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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#6
El Uchiha comentó que le gustaba la puntualidad, un hecho para nada insólito, pues a la mayoría del gremio les era inherente. Todo buen militante, adora la puntualidad. Una norma no escrita, o quizás si, que todos sabían tener la obligación de cumplir. Además de esa puntualización, el Uzukage le ofreció asiento, ofreciéndole la silla que tenía justo frente a su mesa. Él entre tanto, se disponía justo en el sillón del otro extremo, como si se dispusiese al otro lado del mar.

«Vamos a ello.»

Sin pensarlo demasiado, Siete accedió a sentarse. Caminó sin titubear demasiado, y tomó el indicado asiento. Se recostó apenas con la posadera, reclinándose mas bien hacia adelante, con las piernas algo separadas y los codos reposados sobre las rodillas, en lo que las manos se unían entre sí. Una postura en la que se encontraba "cómodo", dada la situación.

El mapache entre tanto fumaba de una pipa, haciendo volutas de humo de formas circulares.

Datsue aclaró entonces cuál era el motivo de la reunión. Descartó que pudiese tratarse de una prueba o algo similar, destruyendo en el acto las mil y una teorías absurdas que llevaba el Senju en su mente. Ésto era en parte un alivio, al menos ahora sabía que no era nada especial, tan solo una manera más de éste nuevo Uzukage de acercarse a su gente. Casi parecía un tío afable, un tío de esos que se preocupa por la gente; no uno de esos que los manda a morir por temas políticos, económicos o socioculturales.

Por otro lado, el hombre hablaba de entrevistarse con toda Uzu, lo cuál sonaba un disparate. Bueno, quizás no lo era si disponía de qué se yo... ¿unos diez meses o así?¿quizás un año? Si contaba con todo el trabajo de la gestión de la villa, raro sería que le diese en menos tiempo a acabar esa labor. Al menos eso pensó el de dientes plateados.

«Vaya locura...»

Y antes de continuar —según expresó Datsue— quería saber si estaba a gusto en la villa, o si podía hacer algo por Hayato. Casi parecía una pregunta trampa. Si decía que no estaba a gusto, el mapache le comía la cara. Ale, un inconformista menos.

Sinceramente, la villa ha sido mi casa desde hace años. Mentiría si dijese que no estoy a gusto aquí, y mentiría si dijese que no me gusta ser shinobi. —Esa siempre había sido la verdad. —Y no creo que pueda ayudarme con mis asuntos. No le vendría bien, señor Uzukage.

Quizás no eran las mejores palabras, podía haberlas elegido mucho mejor. Pero sinceramente, todo el mundo tiene asuntos que atender, y a veces los asuntos de uno son de esos en los que mejor no ver implicada su reputación.
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Mensajes en este tema
RE: El escudo, las espadas y los cerezos silvestres - por Senju Hayato - 27/01/2022, 15:34


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