7/03/2022, 01:36
—Es curioso que posea una información tan... rigurosa sobre el País de la Tierra. Sobre todo estando tan lejos de Uzushiogakure... y más aún cuando esa información es sobre unos miembros tan importantes, como son la mismísima realeza.
Datsue mantuvo la mirada a Kintsugi, intentando no expresar emoción alguna. La Morikage era una mujer inteligente y avispada, eso tenía que concedérselo. Y, por un momento, Datsue se vio en aprietos por no apartar la mirada. Ella había empleado la palabra curioso, pero seguro que por dentro pensaba más bien en algo como: sospechoso. ¡Y lo era, claro que lo era! ¡Por eso se había puesto tan nervioso!
En su misión, el Uchiha había ayudado a una Señora del Hierro a forjar armamento para Ivvatsumi. Es decir, había colaborado con la planificación de un golpe de estado. Cabe decir que engañado, no fue hasta el final de esta que descubrió el pastel. Aún así, había ayudado a escapar a la Señora del Hierro y sus dos hijas. Qué coño, ¡hasta se había liado con una de ellas y la había llevado a vivir a Uzushiogakure no Sato!
Gracias a los Dioses, Kintsugi no quiso ahondar en el tema. Shanise tomó la palabra cuando la Morikage mostró su preocupación por dispersar las fuerzas, asegurando que daría apoyo en la Ciudad Fantasma. Datsue miró a Daruu brevemente, quien había sugerido aquel plan. Desde luego, ahora que se fijaba, era un punto estratégico. No le extrañaba que alguien como él lo hubiese visto al instante. Ah, había tantas cosas de las que quería hablar con él, y con Ayame…
«Pero tengo que centrarme en esto primero».
—Veo que a los tres nos gusta el plan general, entonces —dijo, mientras golpeaba distraídamente con los dedos la superficie del mapa. Sin apartar la mirada de Kintsugi, Datsue añadió:—. Dime, Hayato, ¿crees en la democracia?
Dejó que el chico se expresase, con la mirada todavía fija en la Morikage, no de manera amenazante, ni siquiera retadora. Tan solo curiosa. Cuando el chico terminó, él dio su opinión:
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos —Joder, con solo conocer los otros dos candidatos que se habían presentado te dabas cuenta que estaba lejos de serlo—, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco.
¿Y a dónde quería llegar Uchiha Datsue con esto? Bueno, a un punto que también traía meditado de casa, que él tenía muy claro, aunque quizá ahora no fuese el más evidente.
—Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia? Porque, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
»Enviar a tropas aquí y allá está muy bien, pero… Pero si se desata una batalla campal, necesitamos a alguien que las lidere. A todas. A los kusajines, a los amejines, a los uzujines. Necesitamos a un… Mariscal —Kurama tenía sus Generales, ellos tendrían sus Mariscales—. Alguien que diga cuando retirarse, cuando avanzar, cuando rodear… De lo contrario, si los líderes de nuestras respectivas tropas se ponen a debatir en plena batalla sobre lo que hacer, mientras el ejército enemigo se mueve y actúa al son de una sola voz… Bueno, creo que definitivamente será la guerra más corta de la historia.
»Ahora bien —su mirada ahora ya se había desplazado hacia Shanise y Daruu, intercambiándola brevemente con el resto—, no creo que debamos quedarnos ahí. Nos enfrentamos a la mayor amenaza de nuestra generación, quizá de la historia, ¿de verdad vamos a reunirnos cada vez que Kurama haga algo que nos obligue a cambiar el plan? ¿A debatir durante horas sobre un movimiento que necesita de una decisión en minutos? ¿A discutir sobre algo a lo que no lleguemos a un consenso, creando fricción entre nosotros? —Volvió a mirar a Kintsugi, esta vez con mayor intensidad—. ¿Sabéis a qué me recuerda eso? A un Consejo.
Oh, sí, Shanise había dicho la verdad de su vida: Datsue había hecho los deberes. Era increíble la cantidad de información a la que uno tenía acceso cuando se hacía Kage. Las cosas que descubría uno. Antiguos pactos, viejas ayudas… Datsue se había pegado noches en vela leyendo toda aquella información clasificada. Y vaya si había valido la pena.
—Cuando comenté la idea que os voy a proponer a ciertas personas de mi confianza, no todas estuvieron de acuerdo. Yo mismo tengo mis reparos. Bueno, de hecho, odio tener que hacerlo. Una de vosotras trató de ensartarme una katana en el pecho y la otra amenazó mi vida si erraba el paso, y aún así…
»Y, aún así, una persona me dijo una vez, cuando acepté este sombrero, que cada vez que diese un paso, me asegurase de tener las manos de los antiguos Uzukages soportándome la espalda. Desde el primero al último. Hacia el mañana, sin olvidar el ayer. —Shiona, Hanabi, todos ellos, siempre habían tratado de tejer lazos entre las villas, de tender puentes. Si quería honrarles, Datsue debía abandonar el orgullo que le atenazaba la lengua y el miedo que le estrangulaba el cuello y, simplemente, fundirse en sus espíritus—. Kintsugi, Shanise, ¡propongo elegir, aquí y ahora…! —Dio tal palmada sobre la mesa que la hizo temblar—, ¡a un líder entre nosotros! ¡A un Kage de Kages! ¡A un Gran Mariscal! Temporal, sí, y únicamente para enfrentarse a Kurama. A alguien que tome las decisiones cuando no haya tiempo a debatir. A alguien que decida cuando la decisión sea imposible. A un Kage que no solo vele por su villa, sino por todas. ¡Por todo Ōnindo! ¡A alguien que nos conduzca hacia la victoria!
»¿¡Tenéis miedo a mi propuesta!? —golpeó con la base del puño la mesa—. ¡YO TAMBIÉN! ¿¡Tenéis reticencias!? —golpeó una segunda vez, más fuerte. La mesa se partió en dos—. ¡YO MÁS!
»Pero, ¡mirad eso! —dijo, señalando con un dedo el mapa. Las figuras de plomo que Shanise y Daruu habían utilizado para representar ejércitos y campamentos habían volado por los aires; los dibujos sobre el mapa desaparecidos bajo las esquirlas de madera de la mesa rota. Datsue pensó que era una bella metáfora—. Todo el mundo tiene un plan hasta que le parten en dos de un puñetazo.
«Sí, yo también lo pienso», pensó, cruzándose de brazos, súbitamente conforme consigo mismo a la par que nervioso porque quizá… ¿Quizá con la emoción se había pasado en las maneras? «¡Hostia! ¡Qué he roto la mesa! ¿Qué cojones...? ¿Cuándo...?»
Datsue mantuvo la mirada a Kintsugi, intentando no expresar emoción alguna. La Morikage era una mujer inteligente y avispada, eso tenía que concedérselo. Y, por un momento, Datsue se vio en aprietos por no apartar la mirada. Ella había empleado la palabra curioso, pero seguro que por dentro pensaba más bien en algo como: sospechoso. ¡Y lo era, claro que lo era! ¡Por eso se había puesto tan nervioso!
En su misión, el Uchiha había ayudado a una Señora del Hierro a forjar armamento para Ivvatsumi. Es decir, había colaborado con la planificación de un golpe de estado. Cabe decir que engañado, no fue hasta el final de esta que descubrió el pastel. Aún así, había ayudado a escapar a la Señora del Hierro y sus dos hijas. Qué coño, ¡hasta se había liado con una de ellas y la había llevado a vivir a Uzushiogakure no Sato!
Gracias a los Dioses, Kintsugi no quiso ahondar en el tema. Shanise tomó la palabra cuando la Morikage mostró su preocupación por dispersar las fuerzas, asegurando que daría apoyo en la Ciudad Fantasma. Datsue miró a Daruu brevemente, quien había sugerido aquel plan. Desde luego, ahora que se fijaba, era un punto estratégico. No le extrañaba que alguien como él lo hubiese visto al instante. Ah, había tantas cosas de las que quería hablar con él, y con Ayame…
«Pero tengo que centrarme en esto primero».
—Veo que a los tres nos gusta el plan general, entonces —dijo, mientras golpeaba distraídamente con los dedos la superficie del mapa. Sin apartar la mirada de Kintsugi, Datsue añadió:—. Dime, Hayato, ¿crees en la democracia?
Dejó que el chico se expresase, con la mirada todavía fija en la Morikage, no de manera amenazante, ni siquiera retadora. Tan solo curiosa. Cuando el chico terminó, él dio su opinión:
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos —Joder, con solo conocer los otros dos candidatos que se habían presentado te dabas cuenta que estaba lejos de serlo—, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco.
¿Y a dónde quería llegar Uchiha Datsue con esto? Bueno, a un punto que también traía meditado de casa, que él tenía muy claro, aunque quizá ahora no fuese el más evidente.
—Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia? Porque, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
»Enviar a tropas aquí y allá está muy bien, pero… Pero si se desata una batalla campal, necesitamos a alguien que las lidere. A todas. A los kusajines, a los amejines, a los uzujines. Necesitamos a un… Mariscal —Kurama tenía sus Generales, ellos tendrían sus Mariscales—. Alguien que diga cuando retirarse, cuando avanzar, cuando rodear… De lo contrario, si los líderes de nuestras respectivas tropas se ponen a debatir en plena batalla sobre lo que hacer, mientras el ejército enemigo se mueve y actúa al son de una sola voz… Bueno, creo que definitivamente será la guerra más corta de la historia.
»Ahora bien —su mirada ahora ya se había desplazado hacia Shanise y Daruu, intercambiándola brevemente con el resto—, no creo que debamos quedarnos ahí. Nos enfrentamos a la mayor amenaza de nuestra generación, quizá de la historia, ¿de verdad vamos a reunirnos cada vez que Kurama haga algo que nos obligue a cambiar el plan? ¿A debatir durante horas sobre un movimiento que necesita de una decisión en minutos? ¿A discutir sobre algo a lo que no lleguemos a un consenso, creando fricción entre nosotros? —Volvió a mirar a Kintsugi, esta vez con mayor intensidad—. ¿Sabéis a qué me recuerda eso? A un Consejo.
Oh, sí, Shanise había dicho la verdad de su vida: Datsue había hecho los deberes. Era increíble la cantidad de información a la que uno tenía acceso cuando se hacía Kage. Las cosas que descubría uno. Antiguos pactos, viejas ayudas… Datsue se había pegado noches en vela leyendo toda aquella información clasificada. Y vaya si había valido la pena.
—Cuando comenté la idea que os voy a proponer a ciertas personas de mi confianza, no todas estuvieron de acuerdo. Yo mismo tengo mis reparos. Bueno, de hecho, odio tener que hacerlo. Una de vosotras trató de ensartarme una katana en el pecho y la otra amenazó mi vida si erraba el paso, y aún así…
»Y, aún así, una persona me dijo una vez, cuando acepté este sombrero, que cada vez que diese un paso, me asegurase de tener las manos de los antiguos Uzukages soportándome la espalda. Desde el primero al último. Hacia el mañana, sin olvidar el ayer. —Shiona, Hanabi, todos ellos, siempre habían tratado de tejer lazos entre las villas, de tender puentes. Si quería honrarles, Datsue debía abandonar el orgullo que le atenazaba la lengua y el miedo que le estrangulaba el cuello y, simplemente, fundirse en sus espíritus—. Kintsugi, Shanise, ¡propongo elegir, aquí y ahora…! —Dio tal palmada sobre la mesa que la hizo temblar—, ¡a un líder entre nosotros! ¡A un Kage de Kages! ¡A un Gran Mariscal! Temporal, sí, y únicamente para enfrentarse a Kurama. A alguien que tome las decisiones cuando no haya tiempo a debatir. A alguien que decida cuando la decisión sea imposible. A un Kage que no solo vele por su villa, sino por todas. ¡Por todo Ōnindo! ¡A alguien que nos conduzca hacia la victoria!
»¿¡Tenéis miedo a mi propuesta!? —golpeó con la base del puño la mesa—. ¡YO TAMBIÉN! ¿¡Tenéis reticencias!? —golpeó una segunda vez, más fuerte. La mesa se partió en dos—. ¡YO MÁS!
»Pero, ¡mirad eso! —dijo, señalando con un dedo el mapa. Las figuras de plomo que Shanise y Daruu habían utilizado para representar ejércitos y campamentos habían volado por los aires; los dibujos sobre el mapa desaparecidos bajo las esquirlas de madera de la mesa rota. Datsue pensó que era una bella metáfora—. Todo el mundo tiene un plan hasta que le parten en dos de un puñetazo.
«Creo que ya has dejado tu punto claro, Datsue…»
«Sí, yo también lo pienso», pensó, cruzándose de brazos, súbitamente conforme consigo mismo a la par que nervioso porque quizá… ¿Quizá con la emoción se había pasado en las maneras? «¡Hostia! ¡Qué he roto la mesa! ¿Qué cojones...? ¿Cuándo...?»
«¡JAAAJIAJIAJIAJIÁ! ¿Estás enajenado, o qué? ¡Pues claro que la has roto tú! Aunque no sé exactamente en qué momento de tu discurso. ¡Estaba demasiado ocupado descojonándome!»
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado