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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#7
Los nudillos del primer invitado llamaron a la puerta. Daruu observó con detenimiento la madera sin atreverse a activar el Byakugan para ver quién de los dos sería: Hanabi o Kintsugi. Con ambos compartía problemas, pero en diferentes direcciones. Hanabi tenía problemas con Daruu —quien insistía en aparecerse de una forma u otra, si bien con buenas intenciones, cuando menos lo esperaba—, y Daruu tenía problemas con Kintsugi por su relación directa con Ayame. Respecto a esto último, Daruu había estado reflexionando, y había decidido que debía dar ejemplo, mantener la calma, y sobretodo, mantener la boca cerrada. Esperaba poder hacerlo, dada su excesiva tendencia a meterse en problemas sin querer.

Las puertas chirriaron y quien apareció detrás...

¿¡Pero qué cojones...!? —Hala. A la mierda la solemnidad, los protocolos y la frialdad de Kōri el Hielo. ¿Pero quién podía juzgarle? ¡El mismísimo Uchiha Datsue!

A Daruu nadie le había informado de que Hanabi había muerto. Y menos que quien asistiría a la reunión y se había convertido en Uzukage sería nada más y nada menos que su viejo amigo, luego enemigo mortal, luego mejor amigo Uchiha Datsue.

La mente y el corazón de Daruu pasaron a toda velocidad por todo lo que implicaba su presencia en aquél despacho. Un pequeño y pasajero arrepentimiento por no haber tomado el sombrero como él, una sincera pena por la muerte de un hombre que respetaba, Sarutobi Hanabi, y un terrible miedo a que Shukaku soltase alguna barbaridad en medio de la reunión que estaba por venir. Antes de que se diera cuenta, Datsue le estaba cogiendo una mano fofa, y luego abrazándole.

Me alegro de volver a verte, viejo amigo.

Datsue, ¿qué...? —murmuró Daruu, apenas recuperada el habla y pálido como la leche. Datsue se separó de él y se inclinó ligeramente frente a Shanise.

Shanise. Lamento vuestra pérdida.

Es terrible, Datsue... ¿Hanabi también...? ¡Pero entonces...!«¡Maldito Kurama! ¡Pienso arrancarte el corazón con mis propias...!»

Alguien volvió a llamar a la puerta. «Kintsugi», intuyó Daruu. Fue entonces cuando se fijó en el muchacho que acompañaba a Datsue. No era Reiji, o Eri, sino que se había traído consigo a un muchacho bastante desaliñado y enclenque que parecía recién salido de la academia. [psub=mediumseagreen]No es que Datsue necesite mucha protección, pero al menos algo de consejo, sí, ¿no...? ¿En qué estará pensando?[/color]

La puerta se abrió y Kintsugi se abrió paso junto a una muchacha que Daruu había visto en el torneo. Sagisō Ranko. No había tenido el placer de intercambiar unas palabras con ella, así como con otros kusareños. Se preguntó cómo estarían Yota y Daigo. A uno le debía su vida, y el otro era un buen compañero de aventuras y desventuras. Los echaba de menos.

Daruu trató de no mantener contacto visual con Kintsugi, y tras aclararse la garganta volvió a convertirse en una estatua que se erigía respetuosa al lado de Shanise, pero no con un porte orgulloso, sino con perfil bajo: las manos metidas dentro de los bolsillos de su sudadera verde con capucha, observando detenidamente de nuevo el mapa que la Arashikage tenía desplegado sobre la mesa. Mantuvo los oídos atentos, no obstante, en la conversación que mantenía la Morikage con los demás mandatarios.

Kintsugi hizo dos cosas: felicitar y dar el pésame. La felicitación fue por compromiso, se percató Daruu. Pero al menos el pésame había sido sincero.
[Imagen: K02XwLh.png]

No hay marcas de sangre registradas.
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Mensajes en este tema
RE: La reunión de los nuevos Tres Grandes - por Amedama Daruu - 2/02/2022, 19:07


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