5/06/2021, 11:24
—Eso espero, Yota. Eso espero —asintió Kintsugi, visiblemente agotada.
La trifulca continuaba, y los fieles al Bosque lo dieron todo de sí mismos para neutralizar las múltiples amenazas que les salían al camino. Lyndis, Yota y Koji trabajaron al unísono. Para tratarse de un equipo improvisado, formado de la urgencia del momento, lo cierto era que se compenetraban bastante bien. Por eso, y viendo que se apañaban bien por sí mismos, Kintsugi les dejó seguir con su trabajo mientras ella seguía con el suyo.
Sin embargo, pocos minutos después, Kaguya Koji volvió hasta su posición. Llevaba consigo un papel, una especie de nota doblada, que le tendió a la Morikage. Aburame Kintsugi la tomó y la desdobló con tensa calma. Sus ojos se pasearon entonces por aquella caligrafía desconocida para ella:
Su semblante se había ido tornando más y más sombrío a medida que avanzaba por la nota. No hacía falta hacer demasiadas preguntas para desentrañar el misterio. El nombre de Kurama y la mención a la estación de trenes resolvía cualquier tipo de duda: el autor de aquella nota era el mismo General que le había amputado un dedo a Sasagani Yota meses atrás.
—Malditos monstruos... —farfulló entre dientes, visiblemente airada. Sus dedos se habían apretado en torno al papel, arrugándolo en el proceso con un ligero crujido. Pero para cuando se volvió hacia Koji, volvía a estar tan calmada como antes—: Ya no vamos a encontrar nada aquí. Hemos detenido a todos los rebeldes y serán interrogados al respecto. Vuelve con tus compañeros e infórmales de que Tsukiyama Daigo y Sagiso Ranko se encuentran en el escondite subterráneo que hay junto al antiguo estadio. Van a necesitar ayuda médica, por lo que deberíais ir y llevarles hacia el hospital.
La trifulca continuaba, y los fieles al Bosque lo dieron todo de sí mismos para neutralizar las múltiples amenazas que les salían al camino. Lyndis, Yota y Koji trabajaron al unísono. Para tratarse de un equipo improvisado, formado de la urgencia del momento, lo cierto era que se compenetraban bastante bien. Por eso, y viendo que se apañaban bien por sí mismos, Kintsugi les dejó seguir con su trabajo mientras ella seguía con el suyo.
Sin embargo, pocos minutos después, Kaguya Koji volvió hasta su posición. Llevaba consigo un papel, una especie de nota doblada, que le tendió a la Morikage. Aburame Kintsugi la tomó y la desdobló con tensa calma. Sus ojos se pasearon entonces por aquella caligrafía desconocida para ella:
Tenéis el dinero y el apoyo del Señor Kurama. Os garantizaremos contactos permanentes y el compromiso de que Kusagakure quedará indemne en la guerra que vendrá. Encontraréis en nosotros un poderoso aliado.
Cuando todo acabe, escríbeme de vuelta, por el medio habitual. No será necesario reunirnos de nuevo en la estación. La última vez, pusimos en riesgo tanto vuestros intereses como los nuestros.
Atentamente,
M.
Cuando todo acabe, escríbeme de vuelta, por el medio habitual. No será necesario reunirnos de nuevo en la estación. La última vez, pusimos en riesgo tanto vuestros intereses como los nuestros.
Atentamente,
M.
Su semblante se había ido tornando más y más sombrío a medida que avanzaba por la nota. No hacía falta hacer demasiadas preguntas para desentrañar el misterio. El nombre de Kurama y la mención a la estación de trenes resolvía cualquier tipo de duda: el autor de aquella nota era el mismo General que le había amputado un dedo a Sasagani Yota meses atrás.
—Malditos monstruos... —farfulló entre dientes, visiblemente airada. Sus dedos se habían apretado en torno al papel, arrugándolo en el proceso con un ligero crujido. Pero para cuando se volvió hacia Koji, volvía a estar tan calmada como antes—: Ya no vamos a encontrar nada aquí. Hemos detenido a todos los rebeldes y serán interrogados al respecto. Vuelve con tus compañeros e infórmales de que Tsukiyama Daigo y Sagiso Ranko se encuentran en el escondite subterráneo que hay junto al antiguo estadio. Van a necesitar ayuda médica, por lo que deberíais ir y llevarles hacia el hospital.