:35
(Última modificación: 27/04/2021, 21:06 por Zhaoren Lyndis. Editado 3 veces en total.)
— Pelea pelea pelea pelea. PELEA. PELEA. PE-LE-A. P E L E A. — decía para ella misma, comenzando en un murmuro y acabando a grito pelado.
Por fin localizo al capullo que le había despertado, llevaba un rato persiguiéndolo y le había perdido la pista en varios cruces, por lo que se vio forzada a subir a lo alto de los edificios. Tras tanto rato sin que pudiera responder a sus preguntas, había acumulado suficientes ganas de combate, y más cuando en sus alrededores algunos estaban combatiendo ya. Pero ella tenía un objetivo claro al que quería dirigirle el primer golpe.
Con toda la velocidad que pudiera llegar a alcanzar apareció propinándole un buen golpe en la cara a aquel tipo, un ataque imparable que con suerte lo desestabilizaba y lanzaba un par de metros atrás. Lo que se conocía popularmente como un "gesto de hospitalidad y saludo" en aquella tierra. Si era un kuseño de verdad, no le molestaría haber recibido el primer golpe al no haber estado lo suficientemente atento.
La joven de cabellos plateados mostraba una sonrisa de oreja a oreja y una mirada desafiante llena de confianza. El día anterior le costó contenerse y solo lo hizo por poder ayudar a su madre, pero ahora podía combatir hasta quedarse sin fuerzas.
— ¡Por fin te pillé, pedazo de trozo de mierda! — Chocaría uno de sus puños contra la palma de su otra mano saltando de estos algunas chispas mientras hizo un gesto con el cuello para crugirlo en un suave chasquido, sin prestar atención a todos los que se habían juntado en la entrada. — Un nuevo orden, Kintsugi, democracia. Blablabla. Me parece muy bonito todas esas gilipolleces, pero si no podéis contra un par de genins rasos no podéis exigir gobernar nada. ¡Asi que ven aquí, y demuéstrame que tengo que deberos lealtad a una panda de capullos que si tan orgullosos están de lo que hacen, por el contrario ocultan sus rostros! ¡O TE PIENSO DEJAR TODOS LOS DIENTES CONTRA EL BORDILLO DE LA ACERA!
Sin perder un instante, se recompuso de un salto sacando un kunai, dispuesto a apuñalarla. Pero para eso tenía que tocarla, y si la tocaba, estaría lo suficientemente cerca como para poder calzarle otro puñetazo a la cara sin perder la sonrisa pese al arma clavada en el brazo que uso para defender sus partes vitales.
Por fin localizo al capullo que le había despertado, llevaba un rato persiguiéndolo y le había perdido la pista en varios cruces, por lo que se vio forzada a subir a lo alto de los edificios. Tras tanto rato sin que pudiera responder a sus preguntas, había acumulado suficientes ganas de combate, y más cuando en sus alrededores algunos estaban combatiendo ya. Pero ella tenía un objetivo claro al que quería dirigirle el primer golpe.
Con toda la velocidad que pudiera llegar a alcanzar apareció propinándole un buen golpe en la cara a aquel tipo, un ataque imparable que con suerte lo desestabilizaba y lanzaba un par de metros atrás. Lo que se conocía popularmente como un "gesto de hospitalidad y saludo" en aquella tierra. Si era un kuseño de verdad, no le molestaría haber recibido el primer golpe al no haber estado lo suficientemente atento.
La joven de cabellos plateados mostraba una sonrisa de oreja a oreja y una mirada desafiante llena de confianza. El día anterior le costó contenerse y solo lo hizo por poder ayudar a su madre, pero ahora podía combatir hasta quedarse sin fuerzas.
— ¡Por fin te pillé, pedazo de trozo de mierda! — Chocaría uno de sus puños contra la palma de su otra mano saltando de estos algunas chispas mientras hizo un gesto con el cuello para crugirlo en un suave chasquido, sin prestar atención a todos los que se habían juntado en la entrada. — Un nuevo orden, Kintsugi, democracia. Blablabla. Me parece muy bonito todas esas gilipolleces, pero si no podéis contra un par de genins rasos no podéis exigir gobernar nada. ¡Asi que ven aquí, y demuéstrame que tengo que deberos lealtad a una panda de capullos que si tan orgullosos están de lo que hacen, por el contrario ocultan sus rostros! ¡O TE PIENSO DEJAR TODOS LOS DIENTES CONTRA EL BORDILLO DE LA ACERA!
Sin perder un instante, se recompuso de un salto sacando un kunai, dispuesto a apuñalarla. Pero para eso tenía que tocarla, y si la tocaba, estaría lo suficientemente cerca como para poder calzarle otro puñetazo a la cara sin perder la sonrisa pese al arma clavada en el brazo que uso para defender sus partes vitales.