31/01/2022, 00:02
Iba a ser un día difícil.
Aquella mañana, mientras se vestía, se había preguntado qué había sucedido para que alguien como él, que no pensaba en hacer misiones ninja nada más que como en un trabajo bien pagado, fuese a acabar sentado con los hombres y mujeres más poderosos de Ōnindo. Había sido una sucesión de acontecimientos interesante cuanto menos, y el Hyūga sostenía una extravagante teoría.
Verán, todo comenzó con una cebolla.
Sí, una cebolla. Aunque entrar en los detalles de por qué esto fue así sería digno de una epopeya.
Sea como fuere, ahora él también era un hombre importante, y aunque todavía era un muchacho, se encontraba observando un mapa muy atento, rascándose la barbilla e intentando dar su punto de vista creyendo en todo momento que no tenía ni la más remota idea de lo que estaba haciendo. A Shanise, la Arashikage, no parecía importarle y tenía en cuenta todas y cada una de sus intervenciones, pese a que no se adhería ni a la mitad de ellas. A Daruu no le importaba. Es más, estaba aprendiendo bastante.
Era admirable verla así, en su especialidad, y no deprimida tras la muerte de Yui. En cierta forma, ella, como la Tormenta, también les había contagiado a todos su espíritu analítico. Y todos estaban más centrados en cómo narices se enfrentarían a aquél formidable enemigo en lugar de en llorar y lamentarse.
Pero en el fondo, en sus corazones ardía una pasión y una ira incontrolable. Porque así eran los Hijos de la Tormenta.
—El enemigo también podrá detectarnos más velozmente —objetaba Daruu—, y si avanza por el sudoeste desde la Ciudad Fantasma, podría acabar con nosotros antes de que terminemos de construirlos. —Daruu señaló a los extraños edificios de hormigón y vidrio, tumbados, quebrados por la mitad, que casi hacían de frontera con el País de la Tierra—. La Ciudad, precisamente, me parece un buen enclave que dominar. Muchos recovecos donde luchar una guerra de guerrillas. Nuestros shinobis y kunoichis la habrán visitado más que ellos, y probablemente conozcan muchas calles y lugares subterráneos desde donde contraatacar si tratan de arrebatárnosla. Deberíamos darle prioridad.
Aquella mañana, mientras se vestía, se había preguntado qué había sucedido para que alguien como él, que no pensaba en hacer misiones ninja nada más que como en un trabajo bien pagado, fuese a acabar sentado con los hombres y mujeres más poderosos de Ōnindo. Había sido una sucesión de acontecimientos interesante cuanto menos, y el Hyūga sostenía una extravagante teoría.
Verán, todo comenzó con una cebolla.
Sí, una cebolla. Aunque entrar en los detalles de por qué esto fue así sería digno de una epopeya.
Sea como fuere, ahora él también era un hombre importante, y aunque todavía era un muchacho, se encontraba observando un mapa muy atento, rascándose la barbilla e intentando dar su punto de vista creyendo en todo momento que no tenía ni la más remota idea de lo que estaba haciendo. A Shanise, la Arashikage, no parecía importarle y tenía en cuenta todas y cada una de sus intervenciones, pese a que no se adhería ni a la mitad de ellas. A Daruu no le importaba. Es más, estaba aprendiendo bastante.
Era admirable verla así, en su especialidad, y no deprimida tras la muerte de Yui. En cierta forma, ella, como la Tormenta, también les había contagiado a todos su espíritu analítico. Y todos estaban más centrados en cómo narices se enfrentarían a aquél formidable enemigo en lugar de en llorar y lamentarse.
Pero en el fondo, en sus corazones ardía una pasión y una ira incontrolable. Porque así eran los Hijos de la Tormenta.
—El enemigo también podrá detectarnos más velozmente —objetaba Daruu—, y si avanza por el sudoeste desde la Ciudad Fantasma, podría acabar con nosotros antes de que terminemos de construirlos. —Daruu señaló a los extraños edificios de hormigón y vidrio, tumbados, quebrados por la mitad, que casi hacían de frontera con el País de la Tierra—. La Ciudad, precisamente, me parece un buen enclave que dominar. Muchos recovecos donde luchar una guerra de guerrillas. Nuestros shinobis y kunoichis la habrán visitado más que ellos, y probablemente conozcan muchas calles y lugares subterráneos desde donde contraatacar si tratan de arrebatárnosla. Deberíamos darle prioridad.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)