13/02/2022, 00:33
Sagiso Ranko, al contrario que el resto de acompañantes de las otras dos Sombras, se quedó de pie tras Kintsugi. Ella no objetó nada al contrario; después de todo, respetaba el orden de protocolo y la jerarquía. Ella misma, en un pasado que en aquellos instantes se le antojaba muy lejano, había acompañado al anterior Morikage, Moyashi Kenzou, en muchas de sus reuniones y, tal y como hacía Ranko ahora, había velado por su seguridad posicionándose a su espalda. Por eso no le hizo ninguna gracia cuando el acompañante de la Arashikage osó tomar la palabra para dar instrucciones a su propia subordinada.
—Sagiso-san. Si vienes con la delegación de Morikage-dono, la silla está preparada para ti —dijo el Hyūga con una afilada sonrisa, que distaba de resultar afable—. Al fin y al cabo... rechazar lo que a uno se le ofrece es de peor educación que osar acompañar a sus superiores.
Aburame Kintsugi torció el gesto.
—Agradecemos vuestra hospitalidad —respondió la Morikage, tanteando las palabras con suma lentitud, midiéndolas cuidadosamente—. Pero agradecería que os abstuviérais de dar instrucciones a mis shinobi, por favor.
Pese a todo, le hizo un gesto a Ranko para que se sentara junto a ella en la mesa. Poco después tomaría la palabra la Arashikage, dando por iniciada la esperada reunión:
—Yukio ha caído y en estos momentos, seguramente, todo el Norte del País de la Tormenta ya ha sido ocupado por su ejército.
—Intuyo que estás hablando del Nueve Colas —dijo Kintsugi, sombría, cuando Shanise la miró directamente.
—Esto ha llegado demasiado lejos —agregó ella, devolviendo la mirada a un mapa que tenía extendido sobre la mesa y en el que se representaba la totalidad de la geografía de Ōnindo—. Mis ninja están listos para ir a la guerra, pero, antes de hablar de los detalles, necesito saber si puedo confiar en Kusagakure y Uzushiogakure para esto.
El primero en tomar la palabra fue el nuevo Uzukage:
—La Alianza Tormenta-Espiral fue forjada por otros Kages —empezó, en alusión a Yui y Hanabi—. Pero, por supuesto, Uzushiogakure mantendrá la promesa de Hanabi. Yo mantendré su promesa. Tuve claro que no había otra opción que la guerra desde que recibí tu llamada. Estaremos ahí. En primera fila.
Kintsugi los miró con intensidad.
—Sabéis bien que podéis contar con la ayuda de Kusagakure en relación a cualquier asunto que tenga que ver con los Bijū —argumentó, más seria que de costumbre—. El Nueve Colas se ha convertido en una amenaza global para todo Ōnindo, y no pensamos quedarnos de brazos cruzados mientras Uzushiogakure y Amegakure se enfrentan a él. Por supuesto —asintió—, podéis contar con nosotros.
—Sagiso-san. Si vienes con la delegación de Morikage-dono, la silla está preparada para ti —dijo el Hyūga con una afilada sonrisa, que distaba de resultar afable—. Al fin y al cabo... rechazar lo que a uno se le ofrece es de peor educación que osar acompañar a sus superiores.
Aburame Kintsugi torció el gesto.
—Agradecemos vuestra hospitalidad —respondió la Morikage, tanteando las palabras con suma lentitud, midiéndolas cuidadosamente—. Pero agradecería que os abstuviérais de dar instrucciones a mis shinobi, por favor.
Pese a todo, le hizo un gesto a Ranko para que se sentara junto a ella en la mesa. Poco después tomaría la palabra la Arashikage, dando por iniciada la esperada reunión:
—Yukio ha caído y en estos momentos, seguramente, todo el Norte del País de la Tormenta ya ha sido ocupado por su ejército.
—Intuyo que estás hablando del Nueve Colas —dijo Kintsugi, sombría, cuando Shanise la miró directamente.
—Esto ha llegado demasiado lejos —agregó ella, devolviendo la mirada a un mapa que tenía extendido sobre la mesa y en el que se representaba la totalidad de la geografía de Ōnindo—. Mis ninja están listos para ir a la guerra, pero, antes de hablar de los detalles, necesito saber si puedo confiar en Kusagakure y Uzushiogakure para esto.
El primero en tomar la palabra fue el nuevo Uzukage:
—La Alianza Tormenta-Espiral fue forjada por otros Kages —empezó, en alusión a Yui y Hanabi—. Pero, por supuesto, Uzushiogakure mantendrá la promesa de Hanabi. Yo mantendré su promesa. Tuve claro que no había otra opción que la guerra desde que recibí tu llamada. Estaremos ahí. En primera fila.
Kintsugi los miró con intensidad.
—Sabéis bien que podéis contar con la ayuda de Kusagakure en relación a cualquier asunto que tenga que ver con los Bijū —argumentó, más seria que de costumbre—. El Nueve Colas se ha convertido en una amenaza global para todo Ōnindo, y no pensamos quedarnos de brazos cruzados mientras Uzushiogakure y Amegakure se enfrentan a él. Por supuesto —asintió—, podéis contar con nosotros.
