3/02/2022, 13:47
Ranko se presentó con su habitual educación, y Kintsugi asintió para sí misma, satisfecha. Sólo entonces se permitió lanzar una mirada más observadora al resto de presentes. Conocía a Hōzuki Shanise, después de todo había intercambiado diálogo con ella en varias reuniones anteriores; pero aunque conocía a su acompañante por su excepcional desempeño en el último Torneo de los Dojos, tampoco había tenido el placer de hablar con él, y no estaba muy segura de qué podía esperar de Hyūga Daruu. Por parte de Uzushiogakure, el nombramiento como nuevo Uzukage de alguien que había debidotoda su fama a lo problemático de su comportamiento había supuesto una sorpresa para todos. Aunque tampoco podía decir que al chico le faltara poder. Tan problemático como poderoso, una combinación de lo más peculiar. Pero Kintsugi no conocía, ni siquiera de vista, al muchacho que le acompañaba: desgarbado, de cabellos plateados, mirada apagada... No parecía especialmente entusiasmado por acudir a aquella reunión.
—Tomen asiento —les indicó Shanise, señalando la gran mesa redonda—. Tenemos muchos temas que tratar.
—Ya os digo que sí —confirmó Kintsugi, con un pesado suspiro.
El nuevo Uzukage se adelantó y se sentó a la derecha de Shanise. Había una silla libre entre Datsue y Shanise, pero Kintsugi prefirió tomar asiento a la izquierda de la Arashikage. Se encontraban en una reunión, y prefería tener a sus contrapartes del Remolino y de la Tormenta cara a cara.
—Dado que estamos en Amegakure, creo que es justo que tome usted la palabra, Arashikage-dono —le cedió el turno, con una leve inclinación de cabeza.
—Tomen asiento —les indicó Shanise, señalando la gran mesa redonda—. Tenemos muchos temas que tratar.
—Ya os digo que sí —confirmó Kintsugi, con un pesado suspiro.
El nuevo Uzukage se adelantó y se sentó a la derecha de Shanise. Había una silla libre entre Datsue y Shanise, pero Kintsugi prefirió tomar asiento a la izquierda de la Arashikage. Se encontraban en una reunión, y prefería tener a sus contrapartes del Remolino y de la Tormenta cara a cara.
—Dado que estamos en Amegakure, creo que es justo que tome usted la palabra, Arashikage-dono —le cedió el turno, con una leve inclinación de cabeza.
