11/03/2022, 00:06
—Veo que a los tres nos gusta el plan general, entonces —comentó Datsue tras las respuestas de sus iguales, golpeando distraídamente el mapa con los dedos—. Dime, Hayato, ¿crees en la democracia?
La pregunta había ido dirigida a su subalterno, pero el Uchiha había clavado los ojos en Kintsugi al pronunciar aquella provocadora pregunta. Y el rostro de la Morikage se ensombreció visiblemente al escucharlo.
«¿Qué pretendes ahora, Uzukage?» Pensaba, agachando ligeramente la barbilla sin apartar los ojos del muchacho.
—Sinceramente, no me gusta. La democracia es la elección del grupo en sí. Y aunque gran parte de las veces el conjunto acierta, a veces el conjunto se puede precipitar al vacío por miedo, o por una mala decisión grupal.
Tal y como había hablado Hayato, no había sido diferente en Kusagakure. La democracia no había sido otra cosa que un veneno, una ponzoña propia del pasado que había hundido a su aldea en la miseria y la hambruna tiempo atrás. Sólo la acción de las otras dos aldeas apoyando a Moyashi Kenzou consiguió liberarlos de aquel yugo y comenzar una época de bonanza. Que Uchiha Datsue se atreviera a sacar aquella palabra de nuevo a la luz, sólo podía considerarse un acto de provocación en toda regla.
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco. Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia?
—NO. —Kintsugi apenas le dejó terminar la pregunta. Fue una respuesta monosílaba y tajante, seca y afilada como un arbusto espinoso en mitad del desierto. No perdió los estribos, sin embargo. Tenía el suficiente autocontrol sobre sus emociones para evitarlo. pero su respuesta fue clara.
¿De verdad le acababa de hacer esa pregunta a ella?
—Porque —continuó Datsue, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
Con un entusiasmado golpe en la mesa, Datsue expresó la necesidad de crear una figura líder entre todos los ejércitos y entre las tres aldeas. Un líder entre líderes que tomara las decisiones en los momentos más cruentos y urgentes de la guerra. Un mariscal, en toda regla. Y no se quedaba ahí. Otro golpe exaltado sirvió para que la mesa se quebrara en dos, sobresaltándolos a todos menos al entuasiasmado Uzukage. Porque ahora Datsue proponía elegir a un Kage entre los Kage. Aburame Kintsugi miró a su alrededor, más pesimista que su contraparte de Uzushiogakure. ¿De verdad iban a ponerse de acuerdo para elegir a uno de los tres como Mariscal? Los tres, con sus más y sus menos (y sobre todo con sus menos), habían tenido roces. Alcanzar un acuerdo unánime para votar a uno de los tres como Mariscal casi parecía algo más propio de una utopía que de la realidad.
—Sarutobi Hanabi —volvió a intervenir el acompañante de Shanise, Hyūga Daruu—. Tiene vínculos con Uzushiogakure. Pero tiene un historial suficientemente confiable. Siempre ha tratado de tender puentes, aunque no lo haya conseguido. Luchó cara a cara con un General. Frustró una vez un golpe de estado con un ejercicio de inteligencia maestro, y otra vez la imposición de una tiranía en la Capital, tengo entendido. Siento haberme adelantado. Pero como General debía intervenir. Y si me lo permiten, a la fin de la discusión sobre este asunto tengo algo que decir sobre las operaciones militares.
—Sarutobi Hanabi... —meditaba Kintsugi, con una mano apoyada en el mentón—. No estoy en contra de la propuesta, aunque quizás debería ser alguien ajeno a las tres aldeas para ser más neutral... Tanto Hayato como Daruu han expresado sus opiniones al respecto, ¿tú qué piensas, Ranko?[/sub]
—[sub=mediumorchid]Además, según tengo entendido, es el nuevo Presidente de esa República vuestra, en el País del Remolino, ¿no es así? ¿Va a poder ocuparse de ambos puestos?
La pregunta había ido dirigida a su subalterno, pero el Uchiha había clavado los ojos en Kintsugi al pronunciar aquella provocadora pregunta. Y el rostro de la Morikage se ensombreció visiblemente al escucharlo.
«¿Qué pretendes ahora, Uzukage?» Pensaba, agachando ligeramente la barbilla sin apartar los ojos del muchacho.
—Sinceramente, no me gusta. La democracia es la elección del grupo en sí. Y aunque gran parte de las veces el conjunto acierta, a veces el conjunto se puede precipitar al vacío por miedo, o por una mala decisión grupal.
Tal y como había hablado Hayato, no había sido diferente en Kusagakure. La democracia no había sido otra cosa que un veneno, una ponzoña propia del pasado que había hundido a su aldea en la miseria y la hambruna tiempo atrás. Sólo la acción de las otras dos aldeas apoyando a Moyashi Kenzou consiguió liberarlos de aquel yugo y comenzar una época de bonanza. Que Uchiha Datsue se atreviera a sacar aquella palabra de nuevo a la luz, sólo podía considerarse un acto de provocación en toda regla.
—En el País de la Espiral hemos declarado la República. El pueblo ha votado, Hanabi ha sido elegido como el Primer Presidente de la Espiral. Hasta el momento, diría que a mí sí me gusta. No es perfecta, ni mucho menos, pero la considero potencialmente mejor que otras formas de gobernar que conozco. Shanise, Kintsugi, ¿vosotras creéis en la democracia?
—NO. —Kintsugi apenas le dejó terminar la pregunta. Fue una respuesta monosílaba y tajante, seca y afilada como un arbusto espinoso en mitad del desierto. No perdió los estribos, sin embargo. Tenía el suficiente autocontrol sobre sus emociones para evitarlo. pero su respuesta fue clara.
¿De verdad le acababa de hacer esa pregunta a ella?
—Porque —continuó Datsue, si me lo preguntáis a mí, y aunque acabo de decir que me gusta… Para manejar a un país, sí. Para una Villa, para un ejército… No. Definitivamente no.
Con un entusiasmado golpe en la mesa, Datsue expresó la necesidad de crear una figura líder entre todos los ejércitos y entre las tres aldeas. Un líder entre líderes que tomara las decisiones en los momentos más cruentos y urgentes de la guerra. Un mariscal, en toda regla. Y no se quedaba ahí. Otro golpe exaltado sirvió para que la mesa se quebrara en dos, sobresaltándolos a todos menos al entuasiasmado Uzukage. Porque ahora Datsue proponía elegir a un Kage entre los Kage. Aburame Kintsugi miró a su alrededor, más pesimista que su contraparte de Uzushiogakure. ¿De verdad iban a ponerse de acuerdo para elegir a uno de los tres como Mariscal? Los tres, con sus más y sus menos (y sobre todo con sus menos), habían tenido roces. Alcanzar un acuerdo unánime para votar a uno de los tres como Mariscal casi parecía algo más propio de una utopía que de la realidad.
—Sarutobi Hanabi —volvió a intervenir el acompañante de Shanise, Hyūga Daruu—. Tiene vínculos con Uzushiogakure. Pero tiene un historial suficientemente confiable. Siempre ha tratado de tender puentes, aunque no lo haya conseguido. Luchó cara a cara con un General. Frustró una vez un golpe de estado con un ejercicio de inteligencia maestro, y otra vez la imposición de una tiranía en la Capital, tengo entendido. Siento haberme adelantado. Pero como General debía intervenir. Y si me lo permiten, a la fin de la discusión sobre este asunto tengo algo que decir sobre las operaciones militares.
—Sarutobi Hanabi... —meditaba Kintsugi, con una mano apoyada en el mentón—. No estoy en contra de la propuesta, aunque quizás debería ser alguien ajeno a las tres aldeas para ser más neutral... Tanto Hayato como Daruu han expresado sus opiniones al respecto, ¿tú qué piensas, Ranko?[/sub]
—[sub=mediumorchid]Además, según tengo entendido, es el nuevo Presidente de esa República vuestra, en el País del Remolino, ¿no es así? ¿Va a poder ocuparse de ambos puestos?
