6/05/2021, 15:36
Posada en una pared cercana, una mariposa de colores apagados batió con lentitud sus alas, intentando pasar desapercibida. Hasta el momento parecía haberlo conseguido. Como solía ser habitual, nadie se había detenido a observar a un pequeño e insignificante insecto. Un pequeño e insignificante insecto que estaba mandando mensajes lejos de allí.
Kintsugi frunció ligeramente el ceño y se reincorporó con una tensión acumulada que decidió camuflar con entereza y gélida calma. Parecía que había llegado el momento de moverse.
—Quedáos aquí y no os mováis. Regresaré enseguida —les indicó a Daigo y Ranko. Era consciente de que si les informaba de lo que estaba ocurriendo en el exterior, por muy heridos que se encontraran, ambos querrían salir a ayudar.
Tal era la voluntad de Kusagakure que florecía en sus venas.
Aburame Kintsugi salió del refugio, con el rostro cubierto por una capucha. Hasta el momento su propósito había sido sobrevivir mientras enviaba a sus mariposas espía para informarse. Sobrevivir, informarse y esperar al momento adecuado. Necesitaba asegurarse de las lealtades que seguían con ella, pues sola no podría haber recuperado su aldea de las garras de la democracia. Y ese momento había llegado de una manera tan explosiva como cabía esperarse de sus compatriotas. Era hora de actuar.
Tal y como había visto a través de los ojos de su mariposa, el exterior era un auténtico caos: la gente corría de aquí para allá, chillaba, se envalentonaba, combatía contra la facción contraria... Y todo ese caos tenía su epicentro en la misma entrada de la aldea.
Sin más preocupaciones por seguir oculta, Kintsugi retiró la capucha de su cabeza y se llevó una mano al rostro para quitarse su característico antifaz, dejando a la vista dos inquietantes ojos compuestos muy diferentes a los de cualquier ser humano normal y corriente. Al mismo tiempo, cuatro esplendorosas alas surgieron tras su espalda y la alzaron a varios metros en el aire.
—¡No dejaremos que la aldea de Kusagakure caíga en vuestras sucias manos! —clamó—. ¡Kusagakure tiene sus raíces bien firmes y se defenderá con todas sus fuerzas de cualquiera que amenace su estabilidad! ¡Adelante, Kusajines, demostrad a esta panda de fanáticos de qué pasta estamos hechos las verdaderas Hierbas!
»¡CON MI SACRIFICIO SIRVO A MI FAMILIA! ¡CON MI SACRIFICIO SIRVO A KUSAGAKURE!
Kintsugi frunció ligeramente el ceño y se reincorporó con una tensión acumulada que decidió camuflar con entereza y gélida calma. Parecía que había llegado el momento de moverse.
—Quedáos aquí y no os mováis. Regresaré enseguida —les indicó a Daigo y Ranko. Era consciente de que si les informaba de lo que estaba ocurriendo en el exterior, por muy heridos que se encontraran, ambos querrían salir a ayudar.
Tal era la voluntad de Kusagakure que florecía en sus venas.
Aburame Kintsugi salió del refugio, con el rostro cubierto por una capucha. Hasta el momento su propósito había sido sobrevivir mientras enviaba a sus mariposas espía para informarse. Sobrevivir, informarse y esperar al momento adecuado. Necesitaba asegurarse de las lealtades que seguían con ella, pues sola no podría haber recuperado su aldea de las garras de la democracia. Y ese momento había llegado de una manera tan explosiva como cabía esperarse de sus compatriotas. Era hora de actuar.
Tal y como había visto a través de los ojos de su mariposa, el exterior era un auténtico caos: la gente corría de aquí para allá, chillaba, se envalentonaba, combatía contra la facción contraria... Y todo ese caos tenía su epicentro en la misma entrada de la aldea.
Sin más preocupaciones por seguir oculta, Kintsugi retiró la capucha de su cabeza y se llevó una mano al rostro para quitarse su característico antifaz, dejando a la vista dos inquietantes ojos compuestos muy diferentes a los de cualquier ser humano normal y corriente. Al mismo tiempo, cuatro esplendorosas alas surgieron tras su espalda y la alzaron a varios metros en el aire.
—¡No dejaremos que la aldea de Kusagakure caíga en vuestras sucias manos! —clamó—. ¡Kusagakure tiene sus raíces bien firmes y se defenderá con todas sus fuerzas de cualquiera que amenace su estabilidad! ¡Adelante, Kusajines, demostrad a esta panda de fanáticos de qué pasta estamos hechos las verdaderas Hierbas!
»¡CON MI SACRIFICIO SIRVO A MI FAMILIA! ¡CON MI SACRIFICIO SIRVO A KUSAGAKURE!