26/01/2022, 02:35
Siete obtuvo una rápida respuesta por parte de la Uzumaki, quien además añadió con un gesto la dirección a tomar. El Senju dobló nuevamente la carta, y la introdujo en la sudadera, donde inicialmente había estado.
—Muchas gracias.
Apenas comenzó a andar, entremetió nuevamente las manos en los bolsillos. Era una cómoda pero fea costumbre, aunque al menos en invierno era útil. Avanzó hasta las escaleras, y comenzó a subir peldaño a peldaño. El camino se hizo casi tan largo como el de casa hasta el edificio. Quizás no era para tanto, pero en la cabeza del chico pareció eterno. Si, aún no hacía más que preguntarse para qué era, para qué le habían pedido ir.
Para cuando llegó al último escalón, avistando la mencionada puerta doble con los símbolos de Uzu, el chico topó sin querer con el tabaco con sus manos. Por un instante hasta pensó en echarse un pitillo, pero... al alzar la zurda, pudo ver que no disponía de tal tiempo. Así se lo indicaba su reloj al menos, y dicen que esos trastos nunca fallan. Volvió a meter la mano en el bolsillo, y terminó de avanzar hasta encontrarse a escasos centímetros de la puerta. Nuevamente sacó la zurda, y golpeó un par de veces en el portón del despacho.
¡Toc, toc!
—¡Con permiso! —añadió a la llamada, abriendo la puerta. —¡Buenos días!
En un principio pensó en acompañar los buenos días de un recatado "señor Uzukage", pero nunca mejor dicho, le comió la lengua el gato. O el mapache.
Siete se disponía en el umbral de la puerta, y no fue para nada lo esperado. Pudo pensar en ver al Uchiha en un lado, u otro; pudo pensar en algún súbdito o incluso un anbu hablando con el Uzukage; pudo pensar incluso de un despacho vacío y que el Uchiha lo sorprendiese por la espalda... pero sin duda, ver al mismisimo shukaku tendido en una hamaca a la vera del Uchiha pudo ser lo último que le pasase por la mente. Su rostro sin duda sería un poema, no supo ni qué mas decir.
—Muchas gracias.
Apenas comenzó a andar, entremetió nuevamente las manos en los bolsillos. Era una cómoda pero fea costumbre, aunque al menos en invierno era útil. Avanzó hasta las escaleras, y comenzó a subir peldaño a peldaño. El camino se hizo casi tan largo como el de casa hasta el edificio. Quizás no era para tanto, pero en la cabeza del chico pareció eterno. Si, aún no hacía más que preguntarse para qué era, para qué le habían pedido ir.
Para cuando llegó al último escalón, avistando la mencionada puerta doble con los símbolos de Uzu, el chico topó sin querer con el tabaco con sus manos. Por un instante hasta pensó en echarse un pitillo, pero... al alzar la zurda, pudo ver que no disponía de tal tiempo. Así se lo indicaba su reloj al menos, y dicen que esos trastos nunca fallan. Volvió a meter la mano en el bolsillo, y terminó de avanzar hasta encontrarse a escasos centímetros de la puerta. Nuevamente sacó la zurda, y golpeó un par de veces en el portón del despacho.
¡Toc, toc!
—¡Con permiso! —añadió a la llamada, abriendo la puerta. —¡Buenos días!
En un principio pensó en acompañar los buenos días de un recatado "señor Uzukage", pero nunca mejor dicho, le comió la lengua el gato. O el mapache.
Siete se disponía en el umbral de la puerta, y no fue para nada lo esperado. Pudo pensar en ver al Uchiha en un lado, u otro; pudo pensar en algún súbdito o incluso un anbu hablando con el Uzukage; pudo pensar incluso de un despacho vacío y que el Uchiha lo sorprendiese por la espalda... pero sin duda, ver al mismisimo shukaku tendido en una hamaca a la vera del Uchiha pudo ser lo último que le pasase por la mente. Su rostro sin duda sería un poema, no supo ni qué mas decir.